Una vision hoppeana sobre Corea del Norte

 

David Chávez Salazar

Miembro del Equipo de Bloggers de Estudiantes por la Libertad Latinoamérica

 
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En su libro de 2001 Monarquía, democracia y orden natural (título original: Democracy: The God That Failed) el economista alemán Hans Hermann Hoppe afirma que mientras vivamos bajo la sombra del Estado, la forma de gobierno que resulta menos nociva para el avance de las libertades individuales es la monarquía absoluta, en lugar de la democracia (que en su análisis también incluye la monarquía constitucional).

   Al aplicar estas premisas para el caso de Corea del Norte, surgen algunos interrogantes: ¿es el régimen norcoreano menos malo que cualquier democracia occidental solo por el hecho de ser una monarquía absoluta?, ¿nos sentiríamos más oprimidos en la democrática Francia, por citar un ejemplo, que en la monárquica Corea del Norte?

   Ciertamente, la respuesta para ambas preguntas es un categórico no. Solo aquellos que encuentren placer en vivir como esclavos contestarían que sí. Los Kim (Kim Il-Sung, Kim Jong-Il y Kim Jong-Un) han sido los mayores violadores de las libertades individuales en la historia reciente. Por lo tanto, lo que intentaré demostrar aquí es que Corea del Norte, a pesar de ser una monarquía absoluta, constituye una excepción en el planteamiento de Hoppe.

Un poco más de la teoría de Hoppe

Hoppe establece que las monarquías absolutas son ejemplos de lo que él llama “gobiernos privadamente administrados” (privately-managed government), los cuales se caracterizan por dos elementos esenciales: la baja preferencia temporal de los gobernantes y la elevada conciencia de clase.

   Preferencia temporal.

El Estado es propiedad personal del soberano, quien lo administra de manera vitalicia y lo cede a un heredero. Por ello se interesará por preservar e incrementar su valor a través del tiempo. Él sabe que la única manera de lograrlo es evitando todas aquellas cosas que interfieran negativamente con el proceso de acumulación privada de la riqueza, tales como las cargas tributarias excesivas, la inflación y la deuda pública. Esta valoración del futuro sobre el presente se conoce como preferencia temporal baja.

   Todo lo contrario, sucede en las democracias. Según Hoppe, éstas corresponden a “gobiernos públicamente administrados” (publicly-managed governments). Los dirigentes democráticos no son propietarios del Estado, porque permanecen en el poder por un tiempo limitado y tampoco pueden cederlo a ningún heredero. En su lugar, son cuidadores temporales.

   En este sistema, los gobernantes poseen una preferencia temporal alta, por lo que valorarán más el presente sobre el futuro. Esta mentalidad los obligará a extraer la mayor cantidad de rentas mientras permanezcan en el poder, siempre a través de la explotación de los ciudadanos: cargas tributarias elevadas, inflación y deuda.

   Conciencia de clase.

En un gobierno privadamente administrado, existe una clara distinción entre la clase gobernante y los súbditos, los cuales se relacionan en un entorno de coexistencia pacífica, en el que se respetan mutuamente. Los súbditos, en particular, defenderán en todo momento sus libertades y se negarán a participar en asuntos como la guerra, que se percibirá como una cuestión personal del soberano, no de ellos.

   Por su parte, en los gobiernos públicamente administrados no existe la conciencia de clase. Los gobernantes se funden con su “pueblo” en una sola masa y en nombre del imaginario bien común, los ciudadanos soportarán todo tipo de vejámenes por cuenta de aquellos que ostenten el poder.

En cuanto a la guerra, si ésta llega a declararse, ya no será un asunto personal del gobernante, sino de toda la sociedad. Quien no se alinee con ese presunto objetivo común será tildado de traidor y perseguido. 

El caso de Corea del Norte

A pesar de llevar la denominación oficial de “República Popular”, Corea del Norte es una monarquía absoluta. Desde 1948, el Estado ha permanecido como propiedad privada de la familia Kim, quienes han ejercido el poder vitaliciamente, traspasándolo de generación en generación. En el análisis resulta irrelevante que los gobernantes norcoreanos no porten títulos reales.

La preferencia temporal de los Kim. A diferencia de lo que sucede en una monarquía absoluta, al estilo hoppeano, la familia gobernante de Corea del Norte posee una preferencia temporal alta. Para demostrarlo, recurriremos a tres indicadores de explotación: impuestos, inflación y deuda, que se supone, son las cosas que se evitarán en cualquier gobierno privadamente administrado.

Impuestos:

