Por una revitalización del discurso liberal

El logro primordial del liberalismo ha sido el triunfo del individualismo por sobre el colectivismo y con ello la igualación y salvaguarda de cualquier ser humano sea cual fuere su condición. Este éxito fundamental del pensamiento liberal trajo consigo una mejora en el nivel de vida que jamás había tenido lugar en la historia de la humanidad.


Matias Lopes Vieira

Coordinador Local

Estudiantes por la Libertad Latinoamérica


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Es natural que la fuerza de unas ideas vaya disminuyendo conforme el tiempo avanza y las aleja del contexto en el cual tuvieron sentido. Las generaciones posteriores reciben la herencia ideológica de sus antecesores, pero éstas ya no tienen el mismo significado. Muchas de las condiciones recibidas por las nuevas generaciones suelen naturalizarse y muchos de los reclamos por los cuales se abogaba suelen desaparecer por la repetición y aburrimiento de los discursos estancados. Pero, si bien este fenómeno tiende a ocurrir con cualquier tipo de idea, nos dedicaremos aquí a una en particular: La libertad individual.

John Stuart Mill (1859) sentenciaba que “Sobre sí mismo, su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano”, pero previo a él, John Locke (1689), anticipaba que “Ningún conocimiento humano puede ir más allá de su experiencia”. Si bien Locke hacía referencia en esa frase a su concepción empirista, también creo que bajo los términos de este escrito puede ser una advertencia para quienes dan por sentado muchos niveles de libertad actuales.

El logro primordial del liberalismo ha sido el triunfo del individualismo por sobre el colectivismo y con ello la igualación y salvaguarda de cualquier ser humano sea cual fuere su condición.

Este éxito fundamental del pensamiento liberal trajo consigo una mejora en el nivel de vida que jamás había tenido lugar en la historia de la humanidad. El establecimiento de los derechos naturales de vida, libertad y propiedad habilitó el deseo de los individuos a poder aspirar a más. La posibilidad de mejora en la calidad de vida se volvió un hecho concreto y significó un rejuvenecimiento anímico para toda la sociedad que, esperanzada con la oportunidad de progreso, se vio dotada de una tremenda potencia espiritual que permitió desplegar grandes dosis de originalidad, generando continuos descubrimientos que permitieron no sólo mejoras en lo material, sino también en lo moral. Pero alguien bien podría cuestionar que hemos mejorado, puesto que ¿Quién puede definir lo que es el progreso? y a lo cual Steven Pinker (2018) responde:

¿Qué es el progreso? Cabría pensar que la pregunta es tan subjetiva y culturalmente relativa como para quedarnos sin respuesta indefinidamente. Pero lo cierto es que es una de las preguntas más fáciles de responder.

La mayoría de la gente está de acuerdo en que la vida es mejor que la muerte. La salud es mejor que la enfermedad. El sustento es mejor que el hambre. La abundancia es mejor que la pobreza. La paz es mejor que la guerra. La seguridad es mejor que el peligro. La libertad es mejor que la tiranía. La igualdad de derechos es mejor que la intolerancia y la discriminación. La alfabetización es mejor que el analfabetismo. El conocimiento es mejor que la ignorancia. La inteligencia es mejor que la torpeza. La felicidad es mejor que el sufrimiento. Las oportunidades de disfrutar de la familia, amigos, la cultura y la naturaleza son mejor que el trabajo penoso y la monotonía.”

Luego, a la posible pregunta de ¿Cómo podemos saber si realmente hemos progresado? podríamos responder que a partir de la mejora de los indicadores antes expuestos (u otros que puedan agregarse).

Lo cierto es que desde la Revolución Gloriosa y posterior instauración de las democracias liberales los indicadores no han dejado mejorar, datos que pueden ser consultados en Our World in Data, HumanProgress y GapMinder. Desde luego ningún progreso suele ser lineal, pero la tendencia mundial sigue siendo alentadora.

Sin embargo, hay quienes reclaman que el mundo se ha envilecido, que se ha visto preso de una degradación moral y espiritual producto de la codicia y el egoísmo estimulados por el discurso capitalista. Con gran habilidad retórica muchos nuevos personajes difunden discursos distópicos y apocalípticos, instaurando climas de pesimismo y escepticismo. Se reclama por la pérdida de valores abstractos mucho más difíciles de consensuar que los que ya postulamos, tales como la salvación, el honor y la gloria. Los alegatos románticos que contrastan la sociedad actual con una ideal son una metamorfosis del discurso eclesiástico que comparaba la vida terrena con el reino de los cielos.

No implica lo dicho hasta aquí que estemos haciendo una defensa del statu quo, ni cerca de ello. Consideramos que las falencias existentes son muchas, pero que hay piedras angulares que deben ser mantenidas porque son la base del progreso que hasta ahora hemos conseguido. A saber: El respeto por los derechos individuales y de los derechos fundamentales a la vida, a la propiedad y a la libertad.

No creemos que los postulados liberales consagrados en la Ilustración se hayan plasmado de la manera en que fueron postulados. Consideramos que el mercantilismo predomina por sobre el libre comercio, que las personas que ostentan algún poder suelen verse beneficiados por el poder legislativo y que la intolerancia siempre encuentra razones para manifestarse mediante mecanismos más sutiles, lo cual pone en jaque la protección del individuo constantemente.

No somos ingenuos ni zonzos y, desde luego, sabemos que no vivimos en un mundo ideal, pero también sabemos que éste no existirá nunca y que lo que debemos hacer es abogar constantemente por mejoras institucionales que nos permitan seguir progresando, y no abolir el régimen en su totalidad para volver a un primitivo estado tribal.

