El liberalismo según Daniel Raisbeck

 

Presenta

Bloques de libertad con Daniel Raisbeck

Entrevista realizada por David Chávez Salazar, miembro del equipo de bloggers de Estudiantes por la Libertad Latinoamérica.
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Perfil del entrevistado:

Daniel Raisbeck (Bogotá, 1982) es una destacada figura del liberalismo clásico en Colombia. Estudió Clásicos (griego antiguo y latín) en las universidades George Washington (B.A. 2005), Georgetown, y Tulane (M.A. 2009). Entre el 2009 y el 2012, trabajó en la facultad de Historia de la Frei Universität Berlin, donde escribió una tesis doctoral acerca de la gran estrategia del Imperio Romano. Se desempeñó como director del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, en Bogotá, (2012-2015), donde también enseñó griego, latín e historia grecorromana. Entre el 2015 y el 2017, enseñó teoría política en la Universidad Sergio Arboleda. Se presentó como candidato a la Cámara de Representantes de Colombia en 2014 y a la Alcaldía Mayor de Bogotá en 2015.

David: Daniel, gracias por concedernos esta entrevista.

Daniel Raisbeck: Muchas gracias a ustedes, es un placer poder hablar con SFL y aprovecho la oportunidad para felicitarlos por su excelente trabajo alrededor del mundo.

David: Usted es una de las figuras más reconocidas del libertarismo en Iberoamérica, particularmente, en Colombia, donde ha logrado que muchas personas conozcan y adhieran a esta filosofía. ¿Cómo llegó a convertirse en libertario?

DR: Yo diría que llegué al liberalismo clásico por tres vías. En primer lugar, pienso que hay un aspecto familiar. Mi familia es de descendencia escocesa y presbiteriana y a través de ella recibí, así fuera de manera inconsciente, el espíritu del liberalismo escocés y su gran énfasis sobre el individualismo que fundaron Adam Smith, Adam Ferguson y David Hume entre otros.

El primero de mis ancestros escoceses vino como mercenario de la “Legión Británica” de Bolívar, fundamental para la independencia de la Nueva Granada de España. Mi abuelo, un abogado de Glasgow, llegó a Colombia en la década de los 1930, creó una pequeña firma y promovió la incorporación de Colombia a los mercados internacionales, escribiendo libros acerca del clima de la inversión extranjera en el país.

Por su parte, mi padre, nacido en Bogotá pero no menos escocés en su mentalidad que mi abuelo, me decía con frecuencia: “trabaje duro y nunca gaste más de lo que tiene”. Aunque es un dictamen sencillo, sus fundamentos son lo que podríamos llamar las virtudes calvinistas, entre ellas la disciplina, la independencia económica y la cultura del ahorro. A mi modo de ver, un liberal clásico que participa en política busca llevar estas virtudes al gobierno, donde se suele hacer todo lo contrario con consecuencias nefastas para los gobernados, ¡incluyendo en la Escocia actual!

Segundo, al crecer en Colombia durante los 80 y 90, en la época de Pablo Escobar que muchos millenials conocen sobre todo a través de series televisivas como Narcos, caí en cuenta muy temprano que la violencia de mi país era algo extraordinario. Recuerdo cómo, según la narrativa de los medios de comunicación y las conversaciones de muchos adultos, había un enemigo público, Escobar, a quien era necesario abatir, encarcelar o extraditar para que pudiéramos vivir en paz. Excepto que, cuando fue abatido, la violencia no sólo se mantuvo, sino que incrementó.

Cuando yo estaba por terminar el colegio, a los 17 y 18 años, las FARC estaban en su auge militar, controlando gran parte del territorio del país, y se hablaba de Colombia en el exterior como un Estado fallido. Y resulta que las FARC se financiaban principalmente a través del narcotráfico.

