El Ángel Rojo, in memoriam

 

David Chávez Salazar

Miembro del Equipo de Bloggers de Estudiantes por la Libertad Latinoamérica

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En esta oportunidad quiero rendir un homenaje a la memoria de don Melchor Rodríguez García, el ángel rojo, quien falleció un día como hoy (14 de febrero) hace 46 años. El referido fue un líder anarcosindicalista originario de Sevilla que ocupó distintos cargos durante la Guerra Civil Española – conflicto que enfrentó al bando republicano (izquierda) con el nacional (derecha) –: delegado de prisiones, concejal y brevemente alcalde de Madrid.

   Bueno, ¿por qué rendirle un homenaje a un personaje como éste? Porque a pesar de su militancia, fue un libertario a carta cabal, un defensor comprometido de la vida y la propiedad, un héroe que salvó a miles de personas de una muerte segura durante el fragor de la guerra, la mayoría de ellas, adversarios políticos suyos. Es hora de que los defensores de la libertad conozcamos a este prohombre, hoy injustamente condenado al olvido.

   Don Melchor nació en el seno de una familia muy pobre, quedó huérfano de padre a temprana edad y comenzó a trabajar desde los trece años para ayudar al sostenimiento del hogar. Probó suerte en el toreo, actividad en la que se desempeñó exitosamente, presentándose en las plazas más importantes del país. En 1920 se retiró y un año después se radicó en Madrid donde se desempeñó como chapista.

   En la capital, se afilió a la Agrupación Anarquista de la Región Centro y posteriormente se unió a la Confederación Nacional del Trabajo, una de las organizaciones anarcosindicalista más grandes de España. Fue allí donde enarboló la bandera de los derechos de los reclusos, sin importar la orientación política de los mismos. Esto le valió que el mismo probara la cárcel en varias ocasiones.

   Tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, los anarcosindicalistas se alinearon con el bando republicano, que defendía al gobierno en funciones y del que hacían parte los comunistas, los socialistas y los nacionalistas periféricos (catalanes, gallegos, vascos).

   El 10 de noviembre de ese año, Rodríguez es nombrado delegado especial de prisiones de Madrid. Posteriormente, sería nombrado delegado general con poderes plenipotenciarios. Su medida más célebre fue la de prohibir los “paseos nocturnos de presos”, que tenían lugar entre 7 de la tarde y 7 de la mañana, y durante los cuales se ejecutaba extrajudicialmente a aquellos reos que ya habían sido puestos en libertad días antes. Con esta intervención, salvó la vida de miles de personas, como la del general Agustín Muñoz Grandes, un miembro prominente del bando nacional y, por ende, adversario político de Rodríguez. De ahí se ganó el apelativo de ángel rojo.

   Desde su posición, Rodríguez denunció que Santiago Carrillo y José Carzola, líderes comunistas, manejaban cárceles clandestinas que servían como campos de exterminio de opositores políticos. Por esta acción fue tildado de traidor a la república, acusación a la que contestó con dos frases para la historia: “los traidores son ustedes; que han manchado de sangre la noble doctrina de la anarquía” y “se puede morir por un ideal, pero jamás matar por él”.

El Partido Comunista forzó su renuncia. Sin embargo, gracias a la influencia que aún le quedaba en el gobierno, fue nombrado Inspector General de Cementerios de Madrid, puesto desde el que siguió promoviendo la defensa de la vida y libertad de todos los individuos, sin importar el color político.

   Otra de sus hazañas fue la ocupación del Palacio del Marqués de Viana, abandonado por su legítimo propietario. Lo primero que hizo fue un inventario de todo lo que se encontraba en la propiedad, para cuidarlo celosamente de los ataques de otros republicanos. De hecho, cuando el marqués regresó reportó que no se había perdido ni una sola cucharilla.

   El palacio fue usado por Rodríguez para dar refugio a perseguidos por el gobierno bajo acusaciones de traición. Algunos ya habían sido condenados a muerte, pero el ángel rojo pudo salvarlos de su destino después de engañar a los verdugos, diciéndoles que él mismo se encargaría de ejecutar la sentencia.

   La ayuda a los perseguidos políticos también incluyó la entrega de carnés de la Confederación Nacional del Trabajo, con lo que se hizo creer a las autoridades que se trataba de simpatizantes del bando republicano y a quienes se encontraban en peligro de muerte, les proporcionó pasaportes y gestionó personalmente su traslado a varios países.

   En 1939, Rodríguez fue nombrado concejal de Madrid, en representación de la Federación Anarquista Ibérica. El 28 de marzo se convirtió en alcalde, oficina que ocupó durante unas horas, pues ese mismo día el bando nacional declaró su victoria sobre la ciudad, por lo que se vio obligado a entregarle el poder a los vencedores.

   Días después, el 1 de abril, los nacionalistas declararon su victoria en toda España, la República cayó y se instauró la dictadura franquista. Rodríguez fue detenido, juzgado y condenado a veinte años de prisión y un día. En un segundo juicio se pidió la pena de muerte, pero el fiscal preguntó a los presentes si tenían alguna objeción. Entonces, el general Muñoz Grandes, presentó 2500 firmas de personas que, al igual que él, habían sido salvadas por Rodríguez. Gracias a estos testimonios, el ángel rojo sólo cumplió cuatro años de condena.

   Una vez en libertad, la dictadura le ofreció la posibilidad de ocupar un  puesto en la organización sindical franquista, la cual declinó. Antes bien, siguió militando en el anarcosindicalismo, ahora clandestino, lo que le llevó a prisión en varias ocasiones, Finalmente, falleció en 1972 a la edad de 78 años, a su funeral asistieron tanto anarquistas como franquistas.

   Se calcula que el ángel rojo salvó la vida de unas 12.500 personas. En cuanto a su militancia anarcosindicalista, el economista Jesús Huerta de Soto, otro admirador suyo, afirma que si éste hubiese tenido la oportunidad de recibir una formación académica habría simpatizado con el anarcocapitalismo, la única forma posible de la bella y noble anarquía que tanto defendió.

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