La importancia de una sociedad espontánea
Los grandes avances de la humanidad se han dado gracias a la interacción de individuos libres, capaces de asociarse e innovar sin las limitaciones de poder alguno. Vale decir que, las sociedades que son verdaderamente libres y prósperas, ha logrado tal nivel de bienestar gracias al orden espontáneo, es decir, debido a infinitas interacciones humanas que producen beneficios para cada individuo y no a entes centralizados que pretenden planificar y controlar la vida de todos.
Oswaldo Silva Martínez Internacionalista | Staffer EsLibertad |
Partiendo del conocimiento de la historia, y de los resultados más recientes de sistemas políticos y sociales donde un pequeño grupo ha pretendido definir la forma de vida de naciones enteras, es sumamente importante continuar demostrando el valor de las ideas de la libertad y los beneficios de vivir en una sociedad espontánea y, por consiguiente, una sociedad libre.
Contrario a lo que los detractores piensan, las sociedades verdaderamente libres no están diseñadas para el beneficio de los mas ricos, de hecho, no son producto de un diseño intencionado, sino más bien son la consecuencia de años de intercambios humanos: ensayo y error de diferentes prácticas sociales, comerciales y legales que terminan por configurar instituciones que protegen la vida, propiedad y libertad de cada individuo.
Así pues, es mediante la posibilidad de asociarse, comerciar e intercambiar ideas, bienes y prestación de servicios, que las sociedades tienen la oportunidad de superar los problemas comunes y generar los medios para que cada uno se procure su bienestar. Cada vez que existe un impedimento a esto, se ralentiza el curso del progreso y las distorsiones propias de esos impedimentos terminan por ocasionar desastres como los que se padecen en Venezuela.
Con respecto a esto, Friedrich Hayek plasma unas palabras en su obra La Fatal Arrogancia, las cuales explican la importancia dejar a las personas construir los medios para su propio desarrollo:
“El mercado es el único mecanismo descubierto hasta ahora capaz de facilitar a los diferentes actores esa información que les permite valorar las relativas ventajas de la alternativa utilización de aquellos recursos de cuya existencia y especificas características tienen conocimiento directo, y cuyo adecuado empleo redunda siempre, con independencia de la intención que motive al actor, en beneficio de un amplio conjunto de sujetos alejados y desconocidos. Por propia naturaleza, tal información se presenta siempre dispersa, por lo que no puede ser transmitida a ninguna autoridad a la que se le haya hecho responsable de gestionar intencionadamente el esquema productivo.”
Entonces, vale decir que, no hace falta un ente central o autoridad alguna que coordine los esfuerzos para producir lo que una sociedad necesita, eso seria una empresa ineficiente. Todos los individuos, actuando libremente, son capaces de ponerse de acuerdo para satisfacer las necesidades y aspiraciones de todos y, muchas veces, las personas al perseguir sus propios intereses, terminan por beneficiar a otras indirectamente.
Por esta razón, se puede apreciar la imposibilidad de generar bienestar en las sociedades donde una elite o movimiento político imponen lo que se debe pensar y expresar, lo que se produce y cómo se debe comerciar y, al final, los patrones de conducta de las personas.
En ese sentido, se tiene el claro ejemplo de la experiencia venezolana, donde las limitaciones para comerciar han generado una escasa productividad y la carencia en productos básicos alimenticios y de higiene personal. Un gobierno centralizado, controlando los servicios públicos que es incapaz de solucionar el colapso del sistema eléctrico y donde a través de mecanismos de control social se pretende -falsamente- garantizar la alimentación de las familias con la distribución de cajas de comida que no benefician a todos, ni siquiera a quienes mas lo necesitan.
La aspiración debe ser que, en una economía sana (propia de una sociedad libre), cada persona pueda generar los ingresos para garantizar su subsistencia y recurrir a la cooperación para innovar y expandir el bienestar. Tal como refiere Eamonn Butler: una sociedad libre puede funcionar por si misma sin la necesidad de un Estado grande.
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