Para mí resultó bastante obvio que el problema real era el hecho de que las drogas que consumían (y consumen) por decisión propia tantas personas en países como Estados Unidos eran arbitrariamente ilegales, mientras que entre los únicos que las podíamos producir éramos nosotros. Dada la ilegalidad de la industria, necesariamente la iban a controlar mafias armadas que usarían los métodos más violentos para proteger su negocio si el Estado intentaba reprimirlo. Y las disputas entre distintos actores de la mafia se solucionan no por la vía legal, sino de manera sangrienta y con costos colaterales altísimos para el resto de la sociedad.

Sólo luego me enteré de que economistas liberales (en el sentido clásico) como Milton Friedman ya habían explicado con claridad absoluta por qué la guerra contra las drogas era absurda, costosísima, contraproducente y desastrosa. Y me pareció que hacía falta argumentar a favor de la legalización en Colombia, el país que más ha impactado esa guerra, con mucho más vigor.

La tercera gran influencia para mí fue la campaña presidencial de Ron Paul en las primarias Republicanas del 2008, cuando realmente le puse atención a la palabra “libertario” por primera vez. Fue una campaña brillante porque Paul logró sacudir al establecimiento del partido conservador estadounidense al hacerles caer en cuenta que habían traicionado todos sus principios con su gasto descontrolado, sus inútiles guerras extranjeras (incluyendo la guerra contra las drogas) y al apoyar un sistema monetario fiat que destruía la riqueza de los ahorradores.

Para entender mejor las bases teóricas de lo que representaba Paul, empecé a leer a autores como Friedrich von Hayek y Ludwig von Mises y a asistir a eventos del Cato Institute, círculos de lectura liberales y de Escuela austríaca de economía y demás. También concluí que era necesario llevar esas ideas de la libertad a la política colombiana, aunque al hacerlo caí en cuenta que varias personas muy valiosas ya habían iniciado la tarea.

David: De manera muy pedagógica, para que todo el mundo entienda, ¿en qué consiste el libertarismo?

DR: Para responder de manera pedagógica, tal vez vale la pena explicar primero en que no consiste el libertarismo. Para ello sólo tenemos que mirar el estado actual de la política en Colombia.

Mencioné las virtudes del trabajo, la independencia económica y la cultura del ahorro. A nivel nacional y local, el gobierno en Colombia ha sido cooptado por políticos cuyos valores, si es que los tienen, son los contrarios. En específico:

  • Su profesión (y la de sus colaboradores cercanos) consiste en ser rentistas, es decir, dependen económicamente del Estado que otros financian con sus impuestos.
  • Su modus operandi consiste en generar aún más dependencia del Estado, por ejemplo a través de los puestos burocráticos que controlan, reparten y multiplican ad infinitum, haciendo que el Estado sea cada día más grande y cada día menos eficiente.
  • Legislan y crean regulaciones a favor de grupos de presión que buscan privilegios a costa del consumidor, por ejemplo los arroceros, los dueños de los cupos de los taxis y el sindicato de maestros.
  • Les ofrecen a los votantes todo tipo de servicios (educación, salud, agua, internet, inter alia) “gratis”, asegurando que son derechos inalienables y sin mencionar el detalle de que alguien tiene que asumir los costos de su provisión.
  • Crean y expanden programas asistencialistas principalmente porque les producen votos en las urnas.
  • Coartan las libertades cívicas para que el individuo tenga menos autonomía frente al Estado que ellos dominan.

Para que funcione el juego de los políticos tradicionales, ellos necesariamente tienen que gastar mucho más dinero de lo que hay disponible. Usualmente el derroche político se financia a través de:

  • Una creciente deuda pública, un buen ejemplo siendo el alarmante nivel de endeudamiento actual del Estado colombiano, dinero que pagarán necesariamente las futuras generaciones, es decir, los jóvenes que aún no pagan impuestos e inclusive los que aún no han nacido.
  • Impuestos prohibitivos como los que actualmente pagan las empresas colombianas al igual que los ciudadanos que declaran renta o pagan IVA.
  • La impresión de dinero y la devaluación de la moneda para facilitar, en teoría, el pago de la deuda estatal, lo cual se logra al diezmar la capacidad de compra del ciudadano de a pie.

Por otro lado, un gobierno que opere según las virtudes “libertarias” de la generación de riqueza, la independencia económica y la cultura del ahorro necesariamente es:

  • Pequeño pero eficaz: no necesita legiones de burócratas improductivos y corruptos.
  • No se endeuda de manera innecesaria.
  • Respeta la propiedad privada.
  • Permite que los ciudadanos funden empresas para vender productos y servicios sin regulaciones superfluas, y sin privilegios que benefician a ciertos grupos económicos a costa del consumidor.
  • Motiva a los ciudadanos a crear riqueza sin que la usurpe con impuestos prohibitivos.
  • Mantiene una moneda fuerte y estable que protege la riqueza de los ciudadanos, prefiere ver tasas de interés razonables que premien el ahorro.
  • Permite que los ciudadanos vivan en libertad, lo cual consiste en poder hacer lo que cada cual considere apropiado siempre y cuando no perjudique a terceros.

En últimas, el libertarismo significa ser fiscalmente conservador y pro-libre mercado por un lado y, por otro, liberal en los asuntos cívicos.

David: Al interior del libertarismo, como en todo movimiento, existen distintas corrientes. Los debates más álgidos tienen que ver con temas morales, de esa manera, vemos libertarios que están a favor del aborto, mientras que otros estamos en contra. Y así con distintas cuestiones: la simpatía hacia el lobby gay, la inmigración masiva… Para usted, un libertario que esté en contra del aborto, defienda la familia tradicional y se oponga al multiculturalismo ¿puede ser considerado como menos libertario que los demás?

DR: De ninguna manera. Considerar que la vida empieza con la concepción y que, por lo tanto, defender el derecho realmente inalienable a la vida involucra oponerse al aborto es una posición consistente con los principios libertarios. También pienso que un pilar del libertarismo es la responsabilidad individual, la cual consiste en el deber de asumir las consecuencias de las acciones propias. En ese sentido, bajo condiciones normales, la consecuencia natural de un embarazo es asumir la responsabilidad de la crianza del ser humano que va a nacer.

Ahora, en mi opinión, el otro lado de la moneda es que siempre va a existir el aborto y la prohibición sólo conduce a que se practique de maneras clandestinas y muy peligrosas. También están los casos excepcionales que- sabiamente en mi opinión, – contempla la ley colombiana (a saber: cuando el embarazo constituya peligro para la salud o la vida de la mujer, cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida y cuando el embarazo sea el resultado de una conducta constitutiva de acto sexual violento).

Como dije en el debate de Los Andes (universidad de Bogotá) de febrero del 2014, mi posición personal es que soy provida a nivel moral y personal pero que, dada la infinita posibilidad de variables que se pueden presentar en cada caso particular, considero que la mujer debe tener la opción legal de abortar sin que eso signifique promover el aborto como algo necesariamente positivo.

Defender la familia también es consistente con los principios libertarios. Aristóteles en la Política argumenta que la familia es la forma básica y natural de asociación entre seres humanos, anterior a la formación de estructuras más complejas como la aldea o la pólis. La naturaleza humana no ha cambiado mucho desde entonces pese a los grandes cambios tecnológicos. Pienso que es un avance positivo que hoy sea posible formar asociaciones familiares distintas a la tradicional. Pero la familia tradicional también seguirá existiendo y, como tal, seguirá siendo un fundamento de una sociedad libre, uno de los “pequeños pelotones” que Edmund Burke describía como los componentes básicos de la sociedad civil independiente. Por otro lado, cualquier sistema totalitario, empezando por Esparta, considera a la familia una amenaza al poder estatal y hace lo posible por desmantelarla. Tampoco fue coincidencia que Marx quisiera hacer desaparecer a la familia burguesa con la abolición del capital.

En cuanto al “multiculturalismo”, pienso que una posición libertaria consistente depende del significado de la palabra. Si se trata de una sociedad abierta, donde confluyen muchas culturas distintas pero siempre bajo el Estado de derecho y el respeto a las libertades básicas de todos por igual, no sólo no es problemática la multitud de culturas, sino que inclusive es un escenario enriquecedor y por lo tanto deseable. Por otro lado, si por “multiculturalismo” uno se refiere a la extraña noción relativista de que toda cultura es igual a las demás, y que por lo tanto se debe respetar toda tradición sin importar su disonancia con el Estado de derecho y la igualdad ante la ley, por ejemplo al aplicar la ley sharia en el norte de Europa, entonces estamos hablando de un concepto que es profundamente opuesto a las ideas libertarias.

David: El capitalismo es la expresión del libertarismo en el plano económico. Aquellos que se oponen a las ideas de la libertad suelen afirmar que al mercado no le preocupan los pobres. Para ellos, si una persona de bajos recursos está a favor de la economía de libre mercado no es más que un incoherente, un esnobista o quiere adular a los ricos. Esta gente cree que los pobres deben ser de izquierda, porque es la única que se preocupa por su bienestar. ¿Cómo rebatir este discurso que está tan arraigado en nuestra cultura?

DR: La visión que describe se basa en varias nociones erradas, empezando por la idea paternalista de que los pobres son un grupo homogéneo y estático y que, como tal, no pueden salir adelante por sí mismos, razón por la cual necesitan que políticos y burócratas de izquierda supuestamente ilustrados los rescaten al repartir la riqueza ajena, ya sea por medio de subsidios, dádivas o puestos en el sector público. El problema, por supuesto, es que el gobierno no puede emplear ni subsidiar a toda la población porque alguien tiene que producir. Además, el dinero ajeno eventualmente se agota.

La mejor manera de brindarle a una persona la oportunidad de salir de la pobreza es por medio de un empleo digno. En la gran mayoría de los casos, tal oportunidad va a surgir de la empresa privada. Para una minoría, la oportunidad surgirá de la idea de crear una pequeña empresa o un negocio propio, el cual puede crecer y convertirse en una fuente de empleo de por sí. En ambos casos, sin embargo, es necesario que el Estado ofrezca incentivos para la generación de riqueza, por ejemplo al no imponer regulaciones asfixiantes ni impuestos desmedidos.

Por lo tanto no es el caso que “al mercado no le preocupan los pobres”. Es más, el mercado, cuando los políticos lo dejan funcionar, es por lejos el mejor mecanismo para permitir que las personas salgan de la pobreza con sus propios esfuerzos.

Ahora, es importante resaltar que, desde el punto de vista del individuo, hay otros obstáculos a la acumulación de riqueza como la falta de acceso a un sistema financiero que ofrezca mecanismos sólidos de ahorro e inversión personal. Por lo tanto es necesario que el Estado permita el desarrollo pleno del capitalismo y del sistema moderno de finanzas, lo cual no ha hecho el Estado colombiano. Pero, inclusive cuando hay acceso a un sistema bancario y financiero, hay otros obstáculos a la acumulación de riqueza como la deuda excesiva y la tendencia a confundir la especulación con la inversión inteligente.

En ese sentido, hay un aspecto cultural muy importante; para cualquier individuo, acumular riqueza requiere constancia, dedicación, sacrificio, austeridad, autocontrol y otras virtudes “burguesas” que forman parte de la cultura del ahorro. Paradójicamente, la cultura popular que surge dentro del mismo capitalismo suele promover lo contrario: la mentalidad de la riqueza fácil, la gratificación inmediata (así sea a través de la deuda), el consumo conspicuo y la extravagancia general. Para cualquier país, vencer la pobreza requiere que una porción significante de la ciudadanía rechace los dictámenes de la cultura popular y practique o encarne las virtudes burguesas. Sin embargo, esto no se logra fácilmente ni depende de políticas estatales.

Entre más lo pienso, más me convence el argumento de que derrotar la pobreza en un país como Colombia dependerá en gran medida de asociaciones independientes que, actuando dentro de la sociedad civil, promuevan la educación financiera, fomenten la cultura del ahorro y ayuden a construir una democracia de propietarios.

David: Bien, ya hemos hablado un poco del fondo del libertarismo, lo que significa y por qué es bueno. Ahora hablemos sobre cómo difundirlo. ¿Cuáles cree usted que son los canales más apropiados para promover el mensaje libertario?

