La Libertad y el Estado
Anderson Riverol
Miembro del Comité Académico de CEDICE e integrante de Estudiantes por la Libertad Venezuela
Artículo publicado originalmente el 03 de mayo del 2016
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Hoy la Libertad y el buen gobierno no se excluyen mutuamente; y hay excelente razones para que sigan juntos. La libertad no es un medio para alcanzar un fin político más elevado. Es por sí misma el más alto de los fines políticos. No se persigue en vistas a obtener una buena administración pública, sino para permitir que puedan perseguirse los fines más altos de la sociedad civil y la vida privada” –John Emerich Edward Dalberg-Acton.
El efecto del socialismo en nuestro continente ha traído como consecuencias ciertas distorsiones en la apreciación de la sociedad como concepto; esto al punto de que algunas personas, frustradas por el devenir de las circunstancias, atacan la vocación política, convirtiéndose a veces en cómplices del avance de las ideas que no funcionan, que son las ideas demagógicas y fetichistas de la izquierda latinoamericana.
El ataque a la vocación política en general es peligroso ya que desmoraliza y desmoviliza a aquellos que creen que pueden hacer los cambios y que están conscientes de que el fin de la política es la libertad y el bien común, siendo este la sinergia de la suma del bien individual. En esta dinámica, las posturas que sin duda agarran fuerzas son las de la socialdemocracia, que con su populismo dosificado han llevado la discusión de la existencia de la lucha de clases hacia otros temas como el de la “redistribución de la riqueza” que, enfocada con astucia revisionista, es capaz de convencer a los ciudadanos de que realmente la riqueza no se crea, sino que nace de los árboles y que en la medida de su redistribución, aumentará lo que llaman victorias sociales.
Mientras algunos se centran en discusiones pírricas, la izquierda y sus miserias avanzan. Y si bien siempre nos hemos quejado del mal gobierno, de sus ataques a la libertad de expresión o la propiedad privada, aun es poco lo que hacemos para cambiarlo. Y ese es el motivo de que muchos de nuestros Estados se hayan convertido de la mano de los socialistas o socialdemócratas en kakistocracias o las “repúblicas de los peores”, donde confluyen las desvirtuaciones en estado puro de la republica que son: la Tiranía, la Oligarquía y la Demagogia.
Podemos tener un Estado donde exista la libertad, pero para eso debemos lograr tener un gobierno que sepa que sus funciones son: la policía para proteger a los ciudadanos, la fuerza armada para la protegernos de los invasores foráneos, los tribunales para que resuelva los problemas entre los ciudadanos y otros que se considere necesario para la protección de la vida privada de los ciudadanos. Un gobierno que sea federal, puesto que el federalismo es el máximo defensor de las minorías y el auto-gobierno. Y donde se sepa que el ejercicio ilimitado del poder conduce inevitablemente a la corrupción como es nuestra experiencia latinoamericana con el socialismo del siglo XXI.
Lograr construir un Estado libre, en el que existe el reconocimiento por la diversidad, donde la minoría no puede oprimir a la mayoría, ni mucho menos la mayoría puede oprimir a la minoría, porque existe el respeto a los derechos individuales. Un Estado Libre en el que se contempla la economía de Mercado y se apoya en la globalización para hacer crecer y hacer surgir con sus capacidades individuales a los que tienen menos.
Y la construcción de un Estado libre va de la mano con la construcción de una república liberal donde los individuos participen y puedan construir su futuro, donde los intelectuales generen el conocimiento para que esta sociedad libre sea cada vez más moderna y donde los políticos en el ejercicio del poder realicen eficientemente su trabajo.
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