El capitalismo como único sistema eficiente y moral
En las siguientes páginas se presentará la evidencia necesaria para mostrar la superioridad de aquel sistema económico basado en la libertad individual, conocido también como capitalismo, en el sentido de ser el sistema más eficiente para sacar a la gente de la pobreza, lograr el desarrollo de las civilizaciones.
También explicaremos la superioridad moral de la economía de mercado por sobre el socialismo, el comunismo, o cualquier otra variante del colectivismo que haya desarrollado el hombre a lo largo de la historia; ya que el capitalismo es el único sistema que no necesita de la expoliación para su sostenimiento.
La cuestión de la pobreza es uno de los temas más sensibles hoy en día. Tanto en los parlamentos de los países como en la opinión pública, el debate de cómo reducir o acabar con la pobreza siempre se encuentra presente. Y muchas veces pensamos, o que es una cuestión irresoluble, o que las acciones, decisiones y direcciones de los políticos son la solución a esto. Y que si no cambia nada, cambiando de político la cosa va a cambiar. Nada más falso. La solución a la cuestión de la pobreza ya la hemos encontrado, ésta se encuentra delante de nosotros y, lamentablemente, lo criticamos día a día. La solución es el tan infame capitalismo.
A pesar de todas las noticias pesimistas que vemos en redes o en las noticias, a pesar de que vemos gente pidiendo aunque sea un boliviano en los semáforos del país, la verdad es que nunca en la historia la humanidad ha habido tan pocos pobres como los que hay hoy en día. Y es que si hacemos un breve recorrido a lo largo de la historia, podremos ver que nunca en la historia se han presentado tan buenas condiciones de vida en general como las que tenemos hoy en día.
Muchos pueden argumentar y tratar de refutar lo que aquí se está exponiendo, arguyendo que sigue habiendo una inmensa cantidad de pobres y demás. Y si, efectivamente, es un hecho innegable que sigue habiendo una gran cantidad de pobres, pero el capitalismo es, sin lugar a dudas, el sistema que ha sacado a más gente de la pobreza. Y yo, a los datos me remito para sustentar mi “optimista” punto de vista: en 1820 el 84% de la población mundial vivía con menos de un dólar al día, mientras que en 2015 era solamente de un 24% y continúa bajando hasta el día de hoy.
Es muy difícil comparar los niveles de ingreso o consumo durante largos períodos de tiempo porque los bienes y servicios disponibles tienden a cambiar significativamente en la medida en que surgen bienes y servicios completamente nuevos. Este punto es tan importante que no sería incorrecto afirmar que cada persona en el mundo era extremadamente pobre en el siglo XIX. Incluso Nathan Rothschild, quien era seguramente el hombre más rico del mundo cuando murió en 1836. Pero la causa de su muerte fue una infección, una condición que ahora se puede tratar con antibióticos vendidos por unas cuantas monedas. Hoy, solo las personas más pobres del mundo morirían de la misma manera que murió el hombre más rico del siglo XIX. Este ejemplo es un buen indicador de lo difícil que es juzgar y comparar los niveles de prosperidad y pobreza, especialmente en el pasado lejano.
Ahora bien, cabría preguntarse qué es lo que pasó durante el siglo XIX (e incluso antes) para que la pobreza se reduzca tan estrepitosamente (y a día de hoy se sigue reduciendo). Seguramente no ha sido la “majestuosa” planificación central que los políticos tanto veneran, sino que en realidad fue la libre y espontánea acción humana.
Lo que sucedió para que la pobreza se vaya reduciendo de tal manera es que, poco a poco, se han ido abriendo espacios de libertad en la sociedad, donde se ha dejado actuar a los diferentes agentes económicos libremente para que éstos busquen su beneficio y así obtener una eficiente y, sobretodo, justa distribución de los recursos.
La gran mayoría de la población, a lo largo de la historia, ha vivido en la miseria y el hambre; y algo ha tenido que pasar para que todo cambie tan radicalmente. Y claro, como todo cambio significativo en la historia, este cambio en la calidad de vida de la mayoría de las personas vino precedido por un nuevo marco de ideas. Las ideas a las que yo me refiero son las que fueron plasmadas en el libro ‘La Riqueza de Las Naciones’. Esta obra indicaba que la riqueza de las naciones no se debía a la acumulación de bienes, minerales y recursos como planteaban las ideas mercantilistas (éstas eran las ideas predominantes durante la época en la que este libro fue publicado), sino que en realidad las naciones se iban haciendo más y más ricas en la medida en que dejaban a la gente comerciar. La publicación de esta obra significó dos cosas: 1) una completa revolución en el pensamiento económico y 2) una sustancial mejora en la calidad de vida de las personas nunca antes vista en la historia de la humanidad.
Muchos pueden argüir que el libre mercado es un sistema que beneficia sólo a los ricos, una suerte de “darwinismo” en el ámbito económico, o incluso lo consideran un mero capricho de unos cuántos ricos que no ven la realidad. Pero estos detractores de las economías de mercado están bastante equivocados. La realidad es que el libre mercado no beneficia solamente a los más ricos, sino que en realidad nos beneficia a todos, y especialmente a los más pobres.
¿Cómo es esto posible? Pues el capitalismo no es solamente el sistema que más gente ha sacado de la pobreza como ya se ha mencionado anteriormente, sino que también ha dejado a todos los individuos la posibilidad éstos para que puedan entrar al mercado y poner sus negocios a competir contra las tradicionales grandes empresas, y así los propietarios de estos nuevos emprendimientos podían empezar a capitalizarse y, con el paso del tiempo, llegar a alcanzar e incluso superar a las antiguas empresas que antes se aprovechaban del monopolio en su rubro.
Podemos citar el caso de Kodak, una compañía multinacional dedicada al diseño, producción y comercialización de equipamiento fotográfico que hasta no hace mucho era el gigante de la industria de la fotografía y gozaba del monopolio de este rubro. No fue sino hasta que se declaró en quiebra fruto de las grandes bajas en sus ventas debido a la constante mejora de los teléfonos en el ámbito de la tecnología.
La verdad es que, hasta la llegada de las economías de mercado, nunca ha habido tal facilidad de acceso a la riqueza como la que tenemos hoy en día. Para sustentar esta afirmación podemos ver el caso de varias de las personas más ricas del mundo. Preguntémonos cuántos de los “mega ricos” de hoy eran igual de pudientes cuando eran jóvenes, o si las familias de éstos eran de las más pudientes del mundo, prácticamente ninguno. Y no digo que éstos en su juventud hubieran sufrido de la más extrema pobreza, pero tampoco eran los “mega ricos” que hoy conocemos, ellos simplemente utilizaron su ingenio para crear valor y así pudieron satisfacer al resto de las personas, y el mercado los recompensó brindándoles el dinero, la riqueza y el nivel de vida del que hoy están gozando.
Podemos tomar como ejemplo a Jack Ma. Ma era un profesor de inglés en escuelas hasta que decidió fundar Alibaba Group un consorcio de negocios de Internet de gran éxito en China. Ahora su fortuna se calcula en los 38.2 miles de millones de USD (2018).
No caigamos en el error de pecar de envidiosos frente a las fortunas de los más exitosos, porque esos que gritan en contra del supuesto “uno porciento” porque supuestamente éstos tienen más que el otro “noventa y nueve porciento”, son simplemente unos parásitos que buscan despojar de sus riquezas al que le va bien para que puedan éstos sustentar su estilo de vida sin hacer nada.
