El legado de la Antigua Grecia a la libertad: Eurípides y las desgracias de la guerra

 

Roderick T. Long

Artículo publicado originalmente en Libertarianism.org con el título Ancient Greece’s Legacy for Liberty: Eurípides on the Woes of War. Traducido al español por Victoria Giordano, Miembro del Equipo de Traductores de Estudiantes por la Libertad 
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Las obras de Eurípides condenan a la guerra en áreas que los libertarios encuentran atractivas.

   La carrera de Eurípides como dramaturgo trágico coincide en gran medida con la Guerra de Peloponeso, un largo y destructivo conflicto entre Atenas y Esparta que convulsionó a Grecia por tres décadas. [1] Dos de sus tragedias en particular – Las Troyanas y Helena – al representar los eventos de la Guerra de Troya y sus consecuencias, parecieran tener una deliberada similitud a la guerra que se estaba llevando a cabo en los días de Eurípides, y conllevan un fuerte mensaje en contra de la guerra.

   Las Troyanas, producida en el 415 AC, describe el brutal trato que recibieron los troyanos, conquistados por los victoriosos griegos. La difícil situación de las cautivas de Troya era un tema que Eurípides ya había igualmente abordado en su obra previa, Hécuba y Andrómaca; pero la condena a la conducta griega es todavía más salvaje en Las Troyanas, la cual es generalmente entendida como una crítica codificada a la igualmente brutal conquista atenea de la isla de Melos más temprano ese mismo año, en la cual los vencedores masacraron a todos los hombres mientras que esclavizaron a todas las mujeres y niños. [2] El lamento de la reina troyana por el asesinato de su pequeño nieto y su reprimenda a los aqueos (griegos) que lo mataron por razones políticas, debe haber sido escuchado por los oídos equivocados:

¡Aqueos! Toda su fuerza está en sus lanzas,

no en la mente.

¿Qué es lo que temen, que hizo que mataran a este niño tan salvajemente?

¿Qué Troya, qué cayó, pueda levantarse del suelo una vez más?. [3]

   Tres años después, en el 412, Eurípides regresa al tema de la Guerra Troyana con Helena. Esta obra surge a raíz de la desastrosa derrota atenea en Sicilia en el 413, en la cual los atenienses perdieron miles de soldados y barcos; el énfasis de Eurípides en el horror y futilidad de la guerra debe haber resonado entre la desmoralizada audiencia ateniense.

   En la versión estándar de la leyenda, Helena abandona a su esposo Menelao para acompañar al príncipe troyano Paris – voluntariamente para algunos, involuntariamente para otros – provocando de esta forma la Guerra de Troya. Pero para esta obra, Eurípides presenta una variante a la tradición, en la cual Helena nunca fue a Troya sino que pasó la guerra cautiva en Egipto como resultado de un engaño planeado por los dioses, quitándole de esta manera el sentido a toda la expedición helénica (o griega) para recuperar a Helena de Troya (o Ilión). Helena explica:

Yo me encontré encerrada por Hermes, ocultada…

y dejada por él donde me ven [en Egipto]…

pero mientras tanto mi desventurado señor [Menelao],

reunió una armada para seguir el rastro de mi abducción,

y atacó las torres de Ilión. [4]

   Aunque la expedición de Menelao fue una tontería, y “toda su ardua lucha fue peleada por nada” [5] – mientras Helena misma es erróneamente “maldecida por todos y considerada traidora de mi señor / y para los helenos encendió la llama de una gran guerra”. [6] El motivo de los dioses al perpetrar esta decepción, era engañar a la raza humana en una infructífera guerra con el fin de despoblar la tierra:

[Zeus] cargó con la guerra al suelo helénico…

para liberar a nuestra madre tierra

del peso y la multitud de la humanidad. [7]

   Debe haber sido por la devastadora derrota siciliana del año previo; aún fresca en sus mentes que la audiencia de Eurípides escuchó el feroz lamento por los muertos de ambas partes del conflicto troyano:

Ah, Troya, la infeliz,

por las cosas que nunca se hicieron,

moriste, lastimada penosamente…

Madres que vieron a sus niños morir,

doncellas que cortaron sus largos cabellos por parientes que

fueron asesinados junto a las aguas del Escamandro frigio.

Hellas también ha llorado, ha llorado

fuertemente y con lamento,

ha golpeado sus manos contra su cabeza

y con el rastro de sangre en sus uñas

rasgó la suavidad de sus mejillas. [8]

   Los sentimientos de Helena hicieron eco en el coro de mujeres cautivas, condenando a la guerra como tal, y remarcando las vidas que podrían haberse salvado si los griegos y los troyanos hubieran recurrido a la negociación en vez de a la guerra:

Me lamento por las duras penas de Helena,

por todo el sufrimiento,

todas las lágrimas de las hijas de Troya,

por las lanzas sostenidas por los aqueos…

y hubo muchos aqueos que por la lanza,

y por el golpe de una roca han muerto y son entregados,

en vano, a Hades.

Por éstos, esposas infelices han cortado sus largos cabellos.

Las recámaras de sus amores quedan abandonadas…

Necios, todos ustedes, que en la fuerza de las lanzas

y en la despiadada guerra buscan la gloria,

intentando estúpidamente detener el dolor en el mundo.

Si una sangrienta discusión arregla el problema,

nunca más el odio se marchará de las ciudades de los hombres.

Por odio ellos ganaron los aposentos de la ciudad de Príamo;

podrían haber resuelto con la razón y las palabras la disputa…

Ahora éstos son entregados al Dios de la Muerte debajo nuestro. [9]

   En contexto, la clara implicación es que el conflicto que estaba en marcha entre Atenas y Esparta, por el cual los ateneos estaban sufriendo cruelmente, fue en sí mismo un terrible error, peleado por vacilantes pretextos, y un error que podría haber sido igualmente evitado a través de la negociación. Y Helena continua con un aún más amplio principio libertario:
Dios odia la violencia.

Él ha ordenado que todos los hombres justamente posean su propiedad,

no que la usurpen. …

Está el cielo, en el que todos los hombres están juntos,

en él está el mundo en el que vivimos,

ocupado por las casas que nos pertenecen,

no poseemos las de otros,

ni se las arrebatamos de las manos por la fuerza. [10]

   En resumen, la oposición de Eurípides en la guerra está basada en la crítica general a la agresión hacia una persona o la propiedad de otro.


Referencias:

[1] The war ran from 431 to 404 BCE; Euripides’ earliest surviving play, Alcestis, was produced in 438 (though other plays, now lost, reportedly preceded it), and he was still turning out plays at the time of his death in 406.

[2] On the Athenian treatment of Melos, and the might-makes-right arguments (possibly invented by Thucydides) with which the Athenian conquerors purportedly sought to justify it, see Book 5, chapter 17 of Thucydides’ History of the Peloponnesian War.

[3] Euripides, Trojan Women 1158-1161; Richmond Lattimore translation, in David Grene and Richmond Latimore, eds., Euripides III (University of Chicago Press, 1958), p. 198.

[4] Euripides, Helen 44-51; Richmond Lattimore translation, in David Grene and Richmond Lattimore, eds., Euripides II (University of Chicago Press, 1956), p. 192.

[5] Helen 717-718; p. 221.

[6] Helen 54-55; p. 192.

[7] Helen 38-50; p. 192.

[8] Helen 361-374; pp. 205-206.

[9] Helen 1113-1161; pp. 237-238.

[10] Helen 903-908; p. 229.

 

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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele a la Editora en Jefe, de EsLibertad, Alejandra González, a [email protected].

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