Violencia en Francia: Los chalecos amarillos y el espíritu de la agresión

El pensamiento liberal debe abordar las cuestiones de manera integral y no quedarse con la porción. La raíz fiscal del conflicto francés no justifica la violencia y el antisemitismo de los chalecos amarillos.


Brian Frojmowicz

Coordinador Local EsLibertad Argentina

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Hay muchas personas que odian la violencia y están convencidas de que una de sus tareas principales y al mismo tiempo más esperanzadas es luchar por su reducción y, si es posible, para su eliminación de la vida humana. Me cuento entre esos esperanzados enemigos de la violencia. No sólo odio la violencia, sino que también creo firmemente que la lucha contra ella no es en modo alguno inútil. Comprendo que la tarea es difícil. Comprendo que en el curso de la historia ha sucedido demasiado a menudo que aquello que parecía al principio ser un gran éxito en la lucha contra la violencia se convertía en una derrota. No pierdo de vista el hecho que la nueva era de violencia, que se inició con las dos guerras mundiales, de ningún modo ha llegado a su fin.

Utopía y Violencia, Karl Popper

En los últimos tres meses, hemos conocido las famosas protestas de los chalecos amarillos, quienes buscan mejorar su condición económica, principalmente, a través de una reducción impositiva. Esto en respuesta de la propuesta de Macron consistente en el aumento del impuesto al combustible fósil en pos de la transición ecológica a energías más renovables.

En principio, un liberal diría: “Que bueno, protestan por lo impuestos”. Y así lo he evidenciado en muchas publicaciones de liberales en redes sociales apoyando este movimiento. Sin embargo, la historia es diferente, han surgido constantes daños a la propiedad privada. Cito un artículo del diario El Comercio:

“Vehículos quemados, tiendas saqueadas… Las imágenes de la violencia el sábado pasado en París, que dieron la vuelta al mundo, “son catastróficas para la imagen de Francia”, lamenta Jean-Virgile Cance, presidente de un grupo nacional de cadenas de hoteles. Las reservas para las fiestas de fin de año han caído de 10 a 15%, en relación al año anterior, afirma”

Toda protesta es válida en tanto y cuanto no se dañe a los terceros. La actitud de la violencia es propia de aquellas ideas a las cuales el liberalismo se opone. La izquierda con su Dictadura del Proletariado y su Lucha de clases, los fascistas con su exaltación del ser nacional en oposición a los traidores a la nación. No hay principio liberal-democrático que sostenga la imposición de la violencia en busca de la solución. En Argentina se buscó justificar la lucha violenta por lo ideológico en los años ‘70, cuando a la guerrilla se la idealizó con el mote Jóvenes Idealistas y Juventud Maravillosa.  Cabe aclarar no sólo actuó en tiempos de dictadura, sino en gobiernos constitucionales. El 51% de sus acciones, según Victoria Villarruel, fueron en democracia

No hay manera de establecer un diálogo democrático con aquellos que niegan la existencia ajena en tanto violan sus libertades. Es el cuento del piquetero con derecho a mejoras sociales que cercena la libertad de trabajar al cortar la calle. Los reclamos, aun cuando posean legitimidad, no pueden violar el Estado de Derecho con el cual se constituye la sociedad. Los enfoques que toman al conflicto como esencia de la sociedad niegan el vínculo dialógico a establecer entre los pares.

La política, en una competencia populista, desata sus cadenas para cooptar un movimiento que ha nacido desde las bases sin un liderazgo verticalista dado. Citando un reciente artículo de ABC:

De momento, los chalecos no son un movimiento frontista, pero… Jean-Luc Mélenchon, desde la extrema izquierda, y Marine Le Pen, desde la extrema derecha, compiten para intentar recuperar en beneficio propio una revuelta sin cabezas ni programa visible, por el momento”.

