El antiguo poeta griego Hesíodo optaba por el trabajo productivo en lugar de la expropiación violenta.
En El Estado, su obra de 1908, el sociólogo alemán Franz Oppenheimer hace su célebre distinción entre “dos medios fundamentalmente opuestos por los cuales el hombre, requiriendo alimento, se ve impulsado a obtener los recursos necesarios para satisfacer sus deseos” – específicamente, a “el trabajo propio y el intercambio equivalente de ese trabajo por la labor de otros” lo designa “medios económicos”, y a “la forzada apropiación del trabajo de otros,” la designa “medios políticos”. Oppenheimer definió respectivamente al Estado, dada su dependencia en los impuestos, como “la organización de los medios políticos”, teniendo éste su esencia en “la explotación de la labor humana.” [1]
El escritor griego más asociado a la idea de defender los medios económicos y condenar los medios políticos es Hesíodo.
Hesíodo y Homero son, sin dudas, los hermanos fundadores de la poesía épica griega. La tradición los hace contemporáneos y rivales poéticos; un tardío relato (siglo II a. C., aunque tal vez proveniente de material más antiguo) incluso encuentra a Hesíodo vencedor sobre Homero en una contienda pública, habiendo decretado el jurado que “era lo correcto que aquel que incitaba a los hombres a seguir el sendero de la paz y la agricultura se llevará el premio que aquel que se caracterizaba por la guerra y las masacres”.[2] Pero mientras los poemas de Hesíodo parecieran datar del siglo VIII y VII a. C.– siendo en los tiempos en que se creé que el corpus de Homero tomaba su forma actual – no hay, de hecho, evidencia definitiva de que alguno de los autores fuera consciente de la existencia del otro (si es que siquiera existió un individuo “Homero” o un “Hesíodo”).
Mientras que los poemas de Homero no contienen autorreferencias del autor, los de Hesíodo lo identifican – aunque desconocemos la certeza de los datos– por nombre, profesión y localización geográfica, como un granjero en la región del Monte Helicón en el centro de Grecia, un lugar que describe como “santo” en uno de sus trabajos, y como “malo en invierno, agotador en verano, y bueno en ninguna estación” en otro.[3] En Trabajos y Días, un poema que instruye en cómo ser un granjero exitoso dirigido a su, al parecer, no muy talentoso hermano Perses, Hesíodo resume su experiencia en la agricultura, y, en líneas generales, en la vida.
Aunque la actitud hipócrita y el moralizador y religioso sermón puede a menudo hacernos simpatizar con Perses, en Trabajos y Días Hesíodo ofrece, en espíritu protolibertario, una sostenida defensa de los medios económicos sobre los medios políticos. “Escucha a la justicia”, Hesíodo aconseja a Perses, “y deja de lado toda noción de violencia”; los “peces, animales salvajes y los pájaros” pueden “alimentarse unos de otros, ya que no existe la idea de justicia entre ellos”, pero “a los hombres (Zeus) les dio justicia”, que es “la mejor cosa que poseen”.[4] Hesíodo condena a la fuerza y al fraude: “Los bienes no deben ser obtenidos” ni por “fuerza de las manos” ni por “astucia de… la lengua”.[5] Existe una razón personal detrás de este consejo; según Hesíodo, gran parte de su propia herencia le fue injustamente adjudicada a su hermano Perses, quien primero la obtuvo en un litigio sobornando a los jueces, y luego,[6] habiendo derrochado gran parte de ésta, volvió a Hesíodo rogando por más, y en efecto recibió la ayuda de su hermano hasta que éste perdió la paciencia.[7]
La forma correcta de obtener bienes le dice Hesíodo a Perses, es en realidad a través del trabajo productivo:
El hambre es la compañía constante del hombre que no trabaja…
Es por el trabajo que los hombres se enriquecen y obtienen rebaños y manadas…
Trabajar no es deshonra; la deshonra está en no trabajar…
La vergüenza va con la pobreza, pero la confianza va con la prosperidad. [8]
Hesíodo enfatiza los beneficios materiales de la productividad, y alienta a Perses a desarrollar hábitos de ahorro y previsión: “Piensa en una forma de pagar tus deudas, y escapar del hambre”[9] “no será verano para siempre. Es mejor que el refugio esté en construcción”.[10]
Hesíodo también apremia a su hermano para que cultive la virtud de la reciprocidad, ya que le será difícil obtener ayuda de otros si él no está dispuesto a ofrecerla:
Mide bien lo que le pidas a tu vecino, luego págale justamente en la misma medida, o más que eso, si puedes; así, cuando lo necesites en otra ocasión, lo encontrarás dispuesto. … Damos al hombre que es generoso; nadie da a quien es mezquino.[11]