Hubieron épocas en las que, efectivamente, la gran mayoría de las personas no podían acceder a la riqueza, y esta se encontraba concentrada en los bolsillos de solo unos cuántos por cuestiones superfluas como ser la familia o la clase social de donde provenían. Este era el sistema feudal, en el que si nacías rico, morías rico aunque no hagas nada. Y si nacías pobre, seguramente te ibas a morir siendo pobre, hagas lo que hagas. Y no fue otro que el capitalismo el que abolió este sistema feudal estático, que carecía de movilidad social, para llegar a imponer la libertad de mercado, en el que generalmente, es rico el que se esfuerza y puede satisfacer las necesidades del otro.
“La transformación gradual de un sistema organizado rígidamente en jerarquías en otro donde los hombres pudieron, al menos, intentar la forja de su propia vida, donde el hombre ganó la oportunidad de conocer y elegir entre diferentes formas de vida, está asociada estrechamente con el desarrollo del comercio”.
Normalmente, se le atribuye al sistema de libre competencia la causa de todos los monopolios porque según en este sistema se da lo que conocemos como “competencia desleal” pero si analizamos a los monopolios actuales veremos que a mayor número de regulaciones estatales existentes en un mercado, mayor número de monopolios habrá. Y bueno, el libre mercado también significa libre de regulaciones, asi que de capitalismo aquí no hay nada. En realidad, los monopolios no son productos del capitalismo, sino que en realidad son producto de la falta de libertad económica y de privilegios otorgados por los políticos.
El premio Nobel de economía, Milton Friedman, señalaba que un grupo que era contrario al libre mercado eran, para sorpresa de muchos, los grandes empresarios. Friedman explicaba esto diciendo que a los grandes empresarios no les gusta que existan otros negocios en sus diferentes rubros, esto debido a que estos le suponían competencia y menos ingresos, por lo que se veían forzados a innovar constantemente. En fin, la competencia les resultaba incómoda. Es por esto que para ahorrarse el “trámite” de ser eficientes, estos empresarios prebendarios ejercen presión sobre el gobierno, ya sea haciendo uso de sus influencias o bien sobornando a funcionarios públicos para conseguir el monopolio en sus respectivos rubros.
También fue otro premio Nobel, el austríaco Friedrich August von Hayek quien, explica que recién a partir de 1931 empezaron a proliferar los monopolios en Inglaterra. ¿Y qué fue lo que pasó en 1931? Pues fue cuando los legisladores británicos empezaron a trabar el comercio, cuando empezaron a brindar posiciones de privilegio a algunas empresas con el pretexto de que tales empresas producían cierta tecnología y la producción de ésta era importante para el desarrollo del país. No tomaron en cuenta los ingleses que al mismo tiempo estaban trabando la creación y producción de futuras tecnologías que serían mucho más beneficiosas para todos que la producida por los empresarios a los que el Gobierno inglés protegía.
“Sólo a partir de la transición al proteccionismo y el cambio general en la política económica británica que le acompañó, ha avanzado con una velocidad sorprendente el crecimiento de los monopolios”.
Los privilegios monopólicos otorgados por los burócratas se escudan en proteger a los más pobres, cuando en realidad con estas medidas lo que hacen es perjudicarlos, privándolos de bienes más baratos y de mejor calidad, ya que solo encuentran productos de los empresarios prebendistas y a veces incluso ni siquiera pueden acceder a bienes sustitutos.
Si elimináramos los aranceles altísimos que existen en la gran mayoría de los países para favorecer a empresarios prebendistas nacionales, y dejáramos pasar productos de países tanto más avanzados como de los países en vías de desarrollo, ¿a quién beneficiaría? ¿Beneficiaría a los grandes empresarios nacionales? No, beneficiaría en realidad a los obreros que producen los objetos importados con mayores salarios (otra muestra de porqué son los pobres los que deben ser los más interesados en que se abran los mercados, no los ricos).
Además, la eliminación o reducción de aranceles no sólo beneficiaría a los obreros extranjeros, sino que también ayudaría a mejorar el nivel de vida de un gran número de habitantes del país importador, puesto que éstos tendrían acceso a bienes de mayor calidad, además de tener más opciones a la hora de elegir un producto.
