La mano invisible
Los socialistas sostienen que la mano invisible que regula el mercado no existe, y que por eso, deben fijar un sueldo mínimo, disminuir las brechas salariales, ponerle topes a las utilidades, a las herencias, a la plusvalía y etcétera. En definitiva, que deben corregir las “imperfecciones” del mercado libre.
Leonard Quinde Director Nacional de EsLibertad para Ecuador |
¿En qué consiste la mano invisible que regula el mercado? Una vez un profesor me dijo que esa mano invisible es el precio, pero la respuesta quedó ahí sin ser explicada. Entonces profundizo: ¿Quién regula los precios?, ¿quién dice cuánto cuesta algo?
Para los que lo saben, ya la respuesta está gritando en sus cabezas y para los que no, tal vez sientan que un nuevo mundo que siempre estuvo allí ahora es más claro. Nosotros somos quienes le ponemos un precio a algo, y entiéndase nosotros como el conjunto de todos los individuos que interactuamos en el mercado.
Una empresa antes de poner un precio a un producto, entre las cosas que tiene que considerar está cuánto gastó en producirlo (materia prima, mano de obra, maquinarias), cuánto cobra la competencia (conjunto de empresas y personas que ofrecen el mismo servicio o producto), pero sobre todo cuánto están dispuestos a pagar sus consumidores (conjunto de personas a las que está dirigido el producto, que acorde a su percepción subjetiva determinan su valor).
En caso de que el proceso de elaboración de un producto o servicio resulte mucho más costoso que lo que los virtuales clientes están dispuestos a pagar entonces eso nos envía una clara señal de que debemos usar esos recursos para producir algo diferente porque en caso de seguir adelante con este proyecto no obtendríamos ganancias.
Es decir, la mano invisible que regula el mercado somos nosotros, al igual que los precios dependen de nuestras valoraciones subjetivos, los objetos que se ofrecen dependen de nuestra creatividad y de la satisfacción de las necesidades de los demás. Negar que ella exista es negar nuestra existencia, es negar la influencia que tenemos como consumidores y el accionar que toman las empresas frente a esto. El mercado funciona por nosotros, pues las acciones y las decisiones que cada uno toma tienen un impacto real.
Los socialistas buscan sus fines a expensas de la autonomía de los individuos. Delinean un marco de libertad muy restringido y establecen regulaciones y castigos desproporcionados para quienes busquen salirse de él. Para justificar sus atropellos contra la libertad, se escudan en los supuestos perjuicios resultantes del mercado libre, tratando de engañar a las personas diciéndoles que esta mano invisible no existe o en el peor de los casos no es capaz de solucionar los “abusos” que pudieran ocurrir en libertad.
Por ejemplo, para regular el mercado laboral entre sus muchos argumentos, sostienen que liberar este mercado resultaría en un trato abusivo y cruel hacia los trabajadores, atándolos por siempre a la pobreza y a la servidumbre.
Pero claramente no tienen ni la más remota idea de lo que sucede en un mercado libre guiado por la mano invisible. El libre mercado no es cruel ni abusivo con los trabajadores. Es el socialismo – y la falta de libertad que implica – el sistema verdaderamente cruel. Actualmente, en América Latina hay millones de personas desempleadas y relativamente pocas empresas contratando, pues las excesivas normas y exigencias, impuestas por los Estados, vuelven más restrictivo el proceso de contratación y disminuyen los incentivos para la inversión.
En un mercado libre, en cambio, se generaría una cadena de efectos positivos que disminuiría el desempleo. Al eliminarse las excesivas barreras, las empresas existentes tendrían mayor flexibilidad para contratar personal, y además, se daría el nacimiento de muchos nuevos emprendedores y empresas, pues ante la continua existencia de necesidades insatisfechas y una mayor libertad de acción, aumentarían los incentivos para crear negocios.
Y es precisamente en medio de este ambiente de creciente competencia empresarial, donde los trabajadores disfrutarían de mayores beneficios. Porque ya no serían muchos de ellos compitiendo por entrar a pocas empresas, sino muchas empresas compitiendo por ellos. Entonces, ¿qué harían las empresas para atraer a los trabajadores? Brindarían mayor estabilidad, más oportunidades de crecimiento, mejores sueldos, mejor ambiente laboral y en definitiva, estudiarían más profundamente las necesidades de los trabajadores para poder satisfacerlas. Vemos entonces que la liberalización de los mercados no sólo disminuiría el desempleo, sino que también mejoraría las condiciones de los trabajadores.
Esta mano invisible es sumamente influyente y funciona autónomamente, por eso muchos desean controlarla, e incluso otros niegan su existencia, obviando las decisiones individuales y anulando el deseo de cambio y prosperidad que cada uno tiene. Al interferir en las acciones de los individuos, se coarta su capacidad de avanzar.
Por eso necesitamos libertad, porque sólo en libertad es cuando esa “mano invisible” puede funcionar en todo su potencial. Cuando cada uno de nosotros pueda decidir con total autonomía, ya no solo seremos manos de cambio, sino también piernas de prosperidad, corazones de valentía y mentes visionarias. Sin intervención socialista, por fin encontraremos el camino para construir la sociedad que todos queremos, una sociedad más libre, próspera y feliz.
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