Miembro de Estudiantes por la Libertad Argentina y del Equipo de Bloggers de Eslibertad
Artículo publicado originalmente el 22 de diciembre del 2016.
En política, la representación es el acto mediante el cual un representante actúa en nombre de un representado para la satisfacción de sus intereses. Y en gobierno representativo, el titular del poder político (el pueblo, soberano) no lo ejerce por sí mismo, sino por medio de sus gobernadores o legisladores. Así, la representación política ocurre cuando los actores políticos hablan, abogan y actúan en nombre de otros en la arena política. Consiste en hacer presentes las voces, opiniones y perspectivas de los ciudadanos en el proceso de elaboración de políticas públicas.
Según Alan Touraine, no hay democracia que no sea representativa, y la libre elección de los gobernantes por los gobernados estaría vacía de sentido si éstos no fueran capaces de expresar demandas, reacciones o propuestas formadas en la “sociedad civil”.
La crisis de representatividad se da cuando se rompe este vínculo entre el gobernador y los gobernados. Frecuentemente se asocia con que los partidos políticos parecen distanciarse de quienes los eligieron y la misma sociedad se cuestiona su rol y modifica las formas tradicionales de relación con los mismos. Sin embargo, ésta no es la única razón.
Esta crisis se da por procesos complejos, que tienen también que ver con cambios sociales como el incremento del individualismo o la pérdida de influencia de las asociaciones tradicionales (sindicatos, grupos de presión, etc.). Todos ellos habrían contribuido a potenciar un sentimiento profundamente antipolítico que se refleja en la demanda de cesión de poder a los expertos u organizaciones profesionales “no partidistas”, pero que también explicaría la deriva populista de nuestras democracias.
En América Latina podemos encontrar principalmente dos causas de esta crisis de representación. La primera, y la más obvia, es la decadencia de los representantes políticos, en cierta medida avalado por la ciudadanía. La segunda corresponde más a problemas estructurales de nuestro sistema político. La consolidación de un régimen político no implica necesariamente la del sistema político. Y es así como vemos que, si bien nuestros regímenes políticos pueden considerarse consolidados (en cuanto al consenso sobre poderes e instituciones del Estado y las reglas del juego político), a los sistemas políticos les falta un largo camino por recorrer todavía, con una cultura y comunidad política debilitada, la opinión pública sesgada y estructuras de intermediación deficientes.
Merece especial atención el fracaso de los partidos políticos. Por definición, su función principal es la defensa de unos intereses determinados y tiene por objetivo alcanzar el poder político, ejercerlo y lleva a cabo un programa político; es decir, ser la articulación entre Estado y sociedad. También debe producir el liderazgo político, emanado de entre sus cuadros o con el apoyo de sus estructuras de elección y decisión. Resulta fundamental la estabilidad de los partidos, su persistencia en el tiempo, y especialmente su coherencia. Ésto facilita el conocimiento entre electores y partidos, la articulación de una visión y un discurso reconocible, la acumulación de experiencia y el desarrollo de carreras políticas.
Sin embargo, en Latinoamérica viene sucediendo todo lo contrario: los partidos no producen a los líderes, sino los líderes a los partidos. A veces incluso se toman líderes de un perfil público adquirido en otros ámbitos que crean un partido en la que se apoyan para concurrir a las urnas. En Bolivia, por ejemplo, la emergencia de una clase media indígena constituyó la clave del ascenso de Evo Morales. Y esto presenta una doble alarma: por un lado, la falta de continuidad de los partidos, y por el otro, la predictibilidad de la acción política.
Ejemplo de este caso es el de Guatemala, donde desde la instauración de la democracia, ningún partido ha obtenido un segundo mandato; y los candidatos a éste a menudo concurren a la presidencia con un partido distinto de una a otra elección. También resulta frecuente que, a lo largo de la legislatura, los diputados cambien de grupo parlamentario.
Otro ejemplo, es el de que, una vez elegido, el líder promueve la deformación del régimen que deriva en un autoritarismo, proclamando representar verdaderamente al pueblo frente a los partidos previos, desarrollando políticas populistas, acallando a otras organizaciones sociales y políticas que constituyan un obstáculo, e introduciendo reformas legales que permitan la reelección y afecten a la composición y competencias de las instituciones. El ejemplo por excelencia es la dictadura de Hugo Chávez en Venezuela desde 1999 al 2013.
La expresión más alevosa de la crisis de representación son la lógica destituyente de las movilizaciones populares y las dinámicas de liderazgos populistas. Se ha explicado la emergencia de los autoritarismos en América Latina en los ’70 por el apoyo que les otorgaron sectores de las clases medias por la pérdida de expectativas que conllevó la crisis económica. Vivimos una época de razonable crecimiento económico y desarrollo, que supone una ampliación y reconfiguración de las clases medias. Su apoyo y formación política son factores decisivos para la superación de esta crisis de representación y la conformación de un sistema estable de partidos (como ocurre con el sistema norteamericano). Brasil, por ejemplo, ya está implementando estas medidas: entre 2004 y 2007, fruto del crecimiento económico y las políticas públicas llevadas a cabo, la clase media pasó del 39,85% al 47,6% de la población, experiencia a partir de la cual se dan unas expectativas de futuro muy positivas, que lleva a las clases medias al apoyo a la democracia y al modelo socioeconómico impulsado.
Es por todo esto que la consolidación de partidos políticos representativos y estables se configura como escenario deseable y determinante de la consolidación de la democracia en América Latina.
Para que la democracia tenga bases sociales muy sólidas, es necesario lograr una correspondencia entre demandas sociales y ofertas políticas, o más simplemente entre categorías sociales y partidos políticos. Porque la democracia representativa depende tanto de la capacidad de elección de los representados como de la capacidad de representación de los representantes.
Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele al Director del Blog de EsLibertad, Humberto Martínez, a [email protected].