Como explica Leonard E. Read en su diminuto ensayo: ‘I Pencil’ no existe una sola persona en el mundo capaz de producir exclusivamente por sus medios algo tan sencillo como un lápiz. Para producir un lápiz se necesita goma proveniente de Malasia, madera de un árbol extraído de algún bosque en Washington, para cortar el árbol se necesita de una sierra, para fabricar una sierra se necesita hierro, y también se necesita del grafito que extraído de alguna mina en algún lugar de Sudamérica.
Con este ejemplo podemos ver que la división del trabajo es un proceso enorme, en el que interactuamos indirectamente cientos o miles de personas que viven en el otro lado del mundo sin siquiera conocerlas. Es gracias al libre mercado que esto se puede dar, un sistema en el que cooperamos voluntariamente con otras personas de diferentes países, que profesan diferentes religiones a la nuestra, y que incluso, si conociéramos a estas personas existe la posibilidad de que no nos caigan bien o que incluso odiemos. Esto al mercado no le importa, porque cada persona, buscando su propio beneficio coopera libremente con el resto de agentes económicos que también buscan su propio beneficio sin tener en cuenta prejuicio alguno.
Es por esto que el libre mercado es un gran paliador de la discriminación. Por esto es que el autor considera que el capitalismo no es sólo un sistema económico, sino también un sistema social.
Hilaire Belloc: “El control de la producción de riqueza es el control de la vida humana misma”.
El dinero, a diferencia de lo que muchos creen, es una de las mayores herramientas para la libertad jamás inventados. Es el dinero el que le ha dado a la humanidad (tanto a ricos como a pobres) una libertad de elección inmensa. Entonces, si nos vemos restringidos a utilizar nuestro dinero, o peor, si nos vemos obligados a comprar algo, es un atentado muy fuerte a la libertad (vemos igual cómo las palabras “restringidos” y “obligados” van en detrimento con una sociedad libre).
En el caso de vernos obligados a comprar algo, podemos utilizar el ejemplo de la famosa “Billetera Móvil Estatal”. Este sistema recientemente aplicado en Bolivia ya ha sido utilizado en otros países de fuertes tendencias autoritarias como ser Venezuela. Este sistema consiste en que estamos obligados a usar cierta parte de nuestro salario (15%) para comprar productos estrictamente nacionales y sólo de algunas empresas o sectores (ésta noticia debe de haber alegrado a más de un empresario prebendario).
Para comprender un poco como es que los regímenes autoritarios manipulan a economía para ejercer poder sobre los individuos podemos citar como ejemplo al famoso “Gran Salto Adelante”, medida fracasada del tirano Mao Tse Tung para modernizar la economía (la economía de China consistía principalmente en el agro). Durante ésta época, el partido comunista chino obligó a los trabajadores chinos a producir grandes cantidades de acero que terminaron siendo inservibles. Y, como los obreros se veían obligados a reportar ciertas cantidades de acero producido cada cierto tiempo (si no llegaban al objetivo eran encarcelados o asesinados), entonces ya no podían producir la comida para el consumo. Esto terminó con una gran hambruna que mató aproximadamente 30 millones de personas (la mayoría menores de edad) según varios historiadores.
Imaginemos ahora un país donde absolutamente toda la economía es manejada por el Estado. En esta situación, nuestra calidad de vida, e incluso nuestra existencia dependería exclusivamente de las voluntades de los burócratas, ya que, serían ellos quienes definirían quién trabaja, en donde trabaja, cuánto tiempo trabaja y cuánto sería la remuneración por el tiempo trabajado. Y no solo eso, serían ellos quienes decidan qué se produce, cómo se produce y cuánto se produce. Con todo eso a su disposición, serían las más altas cúpulas quienes tendrían el poder sobre todos los habitantes y ya no el individuo.
