Nosotros si recordamos

 

Nosotros si recordamos

¿Para qué recordamos? Se nos puede argumentar que el hecho está y que no se puede borrar, en tanto hecho sucedió y existe. Sin embargo, la continuidad verídica de los hechos excede al suceso en sí. El transmisor del hecho es quien hace al hecho en tanto su versión puede transfigurar la realidad.


Brian Frojmowicz

Coordinador de Local EsLibertad Argentina


Adolf Hitler, argumentaba a menos de 20 años del genocidio armenio sobre la carencia de recuerdo que la humanidad tenía sobre lo sucedido. Nadie se acordaba de la matanza, nadie la transmitía. La lógica de la continuidad fáctica pierde continuidad. Si no se ha relatado se supone que no ha existido. Cuantos en la actualidad afirman que no ha existido el Genocidio Nazi u otros genocidios.

Una sobreviviente de Auschwitz, Lea Novera, repite sin cesar que los pueblos que no tienen memoria no tienen futuro. Uno debe en el presente apelar al pasado para explicar al futuro. La responsabilidad humana en la no repetición de la catástrofe es total. Nos quejamos del suceso sin ponernos a pensar en el rol que tomamos. Nuestra pasividad del pasado aqueja nuestro presente porque teníamos la posibilidad de hacer algo.

Auschwitz, fue un experimento antiliberal con todas las letras. Fue una afrenta a la humanidad. Los sujetos dejaban de ser humanos para ser objetos de sujeción de la supuesta raza superior. No había individualidad posible. Uno no era una personalidad, sino un número en una cadena burocrática de numeración. Toda empatía posible con el otro se acababa. La supervivencia hacía que uno no identifique en el otro un igual sino alguien del que se esperaba su muerte para robarle su ropa.

El nazismo busco el disciplinamiento total de la subjetividad en el Lager (campo). Necesitaba seres humanos que sean superfluos en tanto seres humanos (Arendt). Destruir la esencia humana, la indivisible individualidad, radical novedad subjetiva derivada del nacimiento dador de unicidad e irrepetibilidad para homogeneizar en una fila a la muerte. El mejor producto del campo no era el muerto sino aquel que perdía la voluntad de tener voluntad, la pulsión vital de ser humano.

Fue una masificación del sujeto en razas que denotaban superioridad e inferioridad. No había igualdad ante la ley. El Estado era el garante de la raza superior, de su salud, su bienestar, al mejor estilo de la biopolítica. Para ellos debía eliminar a los parásitos, los judeo bolcheviques, los capitalistas judíos, los homosexuales, gitanos, disidentes políticos. El orden estatal y la salud de su ciudadano era obtenida con la cura de la enfermedad de esa otredad amenazante. La solución final fue el remedio mortífero para curar a la sociedad según el nazismo.

La racionalidad vio su esplendor en Auschwitz. El campo de exterminio fue la consumación de un sistemático y eficiente proceso racionalizado de asesinato de otro ser humano. Una burocracia sumisa al líder, ejecutaba con el simple botón de encendido de una máquina, con la simple palanca de un tren o el gatillo de un arma, un monstruoso aparato estatal de muerte; fue la industrialización de la muerte donde el producto final era la ceniza del crematorio saliendo por la chimenea. Incluía el gaseado del sujeto, el corte de pelo, la búsqueda de dientes con objetos de valor, el apilamiento de cadáveres, la quema de los cuerpos,etc… El nazismo supo mezclar su antimodernismo cultural con la exaltación de la ciencia para forjar un antimodernismo reaccionario (Traverso). El combate a la ilustración y a los valores liberales (en el amplio sentido), no era con el desencanto cultural romántico, sino como el aprovechamiento de la eficacia científica que había desarrollado el sistema burgués.

No es lo mismo la racionalidad constructivista, planificadora, instrumentalizadora del Estado, que la espontánea, individual y propia de los sujetos. Auschwitz, forjó seres que seguía órdenes sin ningún juicio previo. Se relata que en el juicio a Eichmann él poseía escaso vocabulario y reacciones. Era un sumiso de la voluntad del Reich. El experimento Milgram demuestra los límites de la sumisión por la recompensa del ascenso jerárquico o monetario.

No hallamos sujetos críticos de su existencia y sus decisiones. El nazismo y el totalitarismo en general, demostró la irreflexividad humana. El actuar sin poner al sujeto en objeto de estudio del propio sujeto es la mejor muestra de la desubjetivizacion del victimario que también se hallaba superfluo en tanto humano. Eso no quiere decir que sea inocente. El sujeto siempre puede reducirse, aislarse, atomizarse en su propio yo, que no depende de lo ajeno para poder tomar decisiones. Seguir a la tribu es una decisión tentadora pero evitable. Las pulsiones masificadoras son consecuencia de una pérdida de lo propio pero de lo también de lo colectivo donde lo propio no se pierde (colectivos en los cuales no se diluyen las personalidades)

El mayor peligro no son los negadores de los genocidios o los sustentadores de esas ideas. La mayor amenaza son aquellos que en su pasividad no advierten las señales de repetición y afirman que no puede volver a suceder. Afirman que estamos suficientemente evolucionados y concienciados para evitar nuevos hechos. Esa reticencia a recordar por el hecho de que no se puede volver a repetir es la misma fuerza que en pasividad no hizo nada con el genocidio armenio.

Auschwitz no terminó en enero de 1945. Es una constante de la existencia humana. Los hechos no se repiten igualmente pero se parodian. Las matanzas continuaron, los genocidios persistieron. Antes del nazismo, el comunismo extendía su terror y asesinato de la mano de Lenin y Trotsky , alegando a la revolución. Los discursos legitimadores de la muerte merecen un estudio profundo. Ni hablar del Gulag y Stalin. Mao y su revolución cultural, Camboya, Ruanda, atrocidades en Vietnam.. Ahora podríamos nombrar Siria y Venezuela.

La experiencia totalitaria nos persigue pero no nos podemos escapar. Debemos definir qué ser humano buscamos. Yo soy liberal pero no idiota. Soy liberal pero no me atomizo. Mirar lo que sucede en lo exterior a lo propio salvaguarda el propio futuro subjetivo. Condenar la atrocidad actual y luchar por su desaparición es vital para el mundo que queremos. La queja sin acción es propia de los que bajo la pereza legitiman el terror.

Hace pocos días vuelvo de Yad Vashem, museo del holocausto en Israel. Al final del recorrido, nuestro guía, citando a su maestro nos decía que debíamos saber por qué moriríamos y por consiguiente por qué viviríamos. Desde Estudiantes por la Libertad somos unos de los pilares de la lucha contra el totalitarismo y la experiencia liberticida. Actuemos. Vivamos por eso. Recordemos.

 


Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. 

Back to Blog

Comments are closed.

X