El poder en manos equivocadas

El poder en manos equivocadas

Latinoamérica está presenciando un colapso en estructuras de poder muy bien establecidas. Brasil fue testigo de la caída del socialismo en sus últimas elecciones presidenciales, Nicaragua es la muestra de cómo un poder debilitado recurre a la violencia, Venezuela está mostrando al mundo cómo un soberano pierde su poder y es rebajado al punto de un simple hombre que se va quedando cada vez más solo y Bolivia demuestra cómo el poder puede estar en manos equivocadas sin importar si está concentrado en un solo individuo – o partido político – o si está depositado entre quienes por mayoría, se consideran la voz del pueblo.


Enrique Gonzales

Coordinador Local de Estudiantes por la Libertad Bolivia


El poder se define normalmente de esta manera: la capacidad que tengo yo, para hacer que otra persona tenga determinada conducta en contra de su propia voluntad. Bajo esta idea, el poder me capacita para imponer mis decisiones sin necesidad de considerar las ideas y pensamientos de otros. Otros sufren mi voluntad como algo que les resulta ajeno1.

Esta idea del poder no nos permite captar la complejidad del asunto ya que el poder va más allá de someter a un sujeto – que literalmente significa estar sometido – a las decisiones de otro. El poder no debe entenderse de forma limitada a la simple coerción sobre terceros y eso se ve muy bien representado en la idea de cuando alguien forja en las masas una voluntad contraria a la del soberano, eso constituye una clara muestra de la debilidad del poder de dicho soberano. Cuanto más “poderoso” es el poder, menos perceptible se vuelve.

El ejercicio del poder no implica necesariamente violencia, no es siempre prohibitorio y coercitivo; al contrario, el poder superior hace uso de la libertad al mostrarse de una forma permisiva.

Es importante comprender entonces, que el juego del poder radica en realidad en la capacidad de lograr que otros actúen pero por voluntad propia como si se tratara de sus propios deseos. Es en este punto en donde realmente un soberano tiene poder; cuando sus súbditos cumplen con sus deseos sin que éstos sean sometidos a coerción, es más los súbditos convierten los deseos de su soberano en un deseo propio y de esta forma actúan de manera eficiente y libre2.

Esta dinámica del poder puede observarse en todos los ámbitos de la vida pero en esta ocasión quiero limitarme a reflexionar sobre lo político y social.

Latinoamérica está presenciando un colapso en estructuras de poder muy bien establecidas. Brasil fue testigo de la caída del socialismo en sus últimas elecciones presidenciales, Nicaragua es la muestra de cómo un poder debilitado recurre a la violencia, Venezuela está mostrando al mundo cómo un soberano pierde su poder y es rebajado al punto de un simple hombre que se va quedando cada vez más solo y Bolivia demuestra cómo el poder puede estar en manos equivocadas sin importar si está concentrado en un solo individuo – o partido político – o si está depositado entre quienes por mayoría, se consideran la voz del pueblo.

Este último caso, el de los bolivianos que rechazan el autoritarismo y atropello de un gobernante de tendencia totalitarista es en primera instancia maravilloso y digno de admirar, no obstante conviene preguntarse si la dirección que toma el colectivo, es realmente la indicada.

¿Estamos buscando sustituir el poder del gobernante por el poder de la ley o lo que sin darnos cuenta estamos haciendo es sustituirlo por el poder de las masas? Si bien, la idea central de la protesta es hacer cumplir lo que manda la Constitución Política del Estado, da la impresión que lo que se busca es que el país entero acate la voluntad de la mayoría perdiendo el foco central, que es el respeto a la ley (la Constitución). En este caso es una casualidad que la voluntad de la mayoría sea que se respete la ley, ya que si ir en contra de las leyes fuese no solo el deseo del gobernante sino también de la mayoría de los votantes y la motivación central de la democracia sea el respeto por la voluntad de la mayoría sin tomar en cuenta que debe prevalecer la soberanía de la ley por encima de la voluntad popular nos encontraríamos entonces en un escenario en donde el individuo como tal sería destruido para ser sustituido por lo colectivo.

Pierre Paul Royer – Collard3 expresa que:

“(…)la voluntad de uno solo, la voluntad de varios, la voluntad de todos, no son más que formas distintas de una fuerza más o menos poderosa; [y] a ninguna de esas voluntades, por el solo hecho de ser tales, se le debe ni obediencia ni el menor respeto4.

A lo que se debe apuntar es a la búsqueda y defensa de la supremacía de la ley y no a la supremacía de la voluntad de las masas ya que la garantía de la libertad reside en la soberanía de la norma de derecho, de la ley.

Es por eso que la lucha contra el poder concentrado en un solo individuo se torna en una lucha ambigua y difícil de sobrellevar porque el colectivo cae fácilmente en un falso dilema al pensar que el poder debe ser ostentado o por el soberano o por el pueblo y consecuencia de ese pensamiento deficiente concluimos sin mayor reparo y análisis que lo mejor es que el poder se encuentre en la voluntad popular y no concentrado en el soberano.