Esto en una economía de mercado sería imposible. Nuestra libertad de elección en una sociedad en un régimen de competencia está basado en que si una persona no satisface nuestros deseos, podemos acudir a otra persona. Pero si nos enfrentamos a un monopolio (ya sea de un empresario prebendista o un monopolio de alguna empresa estatal) estamos a merced suya.
En una economía intervenida y planificada, el poder que tienen las élites políticas conferido por el control de la producción es prácticamente ilimitado. Además de ser esta economía insostenible porque carece de un sistema de precios para distribuir la información del valor real de los bienes y servicios comercializados (justamente el libre mercado se basa en un sistema de precios).
Las sociedades son normalmente dirigidas hacia ciertos fines para los que la sociedad debe de organizarse, este fin es normalmente conocido como el “bien común”. Los ingenieros sociales creen que pueden organizar la sociedad de tal manera que pueden satisfacer los deseos y necesidades de todas las personas bajo el mismo sistema. Y como cada persona tiene necesidades y fines diferentes (porque todos somos obviamente diferentes digan lo que digan), los ingenieros sociales deberían estructurar una amplia escala de valores en las que se establecen las necesidades de cada persona. Y sabemos que para organizar una sociedad, esta organización debe darse desde la economía.
Pero lo que pasa es que esta tarea es absurda e irrealizable. Porque pasa que no es solamente que nuestras necesidades sean diferentes, sino que es completamente imposible que una mente comprenda y sea capaz de satisfacer las diversas necesidades de diferentes personas que van aumentando dia a dia, además de comprender el desenvolvimiento del mercado día a día para ver el cómo satisfacer a todos. Los fines y necesidades que los ingenieros sociales van a ser realmente capaces de satisfacer serán solamente una ínfima cantidad en comparación a las personas dejadas a la deriva fruto de la planificación.
Ha sido bajo este intento de construir una sociedad desde arriba que se han erigido los regímenes mas sangrientos de la historia. Por ejemplo, el comunismo soviético, que planificando la economía hacia ciertos fines como ser la abolición de las clases y la eliminación de los burgueses, y poniendo la voluntad y las ideas de Stalin por encima del resto de personas, haciendo que cada persona se vea dirigida por éste, es que se asesinó a más de 30 millones de personas.
A diferencia de los planificadores, el individualismo propone que debe dejarse a cada individuo seguir sus propios fines sin intervención de los demás. El sistema de fines del individuo debe ser supremo para él y no estar sujeto a la voluntad de otros. Y, como ya se ha explicado antes, para que cada individuo sea realmente libre de conseguir sus fines, debemos dejar que éstos sean libres en todos los aspectos, y, especialmente, en el ámbito de la economía.
A pesar de que siempre se ataca al capitalismo por supuestamente ser un sistema “inmoral”, los liberales estamos convencidos de que en realidad, el capitalismo es el único sistema moral que existe. Porque además de ser basado en la libertad de los individuos, le ha salvado la vida a una inmensa cantidad de personas a lo largo de la historia. Mientras que el supuesto sistema moral, el socialismo, se ha basado en robar al otro, además de cargar sobre sus espaldas más de cien millones de muertes. Parece que queda claro cuál es realmente el sistema moral y cuál no.
Quisiera terminar el presente ensayo con una gran frase que dio el brillante economista español, Juan Ramón Rallo. Frase que, creo yo, resume gran parte del pensamiento liberal:
“¿A quién defiendo yo? Pues yo defiendo la libertad. Y la libertad es un valor impersonal que no me importa a quien beneficie en concreto, la defiendo porque es lo correcto. No puedo defender un valor porque haga cálculos utilitaristas sobre a quién va a beneficiar, porque entonces estaría siendo yo el ingeniero social que asigna pérdidas y ganancias; y las pérdidas y ganancias no las tengo que asignar yo, las tiene que asignar la cooperación humana. Y la cooperación humana se copera en libertad, y se coopera evitando que haya coacciones institucionales como las del Estado o las de los lobbies a través del Estado”.
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