El presente artículo fue escrito por Sharon Presley[*] en su columna de Libertarianism.org. La traducción al español fue hecha por Kathia Chilavert[**] y revisada por Humberto Martínez.
¿Da la psicología individualista lugar a la misantropía, alienación y una conducta manipulativa? Todo lo contrario
El individualismo está en el corazón del libertarianismo. Pero como los libertarios bien saben, es muy difamado por los izquierdistas de distintos bandos. El común mito liberal/izquierdista, retrata al individualismo psicológico como un alentador del comportamiento impulsado por el egoísmo, el egotismo salvaje. Los vicios atribuidos al individualismo por sus críticos incluyen el ensimismamiento, el narcisismo, la alienación, el atomismo, la competencia sin escrúpulos, la desviación, el relativismo y el nihilismo [1]. El psicólogo Edward Sampson, por ejemplo, ha escrito extensas críticas al individualismo psicológico y sus supuestos efectos destructivos en la sociedad. En opinión de Sampson, el extremo del individualismo es no querer ni necesitar de nadie. Incluso insinúa un lado aún más oscuro: no es que las personas no cooperarán, sino que en la búsqueda de sus propios intereses, trabajarán activamente contra otros de maneras inescrupulosas.
Sampson se hace eco de la opinión de muchas otras críticas que se han sido hechas en contra del individualismo en el siglo XX. Christopher Lasch, el autor de La cultura del narcisismo (The Culture of Narcissism), escribe, por ejemplo, que un individualismo competitivo será llevado al extremo de una guerra hobbesiana de todos contra todos. En condena a los “males del individualismo sin trabas”, atribuye al individualismo casi cada uno de los vicios que se han atribuido a narcisismo [2]. Alfie Kohn, autor de El lado más brillante de la naturaleza humana (The Brighter Side of Human Nature), va más allá, no sólo ataca el individualismo, sino también al egoísmo ético: “El egoísmo ético, en resumen, engendra el egoísmo psicológico, es decir, la creencia común de que debemos limitarnos a los intereses propios…’’ [3]. Incluso el psicólogo conservador Robert Hogan toma parte en esto, argumentando que el individualismo socava las estructuras sociales tradicionales que son necesarias para la sociedad.
Muchas críticas feministas del individualismo, comparten las preocupaciones de Sampson, Lasch, y Kohn sobre el “desenfrenado” individualismo. Los ataques de Lasch al “individualismo competitivo”, complementan las críticas formuladas por Zillah Eisenstein, Sylvia Ann Hewlett, y Elizabeth Fox-Genovese. La filósofa feminista marxista Fox-Genovese va aún más lejos que los otros. Ella desaprueba el individualismo por completo: “… Aquí estoy, argumentando que el individualismo en realidad pervierte la idea de la socialmente obligada y personalmente responsable libertad que constituye la única libertad digna de este nombre o, de hecho, históricamente posible” [4].
Los significados de “individualismo” y “libertad” son a menudo tan turbios y oscuros a los críticos feministas en el siglo XXI como lo son para los críticos de épocas anteriores. Al ver el concepto de libertad como político, no filosófico, la teórica feminista Nancy Hirschman afirma, por ejemplo, que la libertad negativa es “por naturaleza independiente, individualista, sin conexión, orientada a la derecha, incluso antagónica…”, mientras que es la libertad positiva la que es “comunitaria, incluso desinteresada, y se preocupa por la responsabilidad” [5]. Todo su libro, El tema de la libertad (The Subject of Liberty), es en gran parte, a su parecer, un rechazo a la mayoría de las ideas individualistas de la libertad negativa.
Muchas otras feministas comunitaristas critican al individualismo. “Las críticas feministas del individualismo son de dos tipos” escribe la socióloga Markella B. Rutherfold en su examen del individualismo histórico. Ella escribe:
El énfasis cultural en el individualismo, dicen las feministas, ignora los compromisos relacionales importantes para las mujeres, la hermandad, la familia y la comunidad. Más aún, el individualismo, como se propone en la teoría política liberal, con énfasis en los derechos políticos y económicos, enmascara y refuerza las estructuras patriarcales que trabajan contra los intereses de las mujeres. De acuerdo con Elizabeth Fox-Genovese, “el problema central en la crítica feminista del individualismo radica en la dificultad de volver a imaginar la colectividad –la sociedad en su conjunto-, de modo tal que se tomen en cuenta las necesidades legítimas de las mujeres” [6].