Si bien Hesíodo defiende el trabajo productivo, sería erróneo decir que lo celebra. La mayor parte del tiempo lo considera un mal necesario, y recuerda con nostalgia los tiempos dorados en que “la raza de los hombres” vivía “libre del trabajo laborioso”.[12] El potencial de las tecnologías que ahorran trabajo lo atormenta: “Los dioses han escondido… lo que podría ser la vida de los hombres”, en la que “en un día podrían fácilmente trabajar lo suficiente como para mantenerse por un año, sin la necesidad de seguir trabajando”.[13] Pero en contraste con la creencia cristiana sobre el eventual regreso al paraíso del que la humanidad se vio exiliada, Hesíodo concluye lóbregamente que “nunca durante el día cesarán el trabajo y el dolor, así como en la noche la fatiga”.[14] Aunque tal vez no sea completamente consistente en esto, dado que también se extiende a la posibilidad de una comunidad de hombres “honrados y justos” quienes “hacen su trabajo como si éste fuera una vacación”, mientras que “la tierra que da granos los retribuye con su cosecha” y “prosperan en todo sentido”.[15]
La crítica de Hesíodo a la fuerza y el fraude no se confina a actores íntimos, sino que también ofrece animosas acusaciones sobre los gobernantes en sus días. A diferencia de Homero, quien se enfoca en la perspectiva de reyes y nobles (aunque, como he argumentado, no siempre está de acuerdo con dicha perspectiva), Hesíodo presenta la perspectiva del plebeyo, denunciando “varones que comen sobornos”[16] y “gobernantes … quienes por sus propios motivos codiciosos tuercen el curso de la justicia”,[17] y comparando a los aristócratas con aves de presa, con sus indefensas víctimas “ensartadas en sus garras”.[18]
En Hesíodo, en efecto, vemos a los héroes de la épica de Homero desde abajo, a través de los ojos de un Tersites despierto y reivindicado. Hesíodo, sin embargo, no pretende repetir el error de Tersites al retar directamente a la autoridad – lo considera “un tonto que intenta igualar su fuerza a la de los más fuertes”.[19] Hesíodo aprendió esa lección con el castigo impuesto por los guardias de Odiseo a éste (aunque nuevamente, si Hesíodo conoce la épica homérica y responde directamente a ella no está claro aún).
La defensa de Hesíodo a la producción y el intercambio por sobre la fuerza y el fraude tiene sus límites, sin embargo. Hesíodo nunca cuestiona la legitimidad de la esclavitud, pero en cambio da por sentado que su granjero ideal tendría también sirvientes que, bajo toda apariencia, son esclavos. La subordinación de la mujer al hombre y la explotación de la mujer en el trabajo doméstico tampoco son cuestionadas.[20] En efecto, un fuerte recelo hacia las mujeres – quienes “viven con los hombres mortales, y son un gran pesar para ellos” – corre a través de los principales poemas de Hesíodo; por ejemplo, aconseja:
No dejes que ninguna embelesadora mujer engañe tu intuición con lo fascinante de su figura. Es tu granero lo que anhela.
Cualquiera que confía en una mujer confía en un adulador. [21]
Y el mito de Pandora, que trata la creación de la mujer como una maldición enviada por Zeus para castigar a los hombres, encuentra sus más tempranas enunciaciones en Hesíodo.[22] No es sorpresa que Hesíodo estuviera más alerta de aquellas formas de opresión por las cuales él y gente como él sufría, que aquellas por las cuales él y gente como él se veían beneficiados.
Referencias:
[1] The State chapter 2, section heading “Political and Economic Means”
[2] Of the Origin of Homer and Hesiod, and of Their Contest
[3] Theogony 23, Works and Days 640; Richmond Lattimore, trans., Hesiod: The Works and Days; Theogony; The Shield of Herakles (Ann Arbor: University of Chicago Press, 1959).
[4] Hesíodo, Los Trabajos y los días 275-280.
[5] Hesíodo, Los Trabajos y los días 320-322.
[6] Hesíodo, Los Trabajos y los días 30-39.
[7] Hesíodo, Los Trabajos y los días 394-397.
[8] Hesíodo, Los Trabajos y los días 303-319.
[9] Hesíodo, Los Trabajos y los días 404.
[10] Hesíodo, Los Trabajos y los días 503.
[11] Hesíodo, Los Trabajos y los días 349-355; cf. 109-119.
[12] Hesíodo , Teogonía 90-91.
[13] Hesíodo, Los Trabajos y los días 42-44.
[14] Hesíodo, Los Trabajos y los días 177-178.
[15] Hesíodo, Los Trabajos y los días 231-237.
[16] Hesíodo, Los Trabajos y los días 38-39.
[17] Hesíodo, Los Trabajos y los días 261-262.
[18] Hesíodo, Los Trabajos y los días 203-204.
[19] Hesíodo, Los Trabajos y los días 210-215.
[20] Hesíodo, Teogonía 591.
[21] Hesíodo, Los Trabajos y los días 373-375.
[22] En Hesíodo, Teogonía 570-602, y para mayor referencia en Los Trabajos y los Días 57-95.
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