Básicamente tenemos dos caminos para reducir nuestro impacto ambiental, nos comportamos como villano de película de ficción y exterminamos a la mitad de la población o permitimos que estos puedan libremente mejorar su productividad.
Leonard Quinde
Director Nacional de EsLibertad para Ecuador
Existe la creencia de que antes estábamos mejor en todos los aspectos incluso en el ambiental y que por ello necesitamos cierta regulación estatal para que nuestras actividades no vayan a acabar con el planeta en el que vivimos.
Es cierto que la presencia de la humanidad tiene un impacto en la naturaleza que no existiéramos pero es lo que pasaría con cualquier especie si la quitamos o si la ingresamos en cierto hábitat por lo que nuestro impacto no es realmente algo extraño ni algo que no sucede con las demás especies.
Hay quienes argumentan que la diferencia es que las otras especies aparentemente viven en un equilibrio entre ellas algo que no sucede con el ser humano ya que éste no tiene mayor depredador y puede cambiar sus condiciones para cada vez ser y vivir más, donde se lo suele comparar con un tipo de cáncer para el planeta.
Debemos tener en cuenta que el ser humano está lejos de ser un cáncer o incluso un virus, si tomamos en cuenta que ambos funcionan bastante mecánicamente queriendo sobrevivir, reproducirse hasta no poder más, careciendo de conciencia, de proyección, de introspección y demás cualidades bastante propias del ser humano; de hecho, que algunos de nosotros nos demos el tiempo para hablar de estos aspectos demuestra que tenemos muy poco parecido con dichos microorganismos.
Los primeros movimientos ecologistas o conservacionistas comenzaron a aparecer hace poco menos de dos siglos; a medida que la industria, la productividad, la economía empezaron a crecer con mayor rapidez, la preocupación por el futuro del planeta fue aumentando; ignorando o a pesar de, todas las mejoras en la calidad y expectativa de vida que hemos tenido desde aquellos días.
Hace más de medio siglo se ha venido vaticinando el fin de la humanidad cada 10 años, la razón nada más y nada menos que la escasez de recursos, porque se supone que crecemos a ritmos descoordinados los recursos y la población de seres humanos pero, como un clásico error, los profetas del fin del mundo no cuentan con las características innatas de los seres humanos como su creatividad y su búsqueda por la eficiencia de los recursos, algunas veces incluso por simples y vanos fines lucrativos.
Básicamente tenemos dos caminos para reducir nuestro impacto ambiental, nos comportamos como villano de película de ficción y exterminamos a la mitad de la población o permitimos que estos puedan libremente mejorar su productividad, es decir, que con menos puedan producir más (incluso con mejores tecnologías menos contaminantes), a la vez que puedan utilizar recursos más abundantes y renovables.
Es aquí donde debemos tener mucho cuidado con las políticas públicas que se emiten en cada país, muchas medidas ambientalistas están haciendo cada vez más complicado la adquisición de maquinarias o el inicio de nuevos negocios, lo que podría resultar más contraproducente de lo que creemos, a medida que la población se encuentre sumida en la pobreza, será más complicado que ésta pueda optar por tecnologías cada vez más limpias y eficientes.
Muchas políticas públicas van enfocadas en la implementación exclusivamente de tecnología verde y no toman en cuenta que mejorar la productividad y la riqueza de las industrias son pilares claves para reducir nuestro impacto en el medio ambiente; la productividad permitiendo menor consumo de recursos tanto materiales como energéticos, mientras que la riqueza dando las facilidades para adquirir mejores tecnologías y/o financiando investigaciones.
Me parece oportuno enfatizar que, la investigación no solo es necesaria con el fin de tener tecnologías productivas (y más accesibles) sino también para que existan mecanismos que permitan resolver con mayor facilidad los impactos que puedan causar dichas actividades, mejores mecanismos de limpieza, mejor manejo o reutilización de residuos, diferentes fuentes de energía y demás.
Lo mencionado anteriormente queda constatado acorde a lo mencionado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), donde en el 2010, afirmaron que el desarrollo de cerca del 80% de las tecnologías de energía limpia se lleva a cabo en sólo seis países, los cuales fueron Japón, Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur, Francia y el Reino Unido; además indicaron que la actividad de inscripción (de patentes en materia ambiental) fue limitada en las naciones en desarrollo y la poca que hubo se produjo en China, India y Brasil.
A su vez los bloqueos comerciales también podrían incurrir en términos negativos al medio ambiente, puesto que muchas veces los países en Latinoamérica no cuentan con productos y productores que puedan costear medidas más ambientales para llevar a cabo su producción y estos se encuentran fuera de nuestras fronteras, es decir, los individuos que puedan encontrarse preocupados por el medio ambiente tienen pocas oportunidades de elegir productos que sean más ambientalmente amigables, al mismo tiempo todos nos encontramos atados a consumir productos mucho más caros de empresas poco productivas sin poder tener la oportunidad siquiera de premiar (con nuestra compras) a las empresas que se han preocupado por mejorar su productividad, reduciendo la cantidad de recursos que utilizan para realizar sus productos o su conciencia ambiental.
Debemos recordar que el comercio no sólo trae consigo bienes y servicios, sin más, con estos también viene una cantidad considerable de información tanto a través de sí mismos como de posibles inversiones extranjeras que se encuentren interesadas en producir desde nuestro país tanto como para exportar como para el mercado interno. Información como: productos o servicios que no sabemos que existen, que no hemos logrado siquiera imaginar, sus métodos de producción, tipos de certificación, ingredientes, cadenas logísticas y productivas, etc.
La competencia, la globalización, la libertad económica y social vuelven a ser un factor importante para fomentar buenas prácticas empresariales promoviendo el bienestar de todos los individuos, incluso los más pobres, sin necesidad de una legislación que restrinja y entorpezca el comportamiento del mercado y los individuos que lo conforman.
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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas.