Miembro del Consejo Ejecutivo de Estudiantes por la Libertad 2015
Sí, casi todo libertario dirá que el matrimonio debe ser un contrato privado. No deberíamos necesitar el aval del Estado para casarnos: estamos de acuerdo en ese punto. Pero, al parecer, en lo que no todos nos podemos poner de acuerdo es en que si la legalización del matrimonio homosexual es una victoria o una derrota para la libertad.
A muchos les pareció que el día de ayer no fue para festejar, pues lo ven como una celebración a pedirle otro permiso más al Estado. Y peor aún, otros temen que el fallo sea una puerta a mayor intromisión estatal en nuestras vidas, argumentando que con la referida legalización pronto se obligará, dentro de esferas privadas, a prestar servicios a parejas homosexuales que los oferentes no quisieran prestar por motivos principalmente religiosos –como ya ha venido sucediendo en los Estados Unidos*.
Otros piensan que el fallo es una victoria: una victoria sobre los prejuicios de décadas, una victoria para el legado de los activistas que dedicaron su vida a la causa LGBT y una victoria para las miles de parejas homosexuales que ahora podrán casarse y tener los mismos derechos que cualquier pareja heterosexual casada en los Estados Unidos. En suma, una victoria para lo que se podría considerar como la lucha más importante de derechos civiles del siglo XXI. Yo me encuentro en este grupo.
Primero que todo, no olvidemos que los cambios en el clima de ideas siempre preceden a los cambios políticos. Los cambios políticos se construyen y se mantienen en el tiempo sobre la base de un cambio social, no viceversa. Es por esto que el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos es sólo un síntoma de que los tiempos están cambiando, de que las personas estamos cambiando – en favor de ampliar las decisiones individuales. Y esto, por sí solo, ya es un panorama esperanzador.
A la larga, la prohibición del matrimonio homosexual no sólo se convierte en un obstáculo para la causa de la libertad, sino también en un daño real a personas concretas que están siendo injustamente tratadas como ciudadanos de segunda clase al no poder recibir el “beneficio” del reconocimiento estatal del matrimonio, lo que va en contra de la única igualdad que apoyamos los liberales: la igualdad ante la ley. Por eso, la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos constituye un hito para la sociedad norteamericana y, por otra parte, un impulso más para el progreso de la causa del matrimonio homosexual en América Latina y en el resto del mundo.
Así como prefiero mercados regulados antes que mercados prohibidos –sin que esto quiera decir que mi ideal no sean mercados libres–, prefiero matrimonios igualitarios con el aval del Estado a que las personas del mismo sexo no puedan casarse en absoluto. Los primeros escenarios son pasos necesarios para tener espacios de decisiones individuales mucho más amplios. Considero que lo más importante a notar es el concepto y el cambio social que precede al fallo de la Corte Suprema: que un número masivo de personas piense ya que el Estado no debería decidir con quién las personas se pueden casar es un gran avance para llegar a pensar que el Estado ni siquiera debería tener voz en algo tan íntimo como el matrimonio. Y a fin de cuentas, lo que acaba de suceder es que la Corte Suprema le quitó al Estado la facultad de prohibirles a los homosexuales casarse, es decir, redujo su potestad, no la aumentó. Sí, sigue siendo un reconocimiento o un permiso que el Estado debe otorgar, pero nadie ha dicho que la causa liberal termina aquí. Es una victoria, y no será la última.
La libertad se la gana a través de pequeños pasos, pequeñas batallas. Y así como se la pierde de forma progresiva, se la gana de la misma manera. El 26 de Junio de 2015, el amor ganó y la libertad también.
*:Del mismo modo, casos como el de Memories Pizza en Indiana o Barronelle Stutzman en Washington nos recuerdan que las decisiones e intercambios voluntarios son los que deberían prevalecer. El núcleo de este asunto está en un enfoque del concepto de discriminación que sobrepasa y atenta contra las decisiones voluntarias, y que puede suceder no sólo con los homosexuales sino con cualquier grupo que se considere minoritario e incluso cualquier individuo. Lo que debe quedar claro es que así como yo no puedo forzar a nadie a aceptar mis creencias o mi modo de vida, tampoco puedo forzar a nadie a prestarme sus servicios. La legalización del matrimonio homosexual llega a ser irrelevante aquí porque nuestros esfuerzos en este sentido deben apuntar al origen del problema, no a una de sus aristas.
Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele al Director del Blog de EsLibertad, Humberto Martínez, a [email protected].