Muchas otras feministas también han criticado lo que consideran individualismo. Barbara Ehrenreich, por ejemplo, denuncia el impacto de las tendencias de industrialización en la estructura de la familia americana; Cheryl Russell atribuye al individualismo muchos de los problemas sociales, y Mary Ann Glendon afirma que el gran énfasis en los derechos individuales en el discurso político sirve para socavar aspectos de la democracia. No son las únicas que critican esto. Incluso el liberalismo contemporáneo es criticado por algunas feministas para su orientación individualista.
Sin embargo, no todos los filósofos feministas están de acuerdo con la idea de rechazar el individualismo per se. Marilyn Friedman en su libro Autonomía, Género, Política (Autonomy, Gender, Politics), por ejemplo, ve un lugar para el individualismo en lo que concierne a la autonomía. “Puede haber buenas razones para enfatizar la individualidad humana concerniente a la autonomía, mientras no promueva la indiferencia mutua o el egoísmo despiadado” [7].
En el lado contrario, en su ensayo El individualismo: el verdadero y el falso (Individualism: True and False) Friedrich Hayek es de los que rechaza la idea de que el individualismo es un flagelo:
Hay un punto en estas presunciones psicológicas básicas que de alguna forma es necesario considerar de manera más completa. Como se cree que el individualismo aprueba y estimula el egoísmo humano, esto hace que a mucha gente le disguste, y debido a que esta confusión es provocada por una verdadera dificultad intelectual, debemos examinar cuidadosamente el significado de tales presunciones. Por supuesto, no puede haber duda de que en el lenguaje de los grandes pensadores del siglo XVIII el “amor a sí mismo” del hombre, o incluso sus “intereses egoístas”, representaba algo así como el “motor universal”. Y por estos términos se referían principalmente a una actitud moral que, pensaron, prevalecía ampliamente. Sin embargo, estos términos no significaban egoísmo en el sentido restringido de preocupación exclusiva por las necesidades inmediatas de uno mismo. El “yo” por el que supuestamente las personas debían preocuparse claramente incluía a la familia y a los amigos; y no hubiera habido diferencia alguna para el argumento si este se hubiera hecho extensivo a todo aquello por lo cual la gente de hecho se preocupa [8].
Los proponentes del individualismo ético y psicológico, como Hayek sostiene, y al contrario de lo que dicen sus críticos, creen que el individualismo, como lo conciben, promueve tanto el interés propio como el interés de la comunidad. Los críticos, incluyendo muchos feministas, ven al individualismo como socialmente destructivo, así como psicológicamente poco saludable y alienante. ¿Es el individualismo, en efecto, psicológicamente insalubre y socialmente destructivo como dicen los críticos? ¿Conduce al egoísmo rampante y monstruoso? Los historiadores y economistas libertarios tienen mucho que decir sobre las preguntas acerca de sus efectos en la sociedad. Pero en el tema de los efectos psicológicos en los individualistas, los dos conjuntos de ideologías enfrentadas no presentan pruebas útiles para responder a esta cuestión, sólo reclamaciones y afirmaciones. Dejadas completamente de lado las investigaciones sobre el individualismo que hacen las ciencias sociales.
Esta falta de atención a la investigación de las ciencias sociales ha sido con frecuencia un problema para las ideas libertarias. La psicología a menudo se ha descartado como no importante, como lo hizo Murray Rothbard hace muchos años. O se ha visto sólo como psicoterapia, en lugar de como yo le veo, un campo con mucha relevancia a los intereses libertarios. De hecho, la psicología tiene mucho que ofrecer a la idea de la libertad en general, especialmente al individualismo filosófico [Véase mi página de Facebook “The Psychology of Freedom” para algunos ejemplos]. Aunque pocos son conscientes de ello, la cuestión de cuáles son las características psicológicas de los individualistas en realidad ha sido explorado en profundidad por el psicólogo libertario Alan Waterman.
