El siguiente reportaje busca explicar el fenómeno de la escasez y la inflación en Venezuela, indagando en sus causas y sus más nefastas consecuencias, siendo las más graves el hambre y la pobreza que se convirtieron en parte de la cotidianidad en el país socialista
Maracay, Venezuela – Aún no ha salido el sol cuando ya cientos de personas forman una larga cola a pocas cuadras del supermercado de la comunidad, que abrirá sus puertas a las 8:00 am, custodiado por militares que desfilan sus armas largas alrededor del establecimiento para prevenir los saqueos, tan comunes ahora en la cotidianidad venezolana.
“Antes podíamos venir en el transcurso de la mañana y aunque sea algo se conseguía, pero eso cambió cuando empezaron a atender por número de cédula y tantos alimentos comenzaron a desaparecer casi por completo. Ahora nos toca dormir en la calle para poder llevar comida a la mesa”, comenta un hombre sexagenario sentado en un colchón que está puesto en la fila que llega hacia un supermercado en Maracay, estado Aragua, poco antes de la medianoche.
Con sombrillas, sillas, bancos, colchones y sábanas, alrededor de 400 personas esperan el amanecer para poder “comprar lo que haya” en el mercado. La zona donde se encuentra el local es considerada “zona roja” por su alto nivel de criminalidad. Sin embargo, quienes pernoctan allí alegan que el riesgo vale la pena.
“El hambre tiene cara de perro”, dijo el sexagenario. No da su nombre. Tiene miedo de ser catalogado como “bachaquero” (como se denomina a quienes compran productos básicos a precios regidos por el Estado para venderlos luego en el mercado negro).
La escasez en cifras
Un estudio realizado por la consultora Datanálisis informó que solamente en Caracas, la capital del país, la escasez de alimentos básicos había llegado a la alarmante cifra de 60,7% a mediados del año 2015.
En poblados rurales, alejados de las grandes ciudades, los indicadores podrían ser más elevados, puesto que una política de redireccionamiento implementada por el Estado venezolano obliga a las industrias a distribuir los rubros básicos hacia puntos estratégicos, donde los pueblos pequeños no tienen cabida.
Recientemente, la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), grupos gubernamentales encargados de entregar bolsas de comida racionadas casa por casa, afectó aún más la distribución en los establecimientos privados. Algunos comercios denuncian que cerca de 70% de los productos que reciben deben ser entregados a los CLAP, que a su vez se comprometen a entregarlos en los hogares o venderlos en operativos de venta con el apoyo de redes de mercado del Gobierno.
Adicionalmente, la escasez de rubros se acentuó de forma dramática en 2015 y ha empeorado a lo largo del año 2016. El estudio de Datanálisis a mediados del año pasado cifró en 95,5% los niveles de desabastecimiento de aceite de maíz, en 83,6% el café molido, en 64,2% la carnes de res y en 83,6% la leche en polvo. Las cifras sitúan al sector de alimentos en una situación de “escasez grave”, de acuerdo con la consultora.
Claves del desabastecimiento
Las largas colas y el agravamiento de la escasez en Venezuela son fenómenos relativamente nuevos, que se acrecentaron a partir del año 2013. Justo en ese año, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) comenzó a reportar un desplome de las importaciones en el país.
El informe, ofrecido por las estadísticas de Comercio Exterior del INE, indica una caída no solo en las compras al exterior de alimentos y medicinas, sino también de materia prima e insumos necesarios para garantizar la producción de las empresas, que dependen del Estado para cancelar sus deudas con proveedores externos debido al control cambiario.
Poco antes del desplome, Venezuela ya vivía la escasez esporádica de algunos productos de la canasta básica alimentaria.
El control de precios, implementado en el país en 2003 para bienes esenciales, marcó un punto clave en el comienzo de la crisis de alimentos. Para ese año, el Banco Central de Venezuela (BCV) promediaba la escasez en 5%. El último reporte publicado por el BCV, en 2013, ya la ubicaba en 22,2%.
Para el director del Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas), Oscar Meza, la relación entre el control de precios y la escasez se da debido a que la regulación “fija topes al valor de venta de los artículos y limita la rentabilidad de las compañías”.
“De 157 meses de aplicación de control de precios, 110 meses han sido de escasez y desabastecimiento de productos prioritarios”, aseguró Meza a un diario nacional en abril de este año.
Gremios empresariales venezolanos, como Conindustria y Fedecámaras, han solicitado al Gobierno nacional la relajación o eliminación de los controles para hacer frente a la escasez. Sin embargo, sus peticiones han sido rechazadas.
Inflación
Existe un factor crucial en la crisis alimentaria en Venezuela: la espiral inflacionaria más alta de su historia, que progresivamente ha mermado el poder adquisitivo de los trabajadores.
A finales de julio de 2016, fuentes extraoficiales citadas por distintos medios indicaron que el primer semestre del año cerró con un incremento de 176,2%. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima una inflación superior a 500% este año y cercana a 1600% para el año 2007.
Pese a la elevada cifra, expertos como Francisco Ibarra, director de la consultora Econométrica, consideran que aún no se puede hablar de hiperinflación en el país. “Para que esté presente este cuadro, esta debe superar el 50% mensual”, afirmó.
Sin embargo, el economista Oscar Torrealba alertó que, de mantenerse la tendencia actual, la economía venezolana podría entrar en un cuadro hiperinflacionario. Explicó que la intervención del gobierno en el mercado generó un fenómeno entre inflación y recesión conocido como estanflación, causado por desincentivos a la producción, entre los que mencionó los férreos controles económicos y el ataque sistemático a la propiedad privada a través de políticas como las expropiaciones.
“La solución está en el mercado”
Para Torrealba, no se puede hablar de una recuperación del país en el corto plazo, aunque expresó que podrían comenzar a verse resultados positivos en un año si se toman las medidas correctas.
“Es necesario que se tenga la voluntad real de mejorar y comenzar a aplicar un conjunto de políticas económicas e institucionales, entre ellas, la principal es desregular y reducir el tamaño del gobierno: actualmente 21% de la población trabajadora está ocupando puestos dentro del gobierno”, explicó.
Alegó también que de nada sirve aplicar políticas económicas si no se realizan los cambios institucionales. “Mientras se siga manteniendo al gobierno como agente económico y el elevado gasto público, vamos a seguir viendo cómo la situación empeora, hay que entender que la prosperidad no la da la clase política, sino los individuos a través del mercado cuando están dadas las condiciones en un Estado de Derecho”.