Las condiciones materiales de existencia son la justificación preferida del marxismo a la violencia. La Izquierda Diario publicó una entrevista a Daniela Cobet, dirigente anticapitalista de Francia en la que afirma que:

“Al aumento de las desigualdades sociales, de la desocupación y de la pobreza en Francia; a la degradación de los servicios públicos, sobretodo en el interior del país; la presidencia de Macron añadió una forma de cinismo burgués, un desprecio de clase explícito y una megalomanía “jupiteriana” –para retomar el término utilizado por un miembro del gobierno–, que hizo desbordar el vaso de la bronca popular”.

En primer lugar, la izquierda detesta la democracia occidental y la sociedad burguesa, pero es esa misma sociedad la que sustenta su participación política. En las experiencias del socialismo, el que pensaba distinto (muchas veces dentro del mismo movimiento), era en el mejor de los casos deportado, rehabilitado, encarcelado o purgado. Su análisis es per se, esencialmente con el ojo de la disputa. La izquierda vive a base de la rebelión. Además, dicha bronca popular, no justifica la violencia y encima bajo una democracia. La crisis del Estado de Bienestar europeo no remite al sistema capitalista pero si al estatismo, algo que podemos tratar luego.

En la misma entrevista, destaca la señora Cobet que:

“Esto [en referencia la visión de este movimiento como una cuestión derechista] está probablemente ligado a que los movimientos anti-tasas de las últimas décadas en Francia habían tenido más bien un carácter de derecha, liberal, opuesto al Estado benefactor y a los derechos laborales, de defensa corporativa de un sector de la pequeña burguesía”.

Acierta en la crítica liberal al Estado Benefactor, pero de manera completamente ignorante habla de una defensa corporativa de un sector de la pequeña burguesía, cuando justamente desde el liberalismo se promueve la competencia para aquellos empresarios prebendarios que buscan esquilmar con precios altos y productos miserables a las poblaciones locales.

En vista de las perspectivas, afirma la dirigente marxista:

“En ese marco, desde la Corriente Comunista Revolucionaria del NPA y de nuestro diario digital Révolution Permanente, que viene teniendo muchísimas entradas–más de 600 000 en los últimos diez días– apostamos a la construcción de un partido revolucionario de combate a la altura de los acontecimientos que se están preparando, ya que por más que el movimiento de los “chalecos amarillos” haya recordado a la burguesía que el espectro de la revolución sigue estando vivo, y a muchos “revolucionarios” que las rebeliones y revoluciones son en gran parte hechos objetivos, espontáneos y no se hacen según su plan preconcebido, la victoria de una revolución en Francia necesitará un gran trabajo estratégico”

No sólo ingresa en categorías arcaicas de revolución, rebelión (en el sentido violento, no en el sentido Randiano) y burguesía, sino que propone la consecución de ideas fracasadas en el mundo y que generan mortandad. Ante esta situación, Juan Ramón Rallo tiene buenas palabras para definir la visión del otro sobre el revolucionario y su condena:

El desapego al comunismo parece venir más por la pereza a renunciar a las comodidades occidentales que por la convicción cierta de su absoluta miseria. Incluso entre los anticomunistas más radicales puede plantearse la tentación de contemplar al muchacho como una persona valerosa, que al menos defiende apasionadamente unas ideas, a pesar del pérfido contenido de las mismas. Parece que se quiera relativizar y diluir la responsabilidad moral del procomunista, máxime cuando es joven. Y es que se asume con preocupante ligereza que el adolescente, en especial el letrado, deba ser antiliberal (marxista, anarquista colectivista, nacionalista… aunque curiosamente no nazi) precisamente por tener la energía suficiente para llevar a cabo las pertinentes revoluciones que, como ya hemos dicho, la mayoría de la gente no termina de condenar en el plano teórico: si somos ricos es porque el capitalismo ha explotado a los pobres tercermundistas, por tanto, es lógico que el joven idealista luche contra ese capitalismo explotador”

Los movimientos sucedidos en Francia no cargan sólo con la violencia marxista o con su pretendida búsqueda por parte de los anticapitalista que buscan explotar esta chance, sino de violencia antijudía alentada por los extremos de Le Pen y Melenchon. Infobae ha publicado una nota donde se toma el testimonio de un periodista ante un suceso en el subte de París:

Solo los escuchábamos, pero la situación tuvo un giro: comenzaron a hacer la quenelle”, señaló, en referencia al gesto antisemita que consiste en una especie de saludo nazi invertido. Por ello, una mujer se les acercó y les pidió que se detengan. “Este gesto es antisemita. Soy judía, fui enviada a Auschwitz, les pido que se detengan”, les dijo.La “quenelle” ha sido vista en varias manifestaciones de los sectores ultraderechistas de los “chalecos amarillos” La respuesta de los sujetos fue impactante. Además de reírse en su cara, le aseguraron que las cámaras de gas nunca existieron”

Las tensiones con la democracia liberal son captadas por aquellos grupos que sostienen que la nación ha sido traicionada por elementos internos como lobbies y millonarios de origen “Judío. Además, se reivindica el totalitarismo hitleriano y se niega su ya probada( física, historiográfica, testimonial, etc.) política genocida, la denominada Shoá, holocausto. El negacionismo de la matanza genocida es una forma de antisemitismo y se reivindica a sus perpetradores. Se describe que fueron realizadas por militantes de extrema derecha y de extrema izquierda, anarquistas y estalinistas radicales, dispuestos a “robar, incendiar y generar caos” y el hilo unificador de sus conductas radica en la teoría de la “conspiración judía y en su odio hacia los judíos” (Fuente www.perfil.com).

Nuevamente se apela a la falsa conspiración judía, para canalizar el odio contra el distinto, no respetando sus libertades individuales y su derecho a existir y vivir su vida como judío en el más amplio de los sentidos. No hay nada de liberal en este movimiento, sino que es un movimiento que a claras cuentas refleja un profundo y profuso anti individualismo, típico del nacionalismo intolerante de la heterogeneidad disidente del común. Se enraiza una culpa colectiva de la judeidad de los problemas sucedidos como si todos los judíos fuesen millonarios, lo cual denota un fuerte odio hacia su condición de judío, distintiva a la mayoría. Se busca un chivo expiatorio, que encarna (además del gobierno de Macron), la culpa del mal Francés. Corren aires de nazismo en estos postulados.

Bernard-Henry Lévy escribe en El Tiempo:

Los ‘chalecos amarillos’ deben elegir: reinvención democrática o una versión actualizada de las ligas nacionalsocialistas; voluntad de reparar o afán por destruir. La decisión dependerá de la esencia histórica del movimiento –si sus reflejos son buenos o malos y si, en el análisis final, posee coraje político y moral”

Mientras en otro artículo para Tablet agrega:

“Nunca he creído, seré sincero, que la supuesta “violencia invisible” infligida a los ciudadanos por un régimen democrático de alguna manera justifica los actos de vandalismo, y mucho menos de barbarie, si llegara a eso”.

La confluencia de los extremos, sienta dificultades en categorizar las bases políticas del accionar de los grupos violentos en Francia:

“Es tentador creer que los “Gilets Jaunes” son ciudadanos expresando un mero descontento ante una suba de impuestos, pero el fenómeno es más profundo y complejo de lo que pueda aparentar ser a primera vista. Los manifestantes son simpatizantes de la extrema derecha (representada por Marine Le Pen y Nicolas Dupont- Aignan) y la extrema izquierda (de la mano de Jean-Luc Mélenchon), lo que lo convierte en un grupo de identidad política inédita al que le cuesta ponerse de acuerdo en sus bases”.

Priscila Guinovart para PanAm Post

Tanto los nacionalistas como los clasistas se unen en sus prácticas violentas en lo que hace caduca a las categorías de izquierda y derecha. He escuchado últimamente que la lucha es entre autoritarismo y democracia. El pensamiento liberal debe abordar las cuestiones de manera integral y no quedarse con la porción. La raíz fiscal del conflicto francés no justifica la violencia y el antisemitismo de los chalecos amarillos. No nos convirtamos en los mismos cuyo medio de acción era la violencia. Las democracias no deben tolerar el accionar violento. Nuevamente, la legitimidad se pierde en cuanto se daña al prójimo, al individuo que no es uno mismo. Reflexionemos sobre la acción antes de felicitarla por su intención.

 


Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. 

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