El legado de la Antigua Grecia a la libertad: Tragedia y Política

 

Roderick T. Long

Artículo publicado originalmente en Libertarianism.org con el título Ancient Greece’s Legacy for Liberty: The Tragedy of Politics. Traducido al español por José Contreras, Miembro del Equipo de Traductores de Estudiantes por la Libertad 
♦♦♦

Long analiza los temas políticos presentes en el teatro de la antigua Grecia.

   A pesar de que la tragedia griega generalmente se sustentaba en historias extraídas de los mitos y leyendas griegas, esto no impidió que sus autores explorarán ideas políticas relevantes para las realidades de su propia época. Los tres trágicos o escritores de tragedias más importantes, y los únicos de quienes hay obras intactas, fueron los dramaturgos atenienses Esquilo (525 a. C. – 455 a. C.), Sófocles (496 a. C. – 405 a. C.) y Eurípides (480 a. C. – 406 a. C.) y sus obras representan una mina rica en pensamiento político.

   En su obra “Las suplicantes”, Eurípides pone en boca de Teseo, el legendario héroe ateniense, palabras que denotan ideología democrática. En el momento en que un heraldo tebano llega y pide hablar con el “soberano” de la ciudad, Teseo le responde:

Tu comienzo estuvo mal, al buscar aquí un soberano.  

Esta ciudad es libre y ningún hombre la rige.

El pueblo reina, en sucesión anual.

Ellos no ceden el poder a los ricos;

el hombre pobre tiene los mismos derechos que el hombre rico. [1]

   Cuando el heraldo, a modo de respuesta, se jacta de que su ciudad “es controlada por un solo hombre, no por el pueblo”, Teseo responde con una defensa a la democracia y una crítica a la dictadura:

Nada es peor para una ciudad que un gobernante absoluto.

Con leyes escritas, tanto la gente de pocos recursos como los ricos

tienen el mismo recurso a la justicia. Ahora

un hombre de recursos, si mal no lo digo,   

no tendrá mejor posición que los más desposeídos;

y si el hombrecillo tiene la razón, él gana

contra los grandes. Este es el llamado de la libertad:

“¿Qué hombre tendrá buen consejo para dar a la ciudad,

y los deseos para hacerla conocida?” Aquel que responda

obtendrá la gloria; los reticentes retienen su paz.     

¿Qué sería más justo para la ciudad que eso?

Pero cuando un hombre es rey, considera esto como algo aborrecible,

y si piensa que algunos de los nobles

son hombres sabios, teme a su poder despótico

y los mata. ¿Cómo puede una ciudad volverse fuerte

si alguien se lleva, amputa las nuevas iniciativas

como mazorcas de maíz en un campo en primavera? ¿Para qué

formar una fortuna, si tu trabajo sustenta  

el bienestar del déspota, no el de tu familia?. [2]   

   Todo esto, por su puesto, curiosamente anacrónico. Tan anacrónico como escuchar al rey Lear cantando alabanzas al Britain’s National Health Service (Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña). Teseo, mucho antes de que la ciudad se volviera un estado democrático, era tradicionalmente el rey de Atenas. Entonces, el soberano que el heraldo buscaba podría haber sido el mismo Teseo. [3] Pero Eurípides está más interesado en el contraste democrático con los sistemas políticos monárquicos que en mantenerse fiel a los detalles de la leyenda de Teseo.

   Una de las ideas políticas mejor conocidas de la tragedia griega se encuentra en la Antígona de Sófocles, en la cual la protagonista titular, acusada de quebrantar la ley por celebrar  los  ritos fúnebres en honor  de su hermano, un rebelde asesinado, a pesar de la prohibición del rey Creón (o Creonte), apela a una ley moral más elevada que anula la ley del estado:

¿Sabías acerca de la orden de no hacer esto?

Lo sabía, por supuesto que lo sabía. La palabra fue clara.

¿Y todavía te atreves a sobrepasar estas leyes?

Para mí no fue Zeus quien dio esa orden.

Ni hizo esa justicia quien vive con los dioses abajo

delimitó tales leyes para permanecer entre los hombres.

No es que piense que tus órdenes sean tan fuertes

como para que tú, un simple mortal, puedas sobrepasar

las constantes y no escritas leyes de los dioses.

Ni las de hoy, ni las de ayer, ellas viven por siempre,

y nadie conoce su origen en el tiempo. [4]

   Esta idea de una ley más elevada es una de las que veremos analizadas en mayor detalle por pensadores como Sócrates y los Estoicos.

   El conflicto entre la justicia y la mera autoridad humana es uno de los temas que Sófocles también aborda en otra de sus obras, Filoctetes. En la leyenda griega, Filoctetes, miembro de la expedición griega a Troya, fue injustamente abandonado en una isla después de que sufriera una herida, la cual se infectó y cuyo olor, combinado con sus gritos de dolor, provocaron gran molestia entre sus camaradas quienes no pudieron aguantarlo. Cuando los griegos se dieron cuenta que necesitaban su arco mágico para derrotar a los troyanos, Odiseo navegó de vuelta a la isla para rescatarlo. El astuto Odiseo, se dió cuenta de que Filoctetes estaba, desde luego, resentido por el trato recibido de parte de sus antiguos camaradas y que no estaba dispuesto a deshacerse de su arco en forma voluntaria, según el relato de Sófocles, dió instrucciones al joven Neoptólemo, hijo del difunto Aquiles, de obtener el arco por engaño. Neoptólemo, de mala gana, aceptó el plan y ciertamente logró  engañar a Filoctetes para que le entregara el arco. Pero más tarde, en un episodio que puede considerarse una innovación en Sófocles, Neoptólemo sufrió un cargo de consciencia y decidió devolverle el arco a Filoctetes, desafiando las órdenes de Odiseo:

 Voy a deshacer el mal que