Se dice que Corea puede considerarse como el equivalente del estado nación de una cápsula de tiempo; una sociedad perpetuamente atrapada en la era de la guerra fría. A pesar de que se ha discutido como un estado hermético, rara vez (o nunca) se acotada por la evolución, el crecimiento o el cambio de cualquier índole.
Esto hace que sea aún más sorprendente que Corea del Norte en realidad representa una de las historias de desarrollo económico más fascinantes.
Desde la formación del estado en 1948 hasta el final del siglo XX, las cosas han sido (relativamente) inmutables; todas las industrias fueron confiscadas por el gobierno y nacionalizadas, por necesidades básicas tales como alimentos, prendas y combustible, todo provisto por el estado. Todo cambió después de la caída del comunismo y la hambruna de “Arduous March” de la década de 1990.
Como el estado ya no puede alimentar a su gente, un nuevo sistema ha intervenido para hacerse cargo. Los mercados negros comenzaron a aparecer en todo el país, donde el fracaso del sistema de distribución especialmente duro, y efectivamente alimentó a miles de norcoreanos.
La generación Jangmadang
El aumento de la actividad del mercado negro en Corea del Norte condujo a la generación del milenio de dicha nación a la ‘generación Jangmadang (장마당)‘, llamada así por el término coreano que significa ‘terrenos de mercado’. Originalmente, estos mercados consistían en mercaderes desorganizados reunidos en los campos, enfrentando confiscaciones de la policía, si no presentaban un soborno.
En la actualidad, la práctica del jangmadang ha llevado a los mercados a un pleno derecho, con puestos callejeros que venden comida, productos electrónicos contrabandeados, ingredientes y ropa; supuestamente algunos establecimientos han crecido para abarcar más de mil puestos.
En el presente, los comercios siguen siendo un elemento crucial de supervivencia para muchos norcoreanos, y algunos informes estiman que alrededor de cinco millones (se estima un quinto de la población total) dependen “directa o indirectamente de los mercados”.
Efectivamente, la relación entre los mercados y el estado ha sido difícil. El régimen ha dado un vuelco al dar autorizaciones oficiales a ciertos vendedores (siempre y cuando le paguen al estado por dicho privilegio) e imponer severas sanciones.
No obstante, los comercios continúan surgiendo en todo el país y continúan alimentando a millones de norcoreanos.
¿Puede el mercado salvar a Corea del Norte?
Las penas económicas unilaterales de la mayor parte del mundo, junto con el control absoluto del estado sobre la mayoría de aspectos de bienes, han resultado en un crecimiento económico muy lento en la RPDC.
Aunque el estado persigue el crecimiento económico junto con el desarrollo nuclear bajo la política de Byungjin del régimen actual, el progreso ha sido poco glacial.
Mientras tanto, la creciente prevalencia de jangmadangs en todo el país no solo ha proporcionado una alternativa efectiva al sistema de distribución estatal fallido, sino que también está cambiando las actitudes de los norcoreanos. Dado que muchos ahora dependen del comercio para su cena, en lugar de las viejas lealtades al régimen se están desmoronando lentamente.
Igualmente, el aumento del contrabando al país desde China trae consigo mucha más caudales externos, como películas y música de Estados Unidos y Corea del Sur. Esto significa que cada vez más ciudadanos de Corea del Norte tienen acceso a información no producida por el régimen, lo que les permite explorar el mundo exterior.
Poco a poco, la generación jangmadang está desmantelando lentamente la elaborada burbuja de propaganda construida a lo largo de la corta historia de la nación.
Sin embargo, hay mucho que los mercados pueden hacer en un país tan hermético. Si bien la tolerancia relativa del régimen actual sugiere que Corea del Norte está en la dirección correcta, un libre mercado legítimo continúa estando lejos. La interferencia del gobierno en jangmadangs, como la corrupción, los sobornos y las regulaciones innecesarias impiden que las fuerzas del mercado avancen empíricamente en el país.
Asimismo, las sanciones contra la RPDC, así como las tensiones internacionales derivadas de la política de proliferación nuclear del país, han hecho que sea insolitamente complicado para los inversores extranjeros impulsar la economía de Corea del Norte.
Con omisión de algunas empresas extranjeras, como la cafetería vienesa en la plaza Kim Il-Sung en Pyongyang, no parece que la RPDC baje sus escudos en un corto plazo.
No obstante, debemos ser optimistas. El progreso puede ser lento, pero el avance es hacia adelante. Los mercados están cambiando las actitudes de los jóvenes norcoreanos. Con el tiempo, podemos ver que la próxima generación presente una RPDC completamente diferente.
Por lo menos, el hecho de que los jangmadangs hayan podido tener un impacto tan positivo en una nación tan totalitaria como Corea del Norte nos da motivos para mantenernos positivos; los mercados, el comercio y la cooperación no se pueden suprimir, sin importar cuán grande sea el estado.
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