El legado de la Antigua Grecia a la libertad: la Divina Comedia de Aristófanes

 

Roderick T. Long

Artículo publicado originalmente en Libertarianism.org con el título Ancient Greece’s Legacy for Liberty: Aristophanes’ Divine Comedy. Traducido al español por Victoria Giordano, miembro del Equipo de Traductores de Estudiantes por la Libertad 
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Aristófanes explora la relación entre los antiguos griegos y sus dioses. ¿Son las personas piadosas solo para evitar la mala suerte? ¿Para obtener una bendición como respuesta?

   Aquellos que tratan al prójimo justamente serán recompensados con éxito mundano, mientras que aquellos que matan, roban y estafan a sus hermanos se encontrarán con pobreza y conflicto, porque los dioses aman la virtud y odian el vicio. O así aseguraba Hesíodo a sus lectores – mientras que admitía al mismo tiempo que la justicia divina podía ser un poco lenta, y que era poco probable que él viera aliviada la injusticia padecida a lo largo de su vida. [1]

   Por la era de Aristófanes, tres siglos más tarde, la larga espera parecía ciertamente demasiado larga, y el escepticismo acerca de la justicia divina estaba creciendo. En un fragmento de la obra perdida Sísifo, de autor desconocido, [2] la existencia de los dioses y su preocupación por la justicia humana son descriptos como un mito para mantener a los malhechores a raya:

Primero, un astuto hombre, un hombre de sabio juicio,
le dio a los mortales el miedo a los dioses,
de ese modo asustando a los malvados que
actúan, o hablan, o planean en secreto.
De esta forma, él introdujo lo divino … [3]

   La preocupación de que una menguante devoción a la religión tradicional pudiera socavar la moral pública es una inquietud recurrente en las obras de Aristófanes; aunque él mismo se mofa de manera bastante despiadada tanto de los dioses de la religión griega como de los sacerdotes que la sirven. En Las Ranas, por ejemplo, Dionisio es representado como cobarde y afeminado; mientras que, en La Paz y Las Aves, los protagonistas humanos logran ser más listos que unas deidades bastante bufonas. Además, como vimos la última vez, [4] el tema central de Pluto era que el dios de la riqueza reparte sus posesiones de manera aleatoria y no de acuerdo al mérito – una queja que puede servir para desmoronar la confianza en la justicia divina.

   Una de las acusaciones que Aristófanes parece hacer contra los nuevos intelectuales como Eurípides y Sócrates es que promueven la no creencia en los dioses. En Las Tesmoforiantes, una de sus dos obras dedicadas a la crítica de Eurípides (siendo la otra Las Ranas), se nos es dicho que “este hombre en sus tragedias / ha hecho a la gente creer / que los dioses no existen”. [5] Por supuesto, ninguna de las obras sobrevivientes de Eurípides enseña literalmente que los dioses no existen (a menos que el fragmento de Sísifo provenga de su puño y letra, lo cual es posible); pero los dioses a veces salen mal parados en sus obras [6] – aunque de hecho esto también es cierto de la fuente de información mitológica en la que se basa.

   En Las Nubes, Aristófanes cita las palabras de Sócrates: “Jurarás por los dioses, ¿no es así? / Entiende bien esto: los dioses no son curso legal aquí”. [7] En contraste, otras fuentes antiguas describen a Sócrates como un creyente en los dioses – aunque sí se sostiene que éste rechazaba la verdad literal sobre los mitos, que presentan a los dioses como pendencieros y pasionarios. [8]

   Es difícil ver como Sócrates podría ser culpable de impiedad por rechazar el lado poco favorecedor de los mitos griegos, si al mismo tiempo Eurípides es culpable de impiedad por aceptar ese mismo lado.

   Aristófanes pone en boca de Sócrates una explicación científica de los fenómenos meteorológicos tradicionalmente atribuidos a Zeus:

Por la Tierra, ¿no pretendes decir que Zeus no es un Dios olímpico?
—¿Qué quieres decir con “Zeus”? deja de farfullar,
Zeus no existe.
—¿Qué quieres decir? ¿Quién hace que llueva?.
No te dejaré continuar hasta que me respondas esa pregunta.
—Por éstas [nubes], por supuesto,
y te daré una prueba irrefutable.
¿Alguna vez has visto lluvia sin nubes?
De otra forma Zeus tendría que producir la lluvia él mismo
cuando las nubes no están en casa. …
—Y siempre pensé que la lluvia
era Zeus orinando a través de un tamiz. …
¿Pero quién es aquél, dime,
que crea el trueno y me hace temblar? …
— Cuando las nubes se encuentran anegadas en agua…
y chocan entre ellas, explotan. …
— Ah, pero los rayos – explica eso…
— Cuando un viento seco sube a la atmósfera
queda atrapado en estas Nubes
y el viento las hincha como a una vejiga
y luego por la presión las hace pedazos
debido a la densidad y
se incendia a sí mismo
por la fricción y la velocidad. [9]

   En otras versiones, Sócrates parece bastante desinteresado en las preguntas científicas, prefiriendo enfocarse en las éticas; por ende, es generalmente asumido que Aristófanes usa simplemente a Sócrates como un sustituto de los intelectuales modernos en general, y puede perfectamente serlo. Pero Platón sí nos dice [10] que Sócrates estaba interesado en preguntas científicas en su juventud, y como Las Nubes fue escrita al menos un cuarto de siglo antes que nuestras otras fuentes de información sobre Sócrates, es posible que Aristófanes se relacione con un Sócrates de mentalidad más científica.

