Liechtenstein, paraíso libertario

 David Chávez Salazar

Economista de la Universidad de La Salle

♦♦♦

En el corazón de los Alpes, entre Suiza y Austria, se encuentra Liechtenstein, uno de los cinco microestados europeos. Posee una extensión de 160 km2, de los cuales solo 50 son habitables debido a la complejidad geográfica, y una población de 37.000 habitantes, aproximadamente.

     A pesar de sus dimensiones, el Principado cuenta con una de las economías más libres y prósperas del mundo. Se calcula que su PIB per cápita (PPA) asciende a los 89.400 dólares (a precios constantes del año 2009), la tasa de desempleo promedio es del 3% y la deuda pública bruta es inexistente (0%).

     La economía es impulsada por sectores de alto valor agregado como el manufacturero, que se destaca por la producción de maquinaria sofisticada, y el financiero, que ha convertido al país en lugar de negocios para más de 70.000 corporaciones de todo el mundo. Está clasificado como un paraíso fiscal y a diferencia de sus vecinos del continente, el gasto público es extremadamente bajo, apenas del 20%.

     La falta de recursos naturales ha obligado a Liechtenstein a abrirse al mundo. Desde 1991 es miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio y desde 1995, del Espacio Económico Europeo, lo que le ha permitido gozar de acceso completo a los mercados de Suiza y la Unión Europea.

     ¿Cuál es la razón del éxito de Liechtenstein? Estos son algunos factores que pueden ayudar a contestar esta pregunta:

Formación pacífica 

Hacia el siglo XIII, el territorio actual de Liechtenstein se encontraba ocupado por los dominios de distintas familias nobles, como los Werdenberg, los Sulz, los Brandis y los Hohenems.

     En los siglos posteriores, estas zonas cayeron bajo la influencia del Sacro Imperio Romano Germánico. Vaduz obtuvo el estatus de “inmediación imperial” en 1396, por lo cual quedó bajo el dominio directo de la Dieta Imperial.

     En 1608, el Emperador Rodolfo II del Sacro Imperio Romano Germánico nombró Príncipe a un noble austríaco de nombre Karl de Liechtenstein. Éste es el fundador de la dinastía homónima. A él le sucedió Karl Eusebius, quien gobernó hasta 1684. A él le correspondió hacer frente a la cruenta Guerra de los Treinta Años.

     En 1699, con el fin de incrementar la influencia de la familia Liechtenstein dentro del Sacro Imperio, el Príncipe Hans Adam I compró el señorío de Schellenberg. En 1712 haría lo mismo con el condado de Vaduz (actualmente, capital de Liechtenstein). Siete años más tarde, estos dominios se unificaron para crear el Principado Imperial de Liechtenstein.

     En 1806, con la caída del Sacro Imperio Romano Germánico, Liechtenstein se convirtió en un estado independiente, estatus que fue ratificado por el Congreso de Viena y respetado por el mismísimo Napoleón.

      El proceso de formación de Liechtenstein encantaría a cualquier defensor de la libertad, pues no fue producto de la guerra ni la conquista, sino de intercambios pacíficos y voluntarios.

Sistema político 

Liechtenstein se rige por una monarquía parlamentaria. No obstante, a diferencia de lo que ocurre en otras monarquías, el Príncipe Soberano goza de enormes prerrogativas constitucionales, como el poder de veto, el nombramiento de autoridades judiciales, la destitución de ministros del gobierno y la convocatoria a referéndum.

     La existencia de una monarquía con amplios poderes representa enormes beneficios para cualquier nación. Esa es la tesis que defiende el economista alemán Hans Hermann Hoppe, quien afirma que existen dos elementos esenciales que hacen que el sistema monárquico sea superior al republicano: la preferencia temporal y la conciencia de clase [1].

  • Preferencia temporal. Según Hoppe, los monarcas tratan a sus naciones como su propiedad privada. De este modo se interesarán por conservar e incrementar el valor de la misma a través del tiempo. Entienden que para lograr este objetivo es necesario no interferir en el proceso de acumulación de riqueza de los ciudadanos. Por esa razón, se mostrarán reacios a imponer cargas tributarias excesivas. Eso significa que en una monarquía, la preferencia temporal es baja: se valora más el bienestar futuro sobre el presente.

     En el sistema republicano sucede todo lo contrario. Los gobernantes poseen una preferencia temporal alta, es decir, que valoran más (su) bienestar presente sobre los impactos de sus acciones a largo plazo. Esta valoración los obliga a buscar el máximo nivel de rentas – siempre a costa de los ciudadanos – en el corto periodo que se mantengan al frente del poder (generalmente de cuatro años). No les importará gravar a los ciudadanos con onerosas cargas tributarias con el fin de satisfacer su apetito.

  • Conciencia de clase. En la monarquía existe una clara separación entre la clase dominante y los súbditos. El monarca será autosuficiente y no dependerá de ingresos tributarios. Por su parte, los súbditos defenderán en todo momento sus libertades y se negarán a participar en cuestiones como la guerra, la cual percibirán como un problema personal de su soberano, no de ellos. Así mismo, los monarcas no tienen que pensar en elecciones, por lo que no recurrirán a la demagogia ni al fraude.

     En la república, se crea la noción etérea del “pueblo” que se funde con sus dirigentes, compartiendo un destino común, incluyendo la guerra. Por otra parte, en el proceso de elección democrática siempre suben los peores al poder, aquellos con mayor talento para engañar.

     Otro rasgo particular del sistema político de Liechtenstein es la posibilidad legal que tienen los once municipios que conforman el Principado de declarar la secesión. Por lo tanto el monopolio del Estado sobre el territorio puede fragmentarse en cualquier momento, lo cual es bueno desde el punto de vista de la defensa de la libertad.

Diplomacia inteligente

Debido a su tamaño, Liechtenstein depende de sus vecinos, Austria y Suiza. Mantener buenas relaciones diplomáticas y económicas con ambos es crucial para su supervivencia política. Así lo han entendido sus monarcas. Prueba de ello es que durante casi toda su historia, el Principado mantuvo una estrecha cooperación con el Imperio Austrohúngaro. Tras el involucramiento de este país en la Primera Guerra Mundial, Liechtenstein cambió sus preferencias diplomáticas hacia la pacífica y próspera Suiza, nación con la que selló una exitosa unión monetaria y aduanera que se mantiene hasta la actualidad.

     Si Liechtenstein se hubiese unido al esfuerzo bélico de Austria-Hungría, habría desaparecido del mapa.

Cultura libertaria

En Liechtenstein existe una cultura que privilegia el esfuerzo individual y la protección de la riqueza adquirida.

     En el Principado no existe la mentalidad del beneficiario. Todos aquellos ciudadanos que, por alguna circunstancia, se vean en la necesidad de acceder a los beneficios sociales otorgados por el Estado deben comprometerse a buscar empleo tan pronto como sea posible.

     Por otra parte, la evasión de impuestos no es considerada como un delito. La riqueza acumulada por los ciudadanos mediante el fruto de su trabajo queda blindada de los abusos estatales.


[1] Este análisis de la estructura política de Liechtenstein fue tomado del estudio de Andrew Young, titulado Freedom and Prosperity in Liechtenstein: A Hoppean Analysis. Referencia bibliográfica: Young. A. (2010). Freedom and Prosperity in Liechtenstein: A Hoppean Analysis. Journal of Libertarian Studies, Vol. 22, pp. 273-293.


Este artículo expresa Únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele al Director del Blog de EsLibertad, Humberto Martí­nez, a [email protected].

Back to Blog

Comments are closed.

X