Mi experiencia en la universidad no fue como esperaba: fui víctima de abuso sexual. Era algo que pensaba nunca iba a pasarme a mí. Era algo que sólo les pasaba a otras personas, algo que ves en “La Ley y el Orden: UVE”. En lugar de que aparecieran los detectives Benson y Stabler para salvar el día, me encontré totalmente destruida – rememorando los eventos de ese día una y otra vez en mi cabeza, preguntándome qué había hecho mal.
Fui criada entre armas de fuego, y fui instruida sobre la portación responsable de éstas desde una edad muy temprana. Cuando cumplí 21 años y fui legalmente capaz de portar una pistola, inmediatamente me sentí más segura. Nada podía lastimarme mientras tuviera mi arma conmigo.
Pero había un pequeño problema: mis derechos otorgados por la Segunda Enmienda no existían en el campus de mi universidad.
Era ingenua y creía lo que me decían durante la orientación: que no había necesidad de preocuparse, porque la policía del campus está a sólo un llamado de distancia. Todo estuvo bien hasta esa fatídica noche en la que me convertí en una más en las estadísticas.
Los detalles de ese horrible acontecimiento no importan. Lo que sí importa es esto: Investigaciones han demostrado que las mujeres entre los 18 y 24 años son tres a cuatro veces más propensas a ser víctimas de violencia sexual que el resto de las mujeres. Dada mi crianza, mentiría si dijera que mi abuso sexual me cambió de opositora a la portación de armas a defensora de la Segunda Enmienda, pero sí me hizo más consciente.
Mi violación me dejó algo muy claro: Mi derecho a auto-defenderme no debería estar abierto al debate.
No importa si eres una feminista de corazón sensible que activamente trata de luchar contra la cultura de la violación. No importa si crees que la cultura de la violación no existe. Realmente ni siquiera importa si no crees el relato que te estoy contando ahora.
Lo que importa es que las mujeres merecen tener el derecho de elegir cómo defenderse.
De acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas sobre Educación, este otoño hay 11.5 millones mujeres en institutos y universidades en los Estados Unidos, comparado a 8.9 millones de hombres. Las mujeres son claramente mayoría en los campus de nuestras universidades, y sin embargo no estamos haciendo todo lo necesario para otorgarles el poder de defenderse a sí mismas de posibles daños. Debemos empoderar a las mujeres y darles una opción: La opción de tener su seguridad en sus propias manos permitiéndoles portar legalmente un arma oculta en los campus de las universidades públicas.
Soy una ciudadana respetuosa de la ley y superé bastantes dificultades presentadas por el gobierno para obtener mi permiso de portación oculta de arma. He demostrado ser competente para usar armas de fuego y he tomado las clases de seguridad necesarias. Permití que el gobierno llevará a cabo la revisión obligatoria de mis antecedentes. Incluso pagué la tarifa de solicitud de $50 de Virginia. Tengo permitido defenderme en cines, centros comerciales, y muchos otros lugares públicos, pero mi derecho a la autodefensa me es repentinamente negado en la mayoría de los campus de las universidades públicas. ¿Por qué?
Luego del abuso, tomé un tiempo fuera de la escuela para recuperarme emocionalmente, y luego de mucha reflexión decidí que lo mejor para mi salud mental era abandonar mi antigua universidad y volver a casa. Actualmente, asisto a una universidad en mi ciudad natal y planeo recibirme en mayo. Aunque he retomado mi vida y trabajo activamente para sanar, el dilema permanece.
Con el fin de graduarme en tiempo y forma, debo tomar clases nocturnas. Cuatro noches a la semana, dejo el campus cuando ya está oscuro. No puedo expresar cuán segura me sentiría si supiera que tengo conmigo un método confiable para defenderme – pero en el campus de mi universidad, no lo tengo.
Me encuentro indefensa.
Todavía llevo conmigo las cicatrices emocionales del abuso sexual, pero decidí hacerme escuchar. Me niego a ser victimizada de nuevo, y lo único que pido es ser capaz de utilizar los derechos que me garantiza la Segunda Enmienda de la Constitución para asegurarme de no volver a ser una víctima nunca más.
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