   Aristófanes también presenta a Sócrates como un maestro en las artes gemelas del “Argumento Justo” y “Argumento Injusto” – esto es, la habilidad de argumentar tanto lo correcto como lo incorrecto de cada caso – con la implicación de que esta moralmente ambigua habilidad va de la mano con el escepticismo teológico de Sócrates. Esta acusación también es generalmente considerada injusta si consideramos que, mientras que algunos pensadores griegos (como los sofistas Protágoras y Gorgias) sí se ofrecían a enseñar esta habilidad, Sócrates es generalmente descripto como crítico de dicha práctica. (Ver, por ejemplo, el diálogo Gorgias, de Platón, en el que Sócrates demuestra ver con malos ojos cualquier arte de argumentación que sea indiferente a la verdad). Sin embargo, a veces encontramos hasta al mismo Sócrates proponiendo lo que pareciera el lado incorrecto de un caso, como en Hipias Menor, de Platón, donde argumenta que es mejor hacer lo indebido voluntariamente que hacerlo involuntariamente. Este argumento probablemente se entiende como un reductio ad absurdum de la tesis de que es posible hacer lo incorrecto voluntariamente, pero eso puede no resultar obvio para un ocasional oyente; y, en cualquier caso, la interpretación en cuestión solamente confirmaría que Sócrates a veces sostenía proposiciones en las que él no creía.

   De igual modo, la obra de Aristófanes, incluía en sí misma argumentos anti-teístas que no tienen respuesta; por ejemplo, cuando Estrepsíades se atreve a opinar que el rayo es “aquello que Zeus lanza contra todo el que perjura”, Sócrates responde:

Si él castiga a quien perjura, ¿por qué no ha castigado a
Simón, o Cleónimo, o Teoro, esos dirigentes perjuros?
En vez de eso, golpea a su propio templo …
así como a los robles divinos. ¿Qué se trae entre manos?
El roble difícilmente es un perjuro. [11]

   Si hay una respuesta apropiada a este escéptico argumento, Aristófanes no nos dice cuál es.

   Como notamos antes, en su obra Pluto, la restauración de la vista del dios de la riqueza ocasiona la distribución de las riquezas de acuerdo al mérito. Como resultado, una mayoría considerable dejó de sentir la necesidad de hacer sacrificios a los dioses, debido a que ellos ya poseían las bendiciones por las que pedían generalmente. Además, los sacerdotes, acostumbrados a comer la comida que los creyentes ofrecían a los dioses, comenzaron a sufrir el hambre. Como la queja de uno de los ellos:

Estoy muriendo de hambre
desde que Pluto recuperó su visión
Simplemente no tengo nada que comer. ¡Yo, el sacerdote de Zeus, el salvador! …
Nadie sacrifica. Nadie se toma la molestia. …
En los días en que la gente no tenía nada, los hombres de negocios
que llegaban a salvo de su viaje
ofrecían un sacrificio en agradecimiento,
de la misma forma que un hombre absuelto en la corte,
y aquellos que sacrificaban me pedían que fuera el sacerdote.
Pero no es así ahora.
Nadie ofrece nada ni pone un pie
en el templo, excepto para encontrar un baño …. [12]

   Nótese que el sacerdote aparentemente no es muy virtuoso, de otra forma se hubiera beneficiado de la nueva dispensación sin la ayuda de ningún peticionario.

   Los dioses mismos probaron ser no menos mercenarios. Hermes, el mensajero de los dioses, se queja de Cremilo, el humano que se las arregló para devolverle la visión a Pluto:

Es Zeus, bribón.
Se encuentra de terrible y humor y listo para golpear a todos ustedes …
Porque han cometido el más atroz crimen.
Desde que Pluto pudo ver de nuevo,
Nadie se ha molestado en sacrificar nada en absoluto a ninguno de nosotros, divinos:
nada de incienso, dulce, torta de cebada, bestias asesinadas –
ni una maldita cosa. [13]

   La idea de los dioses siendo ansiosamente codiciosos en recibir las ofrendas de los sacrificios hechas por sus fieles mortales vuelve a verse en Las asambleístas, donde la avaricia divina es tratada como una justificación de los humanos para comportarse de manera similar. Uno de los personajes, cuando se le pregunta “¿quieres decir que solo deberíamos tomarlo?”, responde:

Dios, ¡sí! Haz como harían las deidades.
¿No es obvio cuando oramos frente a sus efigies
que están haciendo de las suyas?
Sólo se paran ahí, manos extendidas, palmas hacia arriba,
no para dar, pero para recibir. [14]

   Igualmente, en Las Aves, el ateniense Peisetairo conduce a los dioses a un frenesí de desesperación al organizar a las aves del cielo para imponer un embargo en el comercio entre los dioses y los mortales:

En cuanto a los dioses, los van a matar de hambre, como a los desafortunados nativos de Melos. …
Porque entre ellos y nosotros hay aire. ¿No es así?,
Y así como nosotros tenemos que pedir visas a los beocios cuando queremos visitar Delfos, tendrán los humanos,
cuando al enviar sacrificios a los dioses tengan que obtener las visas de ustedes a cambio del sabroso olor del tocino frito
para que éstos lleguen al cielo. [15]

   Nótese la referencia al severo trato de los atenienses a Melos, el cual hemos previamente discutido en conexión a la obra de Eurípides Las Troyanas. [16] (Revisaremos este incidente al hablar de Tucídides).