Es culpa de este razonamiento que se cree equivocadamente que la libertad y la democracia van de la mano y es que si se parte con las bases equivocadas, la idea parece tener sentido si creemos que al no existir concentración de poder en una persona que podría obligar a los demás a actuar en contra de su voluntad, entonces podemos considerarnos libres.

Los beneficios del principio de legalidad y de libertad cuyo mérito se atribuye a la democracia, en realidad fueron fruto de arreglos gubernamentales complejos en los que ninguna voluntad humana, individual o colectiva, era soberana5.

Por lo tanto, la lucha contra la reelección indefinida que el presidente Morales quiere llevar a cabo aludiendo derecho humano y derecho político no debe ser bajo ningún motivo considerada como una lucha por la libertad, es más sano verla como verdaderamente es: una lucha por cambiar la concentración del poder. Una vez entendido que la democracia que pedimos implica dar poder a manos equivocadas, es decir al colectivo mayoritario que impondrá su voluntad sobre la minoría sin importar lo equivocados que puedan estar, entonces tendremos la conciencia suficiente para entender que por lo que debemos luchar es por el imperio de la ley, sin importar si gusta a muchos o a pocos, entonces será así como defenderemos el mayor de los baluartes: la libertad.

Y es que esta debe ser la orientación de los liberales, tener absolutamente claro que la ley debe respetarse para salvaguardar la libertad. El clamor ¡mi voto se respeta! me parece que fue dicho sin pensar realmente las cosas porque aunque parezca una minucia, se está reconociendo inconscientemente que se debe exigir el cumplimiento de la voluntad del colectivo mayoritario y no el cumplimiento de la ley. Es por eso que creo que cuando un país atraviesa situaciones como la boliviana, hay que saber el motivo por el que se va a pelear. Una elección equivocada de los objetivos por los que se van a luchar puede costar caro y comprometer peligrosamente las libertades.

Insto al lector a no abstenerse de participar en la política, ya que aquel que huye de toda lucha y se cruza de brazos sentado en su casa hablando mal de los políticos de todo partido, hace política… la del desertor que huye de un combate que no se puede eludir6. No obstante, hago énfasis en el hecho de que la libertad y la democracia son incompatibles y si se desea acabar con la arbitrariedad de quienes ostentan el poder, entonces corresponde defender únicamente la libertad; y para ello, se debe exigir el cumplimiento de la ley. Hay que el partidismo político de lado y defender lo correcto, el partidismo separa a quienes deberían estar unidos a una sola voz. En palabras de Alcides Arguedas7:

“El partidismo político siempre deforma a los hombres… el adversario político se trueca en enemigo y nunca tiene ningún mérito ni es acreedor a ningún género de consideraciones. Se le denigra despectivamente, con pertinacia y desfachatez; se le endilga pullas y groserías con insolente desplante y nunca se es comedido con él. Y si bien es verdad que esto del trato es cuestión de educación, de medio familiar y de cultura, lo divertido e irritante es que al compañero [del partido], al compinche político se le representa siempre como un personaje de méritos y se le cita con respeto, deferencia y consideración. Y bien puede el tal compinche ser un perfecto y acabado granuja; pero se le trata como a personaje y de personaje se afanan en hacerlo tomar por lo demás8.

Si bien la cita es extensa, es también necesaria. No queda más entonces, que exigir en una sola voz la soberanía de la ley y no la soberanía del pueblo y evitar de esta forma, que el poder caiga en manos equivocadas.

 

Referencias:

  1. Byung Chul – Han (2016). Sobre el Poder. (1.a ed.) Herder Editorial.
  2. Por libre debe entenderse que en este punto las personas deciden voluntariamente cumplir con lo que exige el mandatario. Los súbditos no son manipulados para acatar o cumplir con los deseos del líder sino que dicho líder, mandatario, jefe o monarca cuenta con poder que le permite influir en las decisiones de su gente sin la necesidad de que exista violencia de por medio ni otro tipo de coerción, por lo tanto se puede concluir que un poder que necesita de la violencia, es un poder debilitado que camina a sus extinción.
  3. Estadista y filósofo francés. Presidente de la Cámara de Diputados de Francia (21 de junio de 1763 – 2 de septiembre de 1845).
  4. Bertrand de Jouvenel (1945). Sobre el Poder. Historia Natural de su Crecimiento. (Traducción de la ed. francesa de 1998) Unión Editorial. Pág. 338
  5. Ídem, pág. 338
  6. Benjamín Villafañe. Chusmocracia. Citado por Alcides Arguedas
  7. Escritor e historiador boliviano (1879 – 1946). Es el escritor boliviano más leído, el de obra más extensa y diversa. Su obra Raza de Bronce de 1919 es una de las piezas literarias más importantes del país.
  8. Alcides Arguedas. De Cara a la Realidad. (1.a ed.) Librería Editorial Juventud. Pág. 78


Este artículo expresa únicamente la opinión del autor. Students For Liberty está comprometido con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. 

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