Pero ¿Por qué si las cosas han mejorado de la manera en que las expresamos la frustración, el pesimismo y la incertidumbre son los estados emocionales e intelectuales que gobiernan las sociedades actuales? Hay una respuesta político-filosófica, una respuesta psicológica, y una respuesta del olvido.

La respuesta político-filosófica proviene de ciertos pensadores con inclinaciones declaradamente comunistas, que han desarrollado prolíficas obras en pos de la destrucción de la razón como instrumento de conocimiento, instaurando así el imperio del subjetivismo en el mundo del conocimiento en instalando a su vez la convicción de que todo es, en última instancia, político. Esta concepción reduce la discusión a una lucha de voluntades que jamás podŕan ser salvadas debido a su propia naturaleza, lo cual lleva inevitablemente a una nueva lucha de dominación entre distintos grupos, a una nueva lucha de clases que se ve encarnada, por ejemplo, en los nuevos movimientos feministas radicalizados y en los nacionalismos nacientes de nuestra época.  A quien quiera indagar sobre este punto recomiendo la lectura de Explicando el posmodernismo de Stephen Hicks (2014) y de La idea de la decadencia en la historia occidental de Arthur Herman (1998).

La respuesta psicológica proviene por un lado del proceso de globalización y, por el otro, de una particular forma de actuar de los medios de comunicación en donde existe una predilección por el sensacionalismo, en donde la información transmitida siempre es acompañada por adjetivos que denotan peligro, cautela y paranoia. Esta manera de comunicar no es ingenua. La información procesada como peligrosa tiene cierto componente “adictivo” para los seres humanos. La detección de peligro y la falta de certezas sobre cómo afrontar la situación peligrosa dispara la búsqueda hacia información que nos brinde alguna seguridad sobre cómo actuar para salir de esa circunstancia percibida como aversiva. Los medios comprenden bien ciertos mecanismos psicológicos y saben, entre otras cosas, que las malas noticias venden más que las buenas, justamente porque fomenta la paranoia y la búsqueda de más información. Por otro lado, el proceso de globalización ha generado una estimulación tan colosal que no sabemos cómo manejar. En parte este proceso ha producido un boom de creatividad en muchos sectores, puesto que la actualización constante e inmediata sobre lo que sucede en otras partes del mundo permite la libre circulación de ideas y con ellas más y nuevas combinaciones, pero también es cierto que todavía no sabemos bien cómo manejar la cantidad de información disponible y esto, en lugar de aclararnos el panorama nos sume en la confusión.

La respuesta del olvido tiene que ver con la invisibilización de los índices de mejora que hemos expuesto, con las condiciones que lo hicieron posible y con el sentido que estas condiciones tuvieron para la humanidad. El discurso liberal se ha anquilosado, se ha vuelto un obsoleto porque se ha dormido en los laureles. El conformismo de una mejora radical en nuestra calidad de vida nos llevó a relajarnos y a dar por sentado las condiciones que hicieron posible nuestro progreso. Este progreso sólo pudo ser posible por permitir el despliegue creativo de las individualidades y no sometiendo a los individuos frente al colectivo. Es en libertad donde mejor pueden desplegarse y mejorarse las capacidades humanas, donde son éstas permanentemente desafiadas.

Los avances del colectivismo pueden explicarse, en parte, por lo hasta aquí mencionado: retórica de los intelectuales de izquierda que gana terreno frente a la confusión colectiva y que persuade a las masas, cada vez más, a la abolición de las condiciones que hicieron posible nuestro hoy.

La realidad no es ideal, pero debe buscarse su mejora buscando nuevos caminos de progreso que habiliten más posibilidades para el mayor número de personas, pero estas posibilidades sólo pueden ser más cuando son en libertad, ya que nunca hay más en la clausura, sino en la apertura.

La potencia de nuestras palabras debe fundarse en la grandeza de nuestros logros, en la firme convicción moral de que cada ser humano debe ser respetado siendo libre de toda coacción y en la disposición al conocimiento y a la novedad que caracteriza a los liberales que abogamos por una sociedad abierta.

La diferencia es para nosotros el corazón de la originalidad, ya que es en el contraste con lo diferente donde surgen las tensiones que posibilitan nuevas y mejores formas de vida. No buscamos, como sí quieren nuestros adversarios, desdibujar a los individuos bajo el manto sagrado de “La Nación” o de un colectivo en particular, exterminando así las diferencias  las tensiones que, según ellos, nos permitirían entonces construir el paraíso.

Nosotros creemos que la mejor tierra es aquella en donde cada uno puede ser soberano sobre su cuerpo, su espíritu y su vida, y donde nadie tendrá el poder efectivo para obligar a los individuos a inclinarse hacia tal o cual camino.

Nuestra grandeza moral consiste en el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo (Benegas Lynch), en las verdades provisorias que nos alejan de los dioses y la fantasía (Popper) y en la igualdad ante la ley (Locke) y no mediante ella.

Nuevos tiempos, con nuevas problemáticas encarnan viejos deseos que muchas veces parecieran ser eternos, estos deseos son los deseos de dominación del hombre. Debemos permanecer firmes y alzar nuestra voz contra aquellos que pretenden (por malicia o ignorancia) someter a unos por sobre otros.

Nuevos aires son necesarios para nuevos tiempos, pero que estos aires sean siempre hacia una libertad creciente y no un retroceso hacia el tribalismo y la dominación del más fuerte.

 

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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. 

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