DR: En general hay dos escuelas de pensamiento al respecto. La primera promueve la estrategia “hayekiana” que, según el consejo que le dio Hayek al empresario británico Anthony Fisher, consiste en no participar en política sino en fundar centros de pensamiento (think tanks) liberales con el fin de influenciar a los intelectuales, quienes se dedican a diseminar las ideas en distintos ámbitos de la sociedad. La idea fundamental detrás de esta “estrategia Fabiana” es que los políticos suelen ser seguidores de la opinión pública, así que si uno logra formar el clima de opinión, en últimas logra determinar cómo se hace la política.

La crítica “Rothbardiana” a la estrategia de Hayek gira alrededor de la percepción de que “los intelectuales y los ‘formadores de opinión’ tienden a ser una parte fundamental del problema, y no sólo porque estén equivocados (al defender al estatismo), sino porque sus intereses particulares están atados al sistema dominante”. Es decir, los miembros del establecimiento mediático y académico en casi todo país tienen incentivos económicos personales para abogar por más gasto público y por un Estado cada vez más grande. En Colombia, estos incentivos son las pautas publicitarias del gobierno– para los dirigentes mediáticos,– y los contratos estatales para llevar a cabo estudios o investigaciones en el caso de los académicos.

Por lo tanto Rothbard abogaba a favor de un “populismo libertario” que consistía de participar en política, hablarles directamente a los votantes sin intermediarios y denunciar con nombres propios los casos de corrupción corporativista del establecimiento político, académico, económico y periodístico.

Yo pienso que lo ideal es combinar ambas estrategias. Los centros de pensamiento son fundamentales y en Colombia no existe un think-tank liberal de la talla, por ejemplo, del Instituto Juan de Mariana en España. Por otro lado, una organización como Estudiantes por la Libertad es importantísima para difundir las ideas de la libertad en las universidades y contrarrestar los efectos del estatismo atrincherado en diversas facultades.

Pero también es necesario que personas libertarias participen directamente en política, que trabajen en los medios de comunicación y que transmitan las ideas de la libertad de la forma en que más se les facilite. Claramente las redes sociales digitales son una gran herramienta. Un vídeo “viral” de unos minutos de duración que explique, por ejemplo, por qué los impuestos excesivos arruinan a una economía y – én últimas – a las personas, puede ser más útil para difundir las ideas libertarias que un ensayo estrictamente académico. Pienso que la parte filosófica del libertarismo ya es sólida y que hace falta ganar espacio por medio de la retórica, lo cual la izquierda suele hacer bien.   

David: Usted tiene una presencia muy fuerte en los medios de comunicación, tanto en prensa escrita (incluso, en medios tradicionales), como en radio y televisión. Uno de los proyectos más importantes que tiene a su cargo es PanAm Post, por favor, cuéntenos sobre él.

DR: Dirigí el PanAm Post desde enero del 2016 hasta enero del 2018. Bajo mi mando, el tráfico de la página se multiplicó alrededor de 10 veces y el crecimiento en redes sociales también fue exponencial. Fuimos citados por el Wall Street Journal y MSNBC y nuestras notas aparecieron en páginas de agregación de gran importancia como Reddit World News y el Drudge Report.

En mi opinión, hubo también un impacto político. Fuimos uno de los primeros portales- si es que no fuimos el primero,- en referirse al pacto entre el gobierno colombiano y la guerrilla como el “acuerdo Santos-FARC”. En los meses anteriores al plebiscito del 2 de octubre del 2016, cientos de miles de lectores colombianos se informaron acerca de lo que realmente estaba en juego a través del PanAm Post. Determinar si esto tuvo o no alguna influencia sobre el resultado final del plebiscito, en el cual el acuerdo Santos-FARC fue derrotado por menos de 54 mil votos, se encuentra más allá de mis competencias. No obstante, pocos días después del plebiscito, Iván Duque resaltó mi labor dentro del triunfo del No, lo cual se dio especialmente a través del PanAm.

Hace dos meses me retiré del PanAm para concentrarme en varios proyectos personales, entre ellos la publicación de dos libros, la creación de un think tank liberal y la preparación para las elecciones del 2019 en Bogotá.

David: La creación de un think tank liberal es un asunto interesante. Pero, hasta el momento, ¿cómo ha defendido la causa de la libertad desde la academia? ¿Pertenece a alguna asociación, llamase tanque de pensamiento, grupo vinculado a alguna universidad…?

DR: Trabajé en la Universidad del Rosario desde el 2012 hasta el 2015 y en la Universidad Sergio Arboleda desde el 2015 hasta el año pasado. En mis clases nunca traté de ser un propagandista libertario, lo cual resultaría bastante difícil de por sí al enseñar griego y latín. Cuando enseñé teoría política, leíamos a autores como Tucídides, Maquiavelo y Hobbes, no precisamente referentes del liberalismo. En las clases trataba de presentar ante los estudiantes el punto de vista del autor según mi interpretación mas no una crítica liberal a sus tesis.

Pienso que la virtud de una educación liberal es el potencial de liberar al estudiante de la dependencia ajena, incluyendo la dependencia del profesor, para que pueda leer textos de manera crítica y llegar a sus propias conclusiones.

Por otro lado, desde hace unos años dirijo la Sociedad Bastiat en Bogotá, la cual se dedica a llevar las ideas de la libertad a la comunidad empresarial.

David: Ciertamente, ha aplicado la estrategia rothbardiana de participar en política. En el 2014 aspiró a un escaño en el Congreso de Colombia, por el Partido Conservador, que es un partido que no se ha destacado precisamente por la defensa de la libertad. Por el contrario, promueve el paternalismo y un recorte de las libertades, especialmente, de las económicas. En ese momento ¿qué lo llevó a competir bajo su nombre?

DR: Ningún partido en Colombia se ha destacado por defender el conjunto de libertades económicas y civiles. El mismo Partido Liberal Colombiano es miembro de la Internacional Socialista, lo cual es escandaloso de por sí.

Por otro lado, contrario a lo que piensa mucha gente, en el Partido Conservador ha habido una corriente que aboga por ciertas libertades, el mejor ejemplo sigue siendo las críticas de Álvaro Gómez Hurtado (destacado político colombiano, víctima de magnicidio en 1995) – entre otras figuras prominentes del partido, – a la guerra contra las drogas. Como escribió Juan Gabriel Tokatlian de la Universidad Nacional, en los años 90, “ciertos políticos, particularmente conservadores como Enrique Gómez Hurtado y Mario Laserna, opinaban a favor de (la legalización de las drogas). Sin embargo, el Presidente (liberal) César Gaviria no estaba interesado en estimular ese debate”.

Ahora, cuando yo fui candidato a la Cámara de Representantes por Bogotá fui la fórmula del entonces Senador Juan Mario Laserna, hijo de Mario Laserna (intelectual colombiano, fundador de la prestigiosa Universidad de los Andes) y, como su padre, simpatizante de la despenalización así no haya sido un activista prominente por esa causa. Durante la campaña, consulté con Juan Mario antes de lanzar mi propuesta a favor de la legalización y él no se opuso a que lo hiciera. Antes de su muerte (en 2016) hablamos varias veces al respecto y, según mi impresión, a él le pareció entretenido cómo esa propuesta incomodó a ciertos caimacanes (persona con autoridad) del partido como a Hernán Andrade (presidente del Partido Conservador, célebre por colaborar con los gobiernos de turno a cambio de favores políticos).

Mientras es verdad que el Partido Conservador ha promovido el paternalismo, por ejemplo, a través de los subsidios agrícolas, una virtud innegable de sus miembros es su respeto general por la propiedad privada, fundamento de cualquier sociedad libre. Como escribió el también fallecido periodista Juan Daniel Jaramillo a raíz de mi campaña, “el credo político libertario… tiene muchas áreas de coincidencia con el conservatismo”.

Álvaro Gómez decía que, en Colombia, hay más conservatismo que Partido Conservador. Por mi parte, concluí que el problema del Partido Conservador no es tanto lo conservador sino el aspecto de partido. Con eso me refiero a la operación poco transparente de estructuras de poder como el Directorio Distrital en Bogotá o la bancada en el Congreso, la cual es muy consistente en el sentido de que siempre es gobiernista.

Mi plan fue crear una insurgencia libertaria dentro del Partido Conservador tal como la que generó Ron Paul en el Partido Republicano y hoy lidera su hijo Rand. Sobre todo, esto es posible por la relativa descentralización del partido, el cual no cuenta con un caudillo sobresaliente cuyo deseo sea ley. El problema, por supuesto, es que uno se encuentra con una estructura cuya función primaria es ocupar puestos públicos mas no defender ninguna serie de principios consistentes. Bajo esas circunstancias es difícil hacer crecer al libertarismo.

David: Un año después, en 2015, se retira del Partido Conservador y aspira a la Alcaldía de Bogotá por el Movimiento Libertario, que usted mismo fundó. Podría relatarnos esa experiencia, ¿cómo se consolidó el movimiento? y ¿cómo se encuentra en la actualidad?

DR: Al decidir que iba a aspirar a la alcaldía, necesariamente tenía que formar un movimiento significativo de ciudadanos. El movimiento que usted menciona, el cual surgió del grupo que se formó en mi campaña a la Cámara de Representantes, fue el mecanismo por medio del cual me inscribí como candidato con más de 100 mil firmas ciudadanas. Política y legalmente, el movimiento tuvo vigencia mientras duró mi candidatura.

Algunas personas piensan erróneamente que el movimiento que formé es un partido político. No lo es porque, según las normas electorales colombianas, ser un partido político con personería jurídica requiere tener representación en el senado, para lo cual es necesario superar un umbral nacional de alrededor de 500 mil votos, condición que favorece a las grandes maquinarias con presencia a través del país y, en un grado menor, a los políticos con un alto nivel de reconocimiento público. En el 2010, Sergio Fajardo (actual candidato a la Presidencia de Colombia) fracasó en su intento de superar el umbral para el senado con su movimiento y, en las pasadas elecciones, Gustavo Petro (exalcalde de Bogotá, en la actualidad también es candidato presidencial) escasamente lo logró con el suyo. Es decir, aún falta mucho trabajo para que un partido libertario pueda obtener la personería jurídica.

David: En cuanto a la campaña por la Alcaldía, ¿qué enseñanzas le dejó? No ganó, pero ¿lo volvería a intentar?

DR: Entre las principales enseñanzas que me dejó la campaña es que uno puede tener un impacto significante en el discurso político sin contar con maquinarias y sin gastar grandes sumas de dinero. El solo hecho de que pude participar en los foros y en los debates condujo a que otros candidatos repensaran sus propias propuestas y, en ciertas ocasiones, adoptaran las mías directamente.

Otra enseñanza es que las redes sociales, usadas correctamente, nivelan el juego de una manera radical. Nosotros no hicimos pauta ni en radio ni en televisión ni compramos una sola valla publicitaria en Bogotá, sino que nos concentramos en Facebook. El día de las elecciones contábamos con 25 mil seguidores en mi página y obtuvimos más de 20 mil votos. Según algunos expertos con quienes hablé previamente, esa relación iba a ser aproximadamente de 10 a 1. De hecho, otra lección de la campaña es que uno debe confiar en su propio criterio y ser escéptico frente a los supuestos expertos en áreas como el “marketing político”.

Tal vez la lección más importante, sin embargo, es que hay que tener mucho cuidado con el equipo de edición de vídeos de la revista Soho… (este medio de comunicación manipuló maliciosamente una entrevista que le realizó a Daniel).

Claramente no gané la elección. De hecho, dije que si ganaba lo primero que haría sería exigir un recuento de votos. No obstante, según La Silla Vacía mi campaña fue exitosa porque logró sembrar “las semillas de un futuro movimiento en el más difícil de los escenarios: la contienda por la alcaldía de Bogotá”.

Por supuesto que intentaría llegar a la alcaldía de nuevo si las circunstancias se dan. Pero lo haría para ganar y no sólo para cambiar los términos del debate.

David: Quisiera que nos concentraremos en Bogotá, ciudad en la que ambos nacimos. He defendido la idea de que ésta debería organizarse como una ciudad de libre mercado, es decir, que no sea administrada por las burocracias sino por las lógicas del mercado. En las elecciones del 2015 usted presentó un programa que va en esa dirección, de hecho, se llamaba “Capital Libre”. ¿Cuáles fueron sus principales propuestas?

DR: Mis principales propuestas fueron:

  • Libertad educativa: permitir que los padres de alumnos de colegios públicos puedan escoger pasar a un modelo de concesión o usar bonos escolares.
  • Reducción en los impuestos prediales y en el ICA (Impuesto de Industria y Comercio) para las empresas de la capital.
  • Construir un metro por medio del sistema de captura de valor, tal como el de Hong Kong.
  • Concesionar las vías principales e implementar peajes inteligentes para descongestionar la ciudad y mejorar el estado de las red vial.
  • Incentivos tributarios para las zonas que concentran el mayor número de habitantes para generar más empleos cercanos a las viviendas.
  • Permitir la plena operación de aplicaciones de transporte como Uber, Lyft y Cabify.
  • Aprovechar las nuevas tecnologías para convertir gran parte de la basura de la ciudad en energía limpia.

David: Bogotá vive la misma tragedia que muchas capitales alrededor del mundo y es que el Estado (en este caso, el colombiano) la usa para extraer recursos e invertirlos en otras regiones. El alcalde actual Enrique Peñalosa con gran acierto dijo que Bogotá “es la vaca lechera que sostiene al país”. Personalmente, creo que se debería buscar la independencia política de la ciudad, aunque soy consciente que es una idea difícil de concretar y que de ser llevada a cabo por medios políticos traería pésimos resultados. Ahí está el mal ejemplo de Cataluña. Sin embargo, si pueden pensarse en nuevos modelos de gobernabilidad diferentes al del Estado-Nación tradicional. Unos plantean la creación de comunidades libres en los mares, la ley policéntrica, ¿qué opina de iniciativas como esas?

DR: El problema que enfrenta Bogotá como “vaca lechera” surge del centralismo en Colombia. El país necesita una verdadera autonomía para las regiones y una competencia tributaria y hasta regulatoria entre ellas. Cada cual debe ser responsable de sus propias finanzas sin esperar dádivas del gobierno central. Esto requiere una reestructuración completa del sistema estatal que ha operado durante décadas.

En cuanto a las ciudades libres en los mares, me agrada mucho la idea y de hecho estoy en contacto con el director del Seasteading Institute. Mi única sugerencia a sus simpatizantes es que lean el inicio de la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides, quien explica que las primeras ciudades en Grecia se construyeron lejos de las costas por la prevalencia de la piratería. También hoy, cualquier comunidad marítima independiente y próspera enfrentaría muy pronto graves problemas de seguridad. Por lo tanto tendrían que empezar a desarrollar una política de defensa común que necesariamente implique el cobro de impuestos. Y ahí está el germen del Estado. Lo importante sería que ese Estado que necesariamente surge se limite a sus funciones básicas. He ahí mi liberalismo clásico y mi escepticismo frente a las teorías anarco-capitalistas.

David: Finalmente, muchos lo conocimos como el candidato del corbatín, era una prenda que usaba en sus apariciones públicas, lo que le daba cierto aire a Rothbard. Como hecho anecdótico, ¿por qué dejó de usarlo?

DR: Yo usé corbatines mucho antes de saber quién era Rothbard. De hecho, el corbatín fue una parte de mi juventud, tal como fumar pipa y usar trajes de tres piezas. Afortunadamente hoy tengo otros intereses, aunque no descarto volver a usar el corbatín, pero sólo si, de nuevo, se presentan las circunstancias apropiadas.

David: Muchas gracias por su tiempo.

DR: Gracias a usted, es un placer hablar con Estudiantes por la Libertad.

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