Guarda con la meritocracia
En este artículo se propone una reflexión sobre la meritocracia y su relación con el liberalismo. ¿Es realmente algo que los liberales debemos defender?
Iván Servin Coordinador junior de Estudiantes por la Libertad. Estudiante de Licenciatura en Psicología UNLP. Estudiante de Profesorado en Psicología UNLP. |
Para la derecha política y un gran sector del liberalismo, la meritocracia es el principio general por el cual se alcanza el progreso individual y el de una sociedad en general. Incluso este pensamiento es válido para una gran parte de las personas que se consideran apolíticas o con un pensamiento político no definido.
Para que el lector pueda seguirme en el análisis que desarrollare a continuación, expondré dos definiciones que me parecen necesarias utilizando como criterio común las proporcionadas por el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Una es la definición de meritocracia, la cual es “sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”.
La otra, es la de mérito, definido como “acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza”. Teniendo estas dos definiciones en mente podemos al menos decir que un sistema meritocrático llevaría a un mayor crecimiento del Estado, ya que se necesitaría la contratación de jueces que decidan quién tiene más mérito para ocupar tal o cual cargo político. Además, ¿Qué es una acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza? La definición de lo que es meritorio o no quedaría a la subjetividad de dichos jueces y a su moral, por lo tanto, y sumado al crecimiento del Estado, podríamos terminar en un tipo de gobierno socialista sin haberlo buscado.
Ni siquiera en lo que le incumbe a la economía se puede hablar de meritocracia, ya que la mayoría de las veces vemos como gente triunfa en el mercado con productos que surgieron casi por casualidad y sin previa intención de sus creadores. Al mérito muchas veces se le ensambla el “esfuerzo”, y ciertamente en el mercado existen muchos bienes y servicios que han hecho a sus dueños exitosos sin el más mínimo esfuerzo. Un trabajador podría estar todo el día esforzándose por cavar un hoyo y será contratado aquel que lo haga con una máquina, mucho más rápido y con menor esfuerzo. También se podría alegar que el mercado es el que reconoce el mérito, premiando a los bienes de mejor calidad a menor precio, pero al ser el mercado un orden extenso en el que participamos todas las personas en intercambios voluntarios, sería muy difícil arribar a una definición de qué es meritorio y que no para éste.
Me gustaría traer las palabras de Friedrich Hayek a la cuestión, parafraseando algunos de sus postulados que aparecen en “La Fatal Arrogancia”. Aquí, Hayek nos dice que existe una tendencia antropomórfica al convencimiento de que la consecución del bienestar económico debe regirse por algún principio, cuando esto no tiene porqué ser necesariamente así. El orden social extenso en el que vivimos (llamado vulgarmente capitalismo), dice Hayek, “implica la existencia de procesos de carácter competitivo en los que el éxito no se debe a una mente superior, a un comité, a algún ser sobrenatural o a la conformidad con algún principio conocido de mérito individual”. Incluso, siguiendo con este razonamiento, “el éxito de algunos proyectos implica necesariamente el fracaso de otros igualmente meritorios a la vez que bien intencionados. El premio nada tiene que ver con el mérito”, concluye el austríaco.
Trayendo la palabra de Hayek a mi artículo no quiero pecar con la falacia de autoridad, sino, que es una invitación a la reflexión sobre ciertos términos o ideas que los liberales repetimos mucho en el día a día, incluso en los debates con personas que no piensan como nosotros. El liberalismo es un espacio amplio de libre pensamiento, por lo tanto, se puede disentir con respecto a lo que Hayek expresa, o yo en mi artículo.
A modo de conclusión personal, debo decir que el mérito en tanto esfuerzo o conducta digna de premio, no lo eliminó en la consecución del éxito. Poniéndolo en términos lógicos, el mérito es una condición necesaria pero no suficiente para lograrlo. Incluso se puede ser exitoso a través del plagio de ideas, sin mérito, pero obviamente esto ya es inmoral. Depende de lo que cada uno considere como mérito, y lo que una meritocracia conlleva, para seguir usando estos términos en favor del liberalismo; por mi parte, prefiero por el momento alejarlos.
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