En su libro, La psicología del individualismo (The Psychology of Individualism), Waterman articula las ideas del individualismo ético de este modo:
Mientras que el imperativo categórico es un criterio formal para la definición de lo que es moral, en sí mismo no especifica qué principios morales universales deberían guiar el comportamiento. Uno de esos principios incorporados en el individualismo ético es el eudemonismo en sí. Es universal en tanto que toda persona posee potenciales únicos que pueden (y deberían) direccionar su vida. Cada daimón es digno de realización. Pero no todas las acciones son permisibles en la lucha por la auto-realización. La filosofía del individualismo ético especifica tres principios que sirven como límites sobre el comportamiento: (a) la libertad de elección (la libertad), (b) el respeto de la integridad de los demás, y (c) la justicia como equidad [9].
Waterman sostiene que la evidencia de la investigación respalda las afirmaciones de que no sólo son los individualistas psicológicamente sanos, sino que sus acciones son socialmente beneficiosas en lugar de destructivas. Después de investigar la literatura filosófica sobre el individualismo que definen las características personales de los mismos, Waterman hizo una búsqueda en la literatura psicológica sobre los rasgos que habían sido bien documentados. Los identificó como el sentido de la identidad personal, la auto-realización, el locus de control interno, y el razonamiento basado en principios.
Waterman encontró la confirmación de casi la totalidad de sus hipótesis. La hipótesis que fue más fuertemente confirmada fue que los individualistas son menos propensos a tener estados afectivos debilitantes, incluyendo la ansiedad, la depresión y la alienación. En su lugar, encontró pruebas de una relación entre la auto-aceptación/autoestima y las cualidades de la identidad personal y el locus de control interno. “Teniendo en cuenta la dirección y fuerza de los hallazgos observados” Waterman escribió, “sería inverosímil sostener que las cualidades personales individualistas son psicológicamente dañinas” [10].
Waterman encontró evidencia poderosa para una relación entre las actitudes sociales tolerantes y la aceptación no manipulativa de los demás por un lado, y un sentido de la identidad personal en el otro. “Los resultados obtenidos para esta hipótesis van directamente en sentido opuesto a la preocupación expresada por los críticos que las cualidades individualistas contribuirían a la desconfianza, la manipulación de los demás, y la competencia sin escrúpulos”, afirma Waterman. ‘’Los resultados observados son consistentes con la teoría de que las personas que se caracterizan por las cuatro cualidades individualistas, teniendo una mayor autoestima y menos defensiva, poseerán una tendencia reducida a percibir a las personas con diferentes puntos de vista como una amenaza que debe ser rechazada” [11].
Waterman también encontró fuerte sustento para una relación entre la cooperación y el comportamiento de ayuda, y las cuatro características individualistas. Si los individualistas poseían las cualidades que se les atribuye por la crítica –autocontención atomista, el narcisismo, la alienación- “sería muy poco probable que participaran en la conducta cooperativa”, argumenta Waterman. “Sin embargo, son sólo aquellas personas con cualidades individualistas las que desean participar en actividades mutuamente provechosas y están dispuestas a ayudar a los demás” [12].
Aunque los críticos como Lasch han criticado la supuesta falta de compromisos significativos de los individualistas, y feministas como Hirschmann han dado a entender que estos se encuentran “desconectados”, “innatamente separados” y “antagonicos” [13], Waterman ha encontrado un fuerte apoyo a la idea que ellos tienen relaciones sociales más cercanas y mutuamente beneficiosas de lo normal. No hay ninguna contradicción aparente entre la auto-realización y el tener amigos y relaciones de amor. En realidad, ambas parecen más estrechamente vinculadas entre sí en los individualistas. “Los individualistas”, escribe Waterman, “parecen más capaces de compartir sus sentimientos personales, de servir de apoyo emocional, y de comprometerse con las personas con las que forman relaciones” [14].
¿Por qué los críticos están tan fuera de lugar, tan reñidos con los resultados de la investigación empírica? El error, sugiere Waterman, puede provenir de la creencia errónea de que los valores implícitos en nuestras teorías psicológicas son los mismos que los contenidos en nuestras instituciones sociales. Dado que la sociedad americana nominalmente dice ser individualista, es quizá comprensible que estos valores sean condenados debido a los problemas contemporáneos. El problema es, afirma Waterman, que los críticos han tomado la defensa de la sociedad a su valor nominal, asumiendo que los valores individualistas son los que estas personas están realmente tratando de poner en práctica. Sin embargo, en agudo contraste, los defensores del individualismo ético atribuyen los problemas de la sociedad no a las consecuencias prácticas de la aplicación de los valores individuales, sino a la total indiferencia de estos valores en la vida cotidiana. “Para demasiadas personas”, afirma Waterman, “el gran atractivo de los valores individuales no es más que una racionalización de las acciones que están en oposición diametral al contenido real de estos valores” [15]. También sostiene que los críticos, sean estos liberales o socialistas, están política e ideológicamente en contra del individualismo y su implícito contenido político libertario y, por tanto, sus afirmaciones no fundamentadas son parciales y sospechosas.