   La no muy halagadora representación de los dioses (y de sus sacerdotes) por parte de Aristófanes, en la que son guiados por su hambre de sacrificios, puede parecer incongruente para un autor que es en otras ocasiones bastante libre al acusar a otros que socavan la moral tradicional a través de la falta de respeto por los dioses. Podemos, sin embargo, ver como el blanco de las sátiras de Aristófanes no a los dioses en sí mismos, pero a una ciertamente popular concepción de éstos y su relación con los seres humanos.

   En un pasaje en Eutifrón, de Platón, que puede perfectamente haber sido inspirado como una reverberación de Aristófanes, y particularmente en la escena del embargo en Las Aves, Sócrates se mofa excesivamente de las concepciones mercantiles de la religión:

Pero dime, ¿qué es este servicio a los dioses? ¿Dices que consiste en hacerles peticiones y concederles a ellos? …

¿Y que peticiones apropiadas son aquellas en las que necesitamos de ellos, pidiéndoles por estas cosas? …

Y nuevamente, ¿dar propiamente sería dar lo que se les ocurra querer de nosotros, darles estas cosas a ellos a cambio? …
— Eso es cierto, Sócrates.
— Entonces la piedad para dioses y humanos, Eutifrón, ¿sería una habilidad de comerciar los unos con los otros? [17]

   Este aspecto del comercio es ciertamente un aspecto común en las plegarias antiguas, las cuales generalmente comenzaban con un recordatorio de los servicios pasados que el peticionario había prestado a los dioses, seguido por una solicitud para recibir algún favor divino a cambio. Pero cuando Sócrates pregunta si un humano devoto tiene la habilidad de “beneficiar a los dioses y hacerlos mejores”, por lo que las acciones de los piadosos “resultan en una mejora de los dioses”, [18] su interlocutor rápidamente niega que “los dioses se beneficien de lo que reciben de nosotros”, [19] y así el modelo de intercambio comercial de las relaciones humanas-divinas es rechazado.

   Así, Aristófanes profesamente en contra de Sócrates en el tema de la religión, puede estar más cerca de su razonamiento de lo que piensa: ambos pensadores se burlan de actitudes populares acerca de la plegaria, al ver que se basa en un inapropiado modelo mercantil de relaciones entre la humanidad y los dioses.

   De todas formas, Aristófanes ofrece a su audiencia una pequeña guía sobre cómo reconciliar la tradicional noción de los dioses como garantes de la justicia, con el Zeus que destruye árboles inofensivos y sus propios templos con sus rayos, dejando que los perjuros corran libres. La preocupación de Hesíodo continúa: si los dioses no recompensan la justicia y castigan la injusticia, ¿qué razón tenemos para tratar justamente a nuestros vecinos? ¿O es la justicia recompensada después de todo, pero de alguna manera distinta a la que Hesíodo esperaba?.  Estas son las preguntas que Sócrates y sus seguidores responderán.


Referencias:

[1] See part 5 of this series.

[2] Some sources attribute the play to Euripides, others to Critias (uncle of Plato and leader of the Thirty Tyrants). The context and speaker of the passage are unknown; and its sentiments, of course, should not necessarily be attributed to its author, whoever that was.

[3] Sisyphus fragment 12-16; R. G. Bury and J. Garrett translation.

[4] See part 19 of this series.

[5] Aristophanes, Thesmophoriazousai 478-481; in Aristophanes, The Complete Plays: The New Translations, trans. Paul Roche (New York: New American Library, 2005), p. 500.

[6] See, for example, the depiction of Apollo in Euripides’ Ion, as described in part 15 of this series.

[7] Aristophanes, Clouds 247-248; Roche translation, p. 144.

[8] See, e.g.., Plato, Euthyphro 5e-6b.

[9] Clouds 366-407; Roche translation, pp. 150-153.

[10] See Plato, Phædo 97c-98b.

[11] Clouds 397-402; Roche translation, p. 152.

[12] Ploutos 1173-1184; Roche translation, p. 714.

[13] Ploutos 1107-1116; Roche translation, p. 711.

[14] Assemblywomen 778-782; p. 645.

[15] Birds 184-192; Roche translation, p. 346.

[16] See part 14 of this series.

[17] Plato, Euthyphro 14d-e; Cathal Woods and Ryan Pack translation.

[18] Ibid., 13c.

[19] Ibid., 15a.

 Anteriormente: 


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