  • la propaganda oficial establece que Corea del Norte es el único país del mundo en donde no se recaudan impuestos. Incluso, el 1 de abril se celebra el “Día Nacional de la Abolición de los Impuestos”. Lo cierto es que no debería celebrarse tal cosa, porque los ciudadanos norcoreanos sí asumen cargas fiscales, en forma de impuestos ocultos.
  • Desde la década de 1950 no se publican datos oficiales sobre las fuentes de ingresos del Estado norcoreano. Sin embargo, las instituciones básicas de la economía apenas han cambiado en estas seis largas décadas, por lo que los datos registrados en el último informe de Sources of State Revenue (1958) pueden usarse con fines ilustrativos.
  • Según el citado informe, los ingresos fiscales del régimen provienen de tres fuentes: “Ingresos de la Gestión Económica Socialista”, impuestos directos y ayuda internacional. La primera fuente representa el 93,5% de los ingresos totales y se compone de cuatro rubros: impuesto indirecto sobre el consumo (60%); cobros que hace el régimen a los hogares y unidades cooperativas por concepto de servicios de riego, uso de tractores y otras máquinas (20,7%); ganancias de las empresas estatales (11,1%); y extracción de los ingresos de las cooperativas (1,7%). Las fuentes restantes (impuestos directos y ayuda internacional) representan el 2,3% y el 4,2% de los ingresos totales, respectivamente.
  • También existe la tributación en especie, que es la obligación que tienen los ciudadanos de donar materiales o trabajo gratis para proyectos del gobierno. Por ejemplo, en 2014, los residentes de la ciudad de Sinuiju se vieron forzados a entregar metal para erigir dos nuevas estatuas de Kim Il-Sung y Kim Jong-Il.
  • Así mismo, existe un sistema de tributación especial en aquellas zonas en las que el gobierno permite la presencia de compañías extranjeras. Éstas deben pagarle al régimen los salarios de los trabajadores en alguna moneda fuerte (dólar, euro o yen). Posteriormente, los agentes del gobierno lo convierten a wones y lo entregan al trabajador, después de tomar para sí el 45% (casi la mitad del salario bruto) por concepto de “impuestos de seguro y honorarios socioculturales”.

Inflación:

  • Corea del Norte vive una disfunción monetaria acompañada de severos problemas de inflación de precios. Entre 2009 y 2013 el país sufrió un episodio de hiperinflación que forzó a los consumidores a cambiar sus depreciados wones (moneda nacional) por divisas más estables, en un intento por preservar su pequeña riqueza y poder adquisitivo.

 

Deuda:

  • quizás el aspecto donde se refleja más la orientación hacia el presente es la Deuda Nacional, que equivale a unos 20 mil millones de dólares, el 50.3% del PIB. Una parte grande de esas obligaciones fueron contraídas durante la Guerra Fría, por préstamos de la Unión Soviética y sus Estados marioneta. Debido al precario estado de la economía norcoreana, el régimen no ha sido capaz de pagar su deuda.

Conciencia de clase en Corea del Norte.

En el país asiático existe un rígido sistema de clases sociales denominado ‘songbun’, establecido en 1958 por el fundador del régimen Kim Il-Sung, en el que se clasificó a todos los norcoreanos en tres grandes grupos, de acuerdo con su confiabilidad política, su línea ancestral y el comportamiento de sus parientes: la clase “amigable”, la clase “neutral” y la clase “enemiga”.

   A cada individuo se le asigna la pertenencia a cualquiera de esas tres clases, sin que él lo sepa. Una vez se realiza dicha asignación, es imposible el ascenso social. Aunque sí puede ser degradado, bien sea por sus propias acciones o por las de sus padres y abuelos, pues en este sistema se “heredan” los crímenes hasta la tercera generación.

   Es destacable el caso de un hombre llamado Jung-sang, quien, a pesar de ser un leal al régimen, se enteró que pertenecía a la clase enemiga, porque sus padres habían nacido en Japón, país contra el que luchó Kim Il-Sung. Este hecho fue suficiente para considerarlo como un traidor.

   Aparentemente, aquí existiría una elevada conciencia de clase, que es uno de los elementos que caracterizan a los gobiernos privadamente administrados. Sin embargo, el diablo está en los detalles: dicha conciencia no existe, porque los individuos no conocen a qué clase pertenecen, el único que lo sabe es el régimen.

   Por otra parte, el régimen se ha esforzado por crear una realidad paralela, en donde lo único que existe para los ciudadanos es lo que dice la propaganda. La mayoría de ellos se mantiene completamente ignorante de lo que ocurre en el exterior y el temor los obliga a obedecen ciegamente el mandato de los líderes.

   Así que es imposible que exista un ambiente de convivencia pacífica entre la clase gobernante y los súbditos. El líder dispone a su antojo de la vida de los ciudadanos y éstos, al estar sumidos en el temor y la ignorancia, no pueden levantarse en su contra para exigir respeto por sus libertades. Un norcoreano no puede resistir los abusos que se ejercen en su contra, lo máximo que pueden hacer es huir.

  Ahora revisemos el tema de la guerra. Según Hoppe, en un gobierno administrado privadamente, éste es un asunto personal del monarca. En Corea del Norte, no. El régimen sigue el principio del Songun, el cual establece que los asuntos militares son más importantes que todo lo demás y que involucran al conjunto de la población.

   En Corea del Norte, al estar proscrita la individualidad, se fomenta la idea según la cual el líder y las “masas” constituyen un solo cuerpo. Los enemigos del régimen, muchos de ellos imaginarias, son los de toda la sociedad. Quien se niegue a participar en la manía militarista de los Kim es un traidor, un miembro de la clase hostil.

   Este sentimiento de unidad entre gobernantes y gobernados es el otro rasgo que define a los gobiernos públicamente administrados, y en el caso de la monarquía norcoreana también se presenta.

Comentario final

El caso de Corea del Norte obliga a un replanteamiento de la teoría de Hoppe. Si bien las categorías de “gobierno privadamente administrado” y “gobierno públicamente administrado” poseen elementos analíticos muy valiosos que no deberían lanzarse por la borda, resulta erróneo afirmar que todas las monarquías absolutas pertenecen a la primera categoría y que todas las democracias, a la segunda.

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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele a la Editora en Jefe, de EsLibertad, Alejandra González, a [email protected].

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