¿Y a mí para qué me sirve la libertad?

Rebeca Morla

Coordinadora de Estudiantes por la Libertad

Artículo publicado originalmente el 11 de noviembre del 2013.
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Días atrás, conversando con unos amigos, escuché una frase que es frecuente entre los jóvenes y que me parece terrible:

“Si no me interesa la política, ¿para qué me sirve hablar sobre libertad?”.

     Explicar la combinación de frustración, decepción e impotencia que sentí en ese momento es muy complicado. “Lo que pasa es que tú eres liberal y piensas diferente”, me dijeron. Esta es la respuesta en modo de broma que estoy acostumbrada a recibir por parte de muchas personas y que, de seguro, escuchan a diario varios liberales. Por eso, decidí escribir este artículo para mostrar por qué no sólo por ser liberal me importa el tema, y espero lo lean en algún momento él y todos los que comparten esta idea, no solo equivocada sino muy peligrosa.

     Hay dos ideas puntuales a tratar: primero, la relación exclusiva que se hace entre libertad y política; y segundo, que la libertad se da por sentado.

     En primer lugar, cabe recalcar que les importe o no la política, es necesario estar al tanto de la coyuntura porque las leyes del país en el que vivimos rigen nuestras vidas y cualquier acción estatal que no defienda derechos individuales está limitando alguna de nuestras libertades. Sin embargo, la libertad no está relacionada exclusivamente con la política, o con la economía. ¡La libertad está relacionada con todo, en todos lados!

      Si no me creen, considérenlo de la siguiente forma: En Ecuador, el gobierno prohibió la comercialización de bebidas alcohólicas los domingos, con el fin de reducir la inseguridad en el país. Para todos aquellos que solían disfrutar de los partidos de fútbol, o un almuerzo  en familia, acompañados de cerveza, ya no es posible. Obviamente, los que quieran hacerlo pueden comprar sus cervezas con días de anticipación, o conseguir que alguien se las venda incumpliendo con la ley. La pregunta es, ¿le corresponde al Estado hacer esto?

      Sigamos con otro ejemplo. Aquel emprendedor que finalmente consiguió el capital para empezar con su negocio propio, además de planificar su estrategia de trabajo, encontrar personal y las múltiples actividades que conlleva iniciar una empresa, resulta que tiene incontables trámites por hacer. A esto se le suma la simpatía que debe ganarse entre varios funcionarios públicos, o encontrar alguna persona conocida que trabaje en una institución pública y ayude a agilizar un poco el papeleo correspondiente. Todo esto implica tiempo y, como bien dice el dicho, el tiempo es dinero. Y mejor ni hablar de los impuestos y trabas comerciales, que a quienes más perjudican es a los pequeños y medianos empresarios.

      Pongamos un caso más. El cierre de los casinos en Ecuador. Repentinamente y mediante un decreto, avalado después en consulta popular, se tomó la decisión de que estos establecimientos debían ser cerrados para lograr “un ambiente sano” y sin vicios. ¿Entra dentro de las funciones del Estado decidir cómo las personas deben gastar su propio dinero o en qué ambientes ocuparse?

      Así paso al segundo punto: la libertad se da por sentado. Creo que las tres situaciones mencionadas bastan para mostrar el craso error que se comete tan fácilmente. Pensar que somos libres y que no hay nada que nos pueda quitar esta libertad es casi tan peligroso como un niño jugando con fuego. La intervención estatal, disfrazada de benevolencia, o de seguridad, o de la tan famosa “justicia social” atenta constantemente contra nuestra libertad, pero de una manera tan sutil que pueden resultar imperceptibles hasta el momento en que ya es muy tarde para reaccionar. Lo que alguna vez pareció tan obvio y que tomamos por sentado, puede desaparecer y cambiar la forma en que compartimos tiempo en familia, nuestros momentos de ocio y nuestros proyectos personales o empresariales.

      Sí, la libertad se origina en la política, pero no se queda ahí. Bien dijo Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos, que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Por eso, nos corresponde a todos nosotros estar alertas y saber cuidarla. Cuando alguien diga que no le interesa hablar sobre libertad, por favor, sugiéranle que lo piense dos veces.

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