España: Pedro Sánchez y el Síndrome Amok contra las instituciones.

España: Pedro Sánchez y el Síndrome Amok contra las instituciones.


El pasado domingo diez de Noviembre se celebraron elecciones generales en España, en las que el candidato socialista, Pedro Sánchez, buscó por tercera vez formar gobierno. Como todo indicaba, no consiguió el número de escaños suficientes. Queda por ver si Sánchez renuncia, luego de un nuevo descalabro electoral, o si por el contrario, se aferrar a la inamovilidad del poder como ha hecho hasta ahora.


Carlos Augusto Díaz

Licenciado en Estudios Internacionales.


Es cierto que soy bastante joven, y que es más lo que me he perdido, que lo que he podido ver, pero aun así no puedo alejar la idea de que Pedro Sánchez probablemente sea el dirigente más desvergonzado que he visto en algún país parlamentario. Posiblemente esté muy acostumbrado a la solemnidad de los países de la Commonwealth, o a la sobriedad alemana, históricamente liderados por hombres que han transformado sus Estados, y a su vez sabido rescatar los vestigios de la institucionalidad, renunciando cuando lo que les queda por dar, solo puede empeorar las cosas.

Digo que Sánchez es un desvergonzado precisamente porque no se evidencia ni un ápice de vergüenza en su carrera política, ni para los ciudadanos, ni para sus compañeros de filas. Lo repito, nunca había visto al líder de un partido verdaderamente grande perder tres elecciones, ser apartado de su formación a la fuerza, y no renunciar a su empeño de gobernar y estropear las cosas. Eso sería inadmisible en el Reino Unido, donde el mismo Nick Clegg, líder de los liberales-demócratas, un partido sin la menor oportunidad de ganar unas elecciones, renunció después de salir derrotado en el 2015.

No faltará quien diga que Sánchez es un curtido líder que ha sabido anteponerse a todo un compendio de circunstancias desfavorables, y que ha sabido volver cuando ya parecía perdido; pero la realidad es que Sánchez no encarna más que la ambición personal de un hombre, empeñado a no pasar sin pena ni gloria por la política española, pero que a su paso, solo dificulta la estabilidad y gobernabilidad que hasta hace poco, había caracterizado a la España postfranquista. La otra verdad, es que Sánchez continúa con la desafortunada casta de secretarios del Partido Socialista Obrero Español, que inició José Luis Rodríguez Zapatero, quien no solo sumió a España en una crisis infranqueable por un déficit dantesco, sino que también es muy conocido en Venezuela por ser un valedor de la dictadura de Maduro ante el mundo, y ser un lamentable parapeto de falsos diálogos. 

Basta con repasar el historial electoral de Sánchez para darse cuenta. 2015, primeras elecciones del PSOE con Sánchez al frente, en aquellas Mariano Rajoy revalidó al Partido Popular como ganador de las elecciones, aunque perdiendo la mayoría absoluta. Aquel año, Rajoy, siendo consciente de que no contaba posibilidades reales de hacer una alianza que le permitiera formar gobierno, decide renunciar a sus opciones de investidura.

Sánchez, a sabiendas de que tenía menores posibilidades que Rajoy de formar gobierno, se comprometió a presentarse a la votación de investidura, con el apoyo del partido Ciudadanos, siempre vacilante, pero aun así quedaban a 46 escaños de los votos necesarios, que pudo haberlos ofrecido el partido comunista Podemos, pero que a fin de cuentas no se dio por su incompatibilidad con Ciudadanos. El resultado era de esperarse, Sánchez no fue juramentado como Presidente de Gobierno ni por mayoría absoluta ni por mayoría simple. La cifra de diputados detractores era arrolladora.

Segunda elección y precipicio de Sánchez, 2016. Luego de repetir las elecciones ante la imposibilidad de formar gobierno, el PP ganó 14 escaños y el PSOE perdió 5, quedando con apenas 85 diputados, el peor resultado en la era democrática. Se demandaban dos cosas del PSOE en aquel momento, la primera, que se abstuvieran en la segunda ronda de investidura para permitir que el PP formara gobierno y no se tuviera que recurrir a unas terceras elecciones en un año; la otra era que Sánchez dimitiera como Secretario General del Partido, tomando en cuenta el profundo barranco en el que se encontraban y la evidente incapacidad de Sánchez para dirigir la formación socialista, que poco después se desmoronaba en las elecciones vascas y gallegas.

Hasta 17 miembros del comité ejecutivo del PSOE renunciaron a su cargo en protesta a un Pedro Sánchez que se negaba a dimitir. Al final, el rechazo de su partido fue tan patente que no tuvo otra opción que renunciar. Aquella historia termina con que el PSOE bajo la nueva directiva interina se abstiene y permite que Mariano Rajoy sea investido presidente, con 170 de los 176 votos necesarios.

Lo de Sánchez no terminó ahí, él siempre vuelve, no con éxito pleno, pero al menos sí para estorbar a los demás. Luego de una necesaria votación de primarias para elegir al próximo Secretario del PSOE, Sánchez volvió a su cargo, luego de vencer a Susana Díaz, quien era favorita del estamento directivo del partido, pero en desventaja ante el hecho de que las bases se alinearon a favor de Pedro.

A partir de ese momento se podría decir que Sánchez lo logró, que pudo desplazar a Rajoy, a quien no había podido vencer hasta ese momento y cumplir su sueño de ser Presidente de Gobierno, pero no fue así, y si lo fue, solo a medias. Ni a Mary Shelly, escritora de Frankenstein, se le hubiese ocurrido articular una moción de censura contra Rajoy como la de Sánchez en el 2018. En aquel momento el apoyo fue tan variopinto que se componía de socialistas, comunistas, independentistas conservadores, independentistas comunistas, en total 10 formaciones. Aquel, fue más un acto de rechazo contra el PP que un respaldo al PSOE, que había prometido elecciones generales luego de la moción, pero que las dilato tanto como le fuera conveniente. Sánchez se volvió presidente, pero sin el apoyo de los ciudadanos, ni de los grupos parlamentarios.

De las elecciones de abril del 2019 tampoco surgieron posibilidades de formar gobierno, a pesar de la fragmentación del voto conservador.A un día de los comicios en los que Sánchez sabe que tampoco podrá gobernar, y a su vez, en medio de una crisis de protestas en Barcelona que el gobierno no ha sabido manejar, con Puigdemont ridiculizándolo a diario y el déficit aumentado en apenas un año y medio de interinato.

A pesar de eso, Sánchez sigue queriéndonos convencer con su supuesto feminismo y la exhumación de Franco. Mal negocio.


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