Poco ha aprendido la academia ecuatoriana sobre los fracasos de la intervención estatal.

Poco ha aprendido la academia ecuatoriana sobre los fracasos de la intervención estatal.


El año era 1991. El mundo era testigo del denominado “fin de la historia” El terror civil por una posible aniquilación nuclear, se disipaba; y los diferentes gobiernos del mundo se limitaban a observar, atónitamente, como una de las más grandes proezas del colectivismo en la historia de la humanidad, se destruía. La caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sorprendió a entendidos y extraños. No solo marcaba el fracaso empírico de la teoría geopolítica del poder. Sino que también dejaba entrever el pobre desempeño que la academia mundial de las ciencias sociales había tenido en el cumplimiento de su función predictiva. Empero, poco les intereso a los entonces representantes de la ciencia económica, replantear el corpus teórico que permitió un desequilibrio de tal magnitud; poco les interesó a los aparentes ganadores de la guerra ideológica, crear una teoría socioeconómica completa que previniera, de una vez por todas, futuras iteraciones del “enemigo vencido”. Esto debido a que resultaba mucho más

fácil engrandecer al sistema económico prevaleciente; que fundamentar si realmente era acreedor de dicha victoria y analizar si no se estaba siguiendo los mismos pasos que el contrincante derrotado. Los economistas se confiaron en demasía; disfrutando de los beneficios del capitalismo, pero sin identificar el problema endógeno que terminó por destinar al fracaso a la URSS desde el inicio de su creación; y que, desgraciadamente, predomina en la actividad económica contemporánea del Ecuador. Esto es, y constituye el objeto principal de esta columna, la intervención estatal inherente al socialismo (apellidado con cualquier siglo) y el obstáculo que ella representa al desarrollo económico sustentable.


Kevin Andrés Villacís Flores

Coordinador local en Estudiante por la libertad, Estudiante de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.


Todos estos acontecimientos, por más obvios que parezcan, curiosamente, aún representan objeto de debate en los principales centros de educación superior ecuatoriana. Donde se supone, que se están formando los futuros economistas y dirigentes del país, Y es que no resulta menos inverosímil que el texto escrito en 1948 por Paul Samuelson “Economía”, siga siendo parte central del corpus teórico de los cursos de introducción a la economía—y, hasta me atrevería a decir, de macroeconomía—. Texto el cual afirma hasta su decimotercera edición que la economía soviética puede callar bocas, al momento de hablar sobre progreso y desarrollo económico, y que el déficit fiscal no representa obstáculo alguno, a la hora de hablar de crecimiento sostenible.

No es motivo de sorpresa, pues, que la clase política educada en la ciencia económica, que ha engendrado este país, no pueda abandonar la ida de la planificación central. Ya que, aunque la historia sola se ha dado el trabajo de ir desmintiendo uno a uno los postulados del texto de Samuelson (y de muchos otros adheridos al pensamiento intervencionista), la academia sobre la cual respaldan sus decisiones, se ha mostrado reacia a aceptar su fracaso, y tomar los correctivos pertinentes en los programas de estudio de ciencias económicas y administrativas. Sino que, al contrario, en vista del espaldarazo empírico de sus enseñanzas, han desarrollado una especie de club en donde abundan debates sobre las aparentes ventajas de la irresponsabilidad monetaria y fiscal; seminarios enteros sobre economía heterodoxa; cursos extensos sobre ramas económicas “novedosas” que, al más habitual estilo del polilogismo, apelan a los más victimistas—y contradictorios— puntos de vista; que bien pueden carecer de sustento teórico, pero que generan una aceptación en la juventud activista, que cada día abandona más la racionalidad científica y abraza el idealismo más obtuso.

Está en boca de todo ecuatoriano, las próximas reformas económicas a anunciarse esta semana, a las que el vicepresidente Otto Sonnenholzner no ha escatimado en pedir comprensión. No obstante, la verdadera cuestión que debería preocupar a los ecuatorianos responsables y comprometidos con el progreso económico y social, es si por fin la política económica comienza a despegarse de estos centros de divulgación fallidos, y empieza a escuchar a la minoritaria—pero históricamente respaldada—posición de aquellos que defendemos la libertad y la disciplina económica (en todas sus índoles). Es responsabilidad de cada ecuatoriano con conciencia crítica, demandar al estado las medidas correctivas adecuadas, que garanticen el bienestar de las futuras generaciones, las cuales quizá crezcan en la misma academia económica ecuatoriana, pero que esta vez, puedan tener el respaldo empírico del éxito de las duras, pero exitosas decisiones que hoy tomemos.


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