Papillon

 

Daniel Olmedo

Columnista de El Diario de Hoy

Artículo publicado originalmente en ElSalvador.com
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A finales de los sesentas una editorial francesa recibió un manuscrito desde Venezuela. El remitente, Henri Charrière.

   Enviaba las memorias de sus catorce años de reclusión en una colonia penal en la Guyana Francesa. Resultó tan fascinante que únicamente hicieron ciertas correcciones al manuscrito de Charrière.

   Papillon fue un best seller; y la película de 1973, con Steve McQueen y Dustin Hoffman, un éxito de taquilla.

   Charrière —apodado Papillon por la mariposa tatuada en su pecho— era un estafador de poca monta en el París de los Veintes. En 1931 se le acusó injustamente —dice él— de asesinar a un proxeneta. Fue condenado a prisión perpetua en la Guyana. Desde el primer día de su condena su objetivo era la libertad.

   Días después de arribar a la jungla suramericana consumó su primera fuga. Huyó en una pequeña balsa hasta la costa colombiana. Tras increíbles aventuras fue detenido y devuelto a la prisión francesa. Le enviaron a las Islas de la Salvación, a unos kilómetros de la costa guyanesa. En las islas Royale, San José y del Diablo estaban las instalaciones para los reos más peligrosos. Su huida fallida le costó dieciocho meses de aislamiento en la Isla San José. Casi muere.

   En Royale pasó la mayor parte de su encierro. Ahí reinaba una tensa calma. Entre la perversión, el juego y uno que otro asesinato del que nunca nadie sabía nada, esos prisioneros vivían con el espíritu cercenado. Sabían que el intento de fuga de uno amenazaría el status quo al que les habían domesticado. Papillon estaba consciente de que la mayor amenaza a su lucha por la libertad estaba en quienes compartían su misma pena.

   Las habilidades persuasivas de Papillon le trasladaron a la isla de los presos políticos: la Isla del Diablo. Ahí comenzó a idear un plan: huir sobre una bolsa rellena de cocos. Pero la furia marina en los acantilados le estrellaría contra las rocas.

   Papillon observaba, observaba, observaba. Finalmente descubrió el ciclo de las olas. Tras la séptima, la más furiosa, venía la calma. De manera que el regreso de esa colérica ola le arrastraría a mar abierto.

   Lo que más deseaba era la libertad. Eso parecería algo obvio en la naturaleza humana, pero no lo es.

   Fue una grata casualidad. Mientras leía Papillon tuve la oportunidad de conversar sobre la libertad con unos jóvenes de Students for Liberty. Uno de los temas que surgió fue la impopularidad de la libertad. Esta siempre es acompañada por la responsabilidad, y será por eso que aquella suele perder adeptos ante posiciones colectivistas.

   Friedrich Hayek hablaba sobre nuestra animadversión por la libertad y nuestra afición por el colectivismo. En los plenos Treintas, mientras muchos depositaban la confianza en el fascismo como un muro para detener el comunismo, Hayek advertía a oídos sordos que los nazis no eran muy distintos de los bolcheviques. A los socialistas de todos los partidos dedicó su Camino. ¡Y vaya que aún tiene razón! Hoy también vemos una apuesta por el colectivismo en las izquierdas y derechas.

   Parecemos esos prisioneros de la Isla Royale: domesticados. El colectivismo nos seduce. Y lo hace invocando los motivos más nobles: la solidaridad, la democracia, el bien común. Buscamos cobijo en los políticos y abogamos por darles más poder y dinero para que nos protejan. Fromm nos leyó bien, tememos a la libertad.

   Así somos. Y odas a la libertad como Papillon nos despiertan de una bofetada. Charrière nos recuerda que la libertad sí importa. Y ella bien vale esperar la séptima ola para lanzarse desde un acantilado a un mar infestado de tiburones, teniendo como única arma una bolsa rellena de cocos.

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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele a la Editora en Jefe, de EsLibertad, Alejandra González, a [email protected].

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