“Lo que los críticos del individualismo parecen no percibir”, argumenta Waterman, “es que los defensores de individualismo ético no son los defensores del status quo social”. El individualismo ético, dice, otorga un gran valor en el camino riguroso que conduce al pleno desarrollo de los propios talentos. Por el contrario, el mensaje de los medios de comunicación hoy en día es uno de hedonismo a corto plazo, de consumo material, y de éxito sin trabajo duro. El individualismo ético llama a los valores de la libertad personal y de la responsabilidad personal a través de la toma de decisiones individuales y la responsabilidad individual. Por el contrario, nuestra sociedad actual se basa en burocracias que en realidad limitan la libertad y la responsabilidad. El individualismo ético implica que cada persona es un fin en sí misma o sí mismo, un valor incompatible con la manipulación de los demás. Sin embargo, las prácticas de nuestro sistema político fomentan los intereses especiales, no los derechos individuales [16]. Nuestra sociedad, mantiene Waterman, “está produciendo no individualistas, sino narcisistas”. La literatura psicológica sobre el narcisismo, en contraste a aquella elaborada sobre los individualistas, sugiere que estas personas son, en efecto, patológicas.
Así, el individualismo que está en la raíz del libertarismo y del feminismo libertario no es, como sostienen los críticos, una lacra malsana y destructiva, sino una cualidad sana y socialmente benéfica. Los críticos están completamente equivocados. El individualismo psicológico no sólo es saludable para la persona individual, sino que se encuentra en la raíz misma de una visión del mundo basada en un amplio espacio para la libertad, la elección y la experimentación socia , la libertad y la elección en lugar de los roles sociales estáticos o el autoritarismo coercitivo. Cualquier transformación social liberadora debe ensanchar, no contraer, el rango de vidas y de opciones que están disponibles para el individuo; debe ser una expresión de una ética de amorosa emancipación, no una ética de la dominación o control social. Por lo tanto, desde este punto de vista, el individualismo psicológico es compatible, sino incluso necesario, para la libertad y la autonomía.
[*] La Doctora Sharon Presley es Directora Ejecutiva de la Asociación de Feministas Libertarias además de coeditora de Exquisite Rebel: The Essays of Voltairine de Cleyre.
[**] Kathia Chilavert es Coordinadora Local de Estudiantes por la Libertad Paraguay, ella estudió Ciencias de la Comunicación con énfasis en Periodismo en la Universidad Católica de Itapúa.
Referencias:
[1] Alan Waterman, The Psychology of Individualism. (New York: Praeger, 1984).
[2] Christopher Lasch, The Culture of Narcissism: American Life in an Age of Diminishing Expectations. (New York, W.W. Norton, 1978), 9.
[3] Alfie Kohn, The Brighter Side of Human Nature: Altruism and Empathy in Everyday Life. (New York: Basic Books, 1990),196.
[4] Elizabeth Fox-Genovese, Feminism Without Illusions: A Critique of Individualism. (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1991), 7.
[5] Nancy Hirschmann, The Subject of Liberty, (Princeton: Princeton University Press, 2002),
[6] Markella B. Rutherford. “A Bibliographical Essay on Individualism,” 125, accessed May 6, 2013, http://www.iasc-culture.org/THR/archives/Individualism/4.1LRutherford.pdf.
[7] Marilyn Friedman, Autonomy, Gender, Politics, (New York: Oxford University Press, 2003),16.
[8] Friedrich A. Hayek, “Individualism: True or False” in Individualism and Economic Order. (Chicago: University of Chicago Press, 1948), 13.
[9] Alan Waterman, The Psychology of Individualism, (New York: Praeger, 1984), 23.
[10] Ibid., 154.
[11] Ibid., 156.
[12] Ibid., 156-157.
[13] Nancy Hirschmann. The Subject of Liberty. (Princeton: Princeton University Press, 2002): 16.
[14] Alan Waterman, The Psychology of Individualism, 157.
[15] Ibid., 77.
[16] Ibid., 166.
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