Coordinador local Junior de Students for Liberty Mexico.
La mayoría de las personas, afortunada o desafortunadamente nos hemos encontrado en una situación económica difícil en la que quisiéramos una protección del Estado o una economía planificada que no diera lugar a que las personas (especialmente nosotros) se encontraran en una posición desfavorable, penosa o humillante. Aquel viaje que no le pudimos pagar a nuestro hijo, ese regalo que no tuvimos la posibilidad de comprar en navidad, aquel detalle hacia nuestro padre para el que no nos alcanzaban las monedas. Sin embargo, hay que detenernos un momento a reflexionar: ¿qué tanto se planifica cuando se planifica?
En el momento en que el Estado decide incursionar en la monumental aventura de planificar la economía, debe necesariamente planificar el amor. Es así porque los actos económicos son impulsados por nuestros intereses personales. ¿Existe acaso interés más personalísimo que el amor? No sólo por nuestra pareja, sino por nuestros amigos íntimos, hermanos, mascotas, nosotros mismos y todo aquello que se pudiera llegar a amar. ¿Qué relación tiene la planificación con el amor? Como bien explicaba Adam Smith, el amor propio genera beneficios propios y ajenos, de la misma manera que el interés propio genera beneficios propios y ajenos. Los padres realizan un esfuerzo sobre humano para comprarle ropa, útiles escolares y juguetes a sus hijos, no por buscar un beneficio propio, sino por amor. Sus hijos tienen más o mejores cosas; los productores, distribuidores y vendedores tienen más capital. Un acto de amor pone en marcha una compleja maquinaria del mercado.
La esperanza de lograr que un acto de amor genere los beneficios máximos para la persona amada hace tolerable, aunque sea de forma mínima, las condiciones de trabajo que sean dadas en un trabajo. Esa pequeña brecha de fe crea también un deseo de mayor esfuerzo para que nuestro trabajo genere aún más beneficio.
Todos generamos consecuencias económicas derivadas de actos de amor. La pizza que compraste para disfrutar con la familia o aquel libro para tu mejor amigo muestran cómo amor y economía van ligados.
Por otro lado, consideremos que un Estado con un modelo de economía trastocado por la planificación debe tener intereses primordiales, intereses secundarios (los medios de acción) e intereses mínimos. Esta clasificación es necesaria para crear un plan que alcance el interés general sea lo que sea que eso signifique, aquí surge la encrucijada ¿Cuál es el interés general, supremo o como gusten llamarle? En realidad, cada persona tiene su interés supremo y no podría ni la mente más grande, ni la burocracia más monstruosa recopilar tal conocimiento por dos motivos: los intereses cambian y las personas mienten. ¿Admitiríamos frente al burócrata vecino nuestros gustos más ridículos?
Entonces cualquier movimiento estatal le dará mayor importancia a los intereses de unos sobre los de otros. Para que los primeros puedan realizar actos de amor, los segundos se verán subyugados a los deseos de los primeros. Los poderosos serán aquellos que logren imponer los intereses que deben ser tomados como máximos. Le llamarán entonces interés general a lo que en realidad es su interés propio. Humillados y desgraciados serán aquellos que no tengan ninguna fuerza política.
Después de imponer el interés general deberemos abolir la democracia hasta que el primer fin impuesto sea logrado. Puede llevar un tiempo, o bien, el objetivo puede nunca ser logrado, la democracia nunca restaurada y los poderosos nunca derrocados. Nos encontraríamos en una situación parecida a la época feudal, con una tiranía estática. En esclavitud perpetua por los que deseaban terminar con la esclavitud.
Al suprimir los intereses particulares por el bien común, ¿qué derecho tendría una madre de comprar cereal, libros, juguetes y ropa para sus hijos? Y, especialmente, ¿qué posibilidad tendría si esto no se encontrara en el plan supremo del estado? Los hechos económicos deberán ser realizados por y para el estado y, los beneficios que podían obtener quedarán suprimidos. Los esfuerzos encaminados a generar el beneficio de la sociedad entera terminarán destruyendo los beneficios de la sociedad entera y sirviendo únicamente a los deseos de los poderosos
Para planificar la economía es necesario limitar los actos de amor. Al ser tan variados resultan imposibles de plasmar de manera detallada en un plan general. En consecuencia, un plan supremo que dirija las leyes nos dejaría sin derecho de tener interés propio o, dicho de otra forma, un plan supremo nos prohibirá tener intereses personales.
Sin derecho al interés propio, sin derecho a los actos por amor, sin posibilidad de esforzarnos un poco más, ¿qué dignidad le queda a una persona que estará su vida entera obedeciendo, obligado a trabajar para otros sin opción de generar algo para los que ama? Eso es la definición de la peor esclavitud que puede existir: una vida destinada, de principio a fin, a la humillación del individuo por el favor de los poderosos.
Será entonces el suicidio el acto único y último de rebeldía y amor propio.
¿Merece la pena planificar la economía? ¿Merece la pena pulverizar el amor? Son cosas que espero no descubrir.
Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele a la Editora en Jefe, de EsLibertad, Alejandra González, a [email protected].