Desde que el Chavismo asumió el poder a finales delos 90, su objetivo declarado fue la construcción de la “Patria Socialista”. Por ello los ojos del mundo se posaron sobre Venezuela esperando los resultados del nuevo experimento socio-político que pretendía desafiar la “hegemonía capitalista” de los EE.UU. Y con resultados a la vista, evidenciaremos que la “Guerra Económica” declarada por el Chavismo en las últimas semanas se originó en la ideología y estrategia de largo plazo de quienes conforman hoy el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela).
Ante el manifiesto desastre político, económico y social que vive Venezuela luego de 14 años de revolución socialista, los teóricos que han inspirado y apoyado el proceso de sus inicios, empiezan a desmarcar las ideas sembradas de los resultados cosechados. Así, el sociólogo Heinz Dietrich, señala al gobierno de Nicolás Maduro como el “gran teatro tragicómico de un farsante, no de un revolucionario”. Genera suspicacia que Dietrich afirme que los resultados del “Socialismo del Siglo XXI” serían diametralmente distintos a la catástrofe humana del -o los- socialismos del siglo XX, pero también que Maduro se ha desviado. Algo de sentido común muestra que trata de lavarle la cara y maquillar las ideas de fondo del socialismo para separar el letal experimento de sus claras y visibles implicaciones. Temen retratarse junto al Maduro percibido por gran parte de la comunidad internacional como un “idiota con superpoderes”.
Pero sin carisma y liderazgo, Maduro apostó por hundir el acelerador de la revolución bolivariana de forma menos pragmática que su predecesor, pero más radical y coherente con los principios del llamado «Libro Rojo» del PSUV. Ahí se pueden apreciar los fundamentos doctrinales, declaración de principios, las bases programáticas y los estatutos del partido en una visión que va del 2010 al 2030.
Leerlo atentamente deja claro que la “Guerra Económica” no es una declaración circunstancial y desesperada, es un acto deliberado para matar varios pájaros de un tiro:
Para algunos será difícil de creer y otros se empeñarán en seguir desconociendo (bien por ignorancia o conveniencia) el origen y finalidad ideológica de la “Guerra Económica”. Sin embargo, citando a Guillermo Rodríguez González: las evidencias están a la vista y son incontrovertibles, pensaron muy bien la ruta y sus dificultades, la pusieron por escrito a la vista de todos y la están siguiendo como un guion.
En medio de la ofensiva ideológica para someternos, lo mínimo para encontrar una salida es entender a que nos enfrentamos. De lo contrario no podremos salvarnos a nosotros mismos ni a nuestra circunstancia. En suma, desconocer la realidad no nos salvará de las consecuencias de ignorarla.
Varias políticas principales han sido puestas en marcha y deben ser comprendidas para enlazarlas a los efectos negativos que puedan llegar a tener. A continuación pueden leer un análisis de las principales problemáticas:
Inflación y Liquidez Monetaria
Uno de los principales problemas de tipo económico que conlleva la implantación de la estrategia política venezolana es la variación progresiva y constante del índice de precios al consumidor, la cual lleva una acumulación de 45,80% entre los meses de enero y octubre del 2013, según cifras del Banco Central de Venezuela.
Dicha variación corresponde al aumento de liquidez monetaria, la cual aumenta gracias a la impresión de nuevos billetes que no corresponden a la creación de nueva riqueza. La impresión de dinero se realiza con la finalidad de disminuir la deuda interna pública, producto de un alto gasto del Gobierno.
Esta inflación es un impuesto indirecto del gobierno para todos los usuarios de la moneda, ya que permite a los primeros receptores de los nuevos billetes utilizar este nuevo dinero antes de que los efectos de una mayor base monetaria se distribuyan por la economía, es decir antes de que suban los precios. Es conveniente, además, que sean los mismos políticos a través del estado quienes gozan d e este primer lugar y la prioridad para usar la masa monetaria.
La liquidez monetaria presenta una variación acumulada desde enero hasta principios de noviembre es de 52,17%, una cifra descomunal y muy dañina.
El aumento de controles al consumo de divisas se realiza con la intención de bloquear la fuga de dólares al mercado negro, donde se transa dicha moneda por un valor 600% por encima del precio establecido mediante el tipo de cambio fijo.
Siguiendo este orden de ideas, se han establecido subastas bajo la modalidad Vickrey, modificadas como mecanismo para la asignación de divisas. Sin embargo, dicha modalidad no ha sido llevada a cabo al pie de la letra ya que, la metodología para la asignación del precio a cancelar por los dólares adjudicados se desconoce. A pesar de que este mecanismo representa una vía alternativa de devaluación del bolívar, las reservas internacionales han ido disminuyendo a lo largo del 2013. Del 02 de Enero al 18 de noviembre, las reservas han presentado una disminución del 29,12%.
Los precios máximos son medidas desesperadas por controlar fenómenos inflacionarios sin disminuir el nivel de gasto público ni la impresión de dinero fiduciario. Debido a que la fijación de un precio máximo se hace por debajo del precio de mercado, se produce un desincentivo a la inversión y un aumento de los indicadores de riesgo-país, ya que a través de la medida tomada se vulnera la propiedad privada.
Como consecuencia, el resultado es que la demanda supera la oferta de bienes, se disminuye el nivel de oferta por cierre de empresas con déficit en su flujo de caja o poca capacidad para reponer inventarios.
Este tipo de medidas son alarmantes cuando sector privado tiene una participación de 58,75% en el PIB del segundo trimestre del año en curso. Parece que el mensaje enviado a través de la economía es que la producción es mala, y el problema es que el ciudadano/consumidor debería preocuparse por la escasez de productos (algunos de primera necesidad) a la que se enfrenta como consecuencia.
En Venezuela, el tergiversado mundo ideológico no es un problema que nació hace catorce años ni mucho menos al lanzarse la más reciente afrenta “económica”. Más bien, viene con nosotros desde la época de Bolívar y la independencia y si analizamos el largo plazo, no resulta una sorpresa que dentro de la conciencia colectiva de los venezolanos, exista la añoranza de un presidente o líder mesiánico, que intervenga y solucione todos los problemas existentes del país.
A mayores las proporciones de las crisis políticas y económicas, mayores son las expectativas de los venezolanos hacia el estado. Esta visión, tan enraizada en la cultura de nuestro país, se vuelve la principal plataforma para el populismo y el intervencionismo de los gobernantes de turno. Posiblemente esta creencia ha sido la mayor contribuyente a la crisis actual, como si los mismos venezolanos se hubiesen puesto una soga al cuello.
El resultado es el legado chavista que conocemos como el socialismo del siglo XXI, que a pesar de ser caracterizado por un grado de intervención tan grande como el que los venezolanos desearon, los resultados se dejan ver como claramente negativos. Los gobernantes han intervenido para privar a Venezuela de libertad económica y reducir los derechos de sus individuos. ¿El resultado? Una clase baja atrapada en la pobreza y dependencia que implican las regalías del estado, y el resto de la población sólo se ve cada día más desangrada por el monetarismo central.
Notoriamente, aquellas promesas de igualdad se están cumpliendo, sólo que Venezuela no sabía que éstas se trataban de una igualdad en la pobreza. Irónicamente, antivalores como la envidia, el oportunismo y la corrupción van creciendo más y más, al tiempo que se logra ese proyecto político igualitarista.
Lo más curioso es que hasta la misma oposición al gobierno apoya un sistema de socialdemocracia, pero cabe preguntarse si es acaso posible oponerse al socialismo exigiendo “otra clase” de socialismo. El pasado parece revelar que no y de hecho, oponerse al socialismo exigiendo el sistema contrario es mucho más coherente.
En pocas palabras, el verdadero camino de desarrollo para Venezuela, comenzará cuando el mundo de las ideas empiece a cambiar y sus ciudadanos abandonen la solicitud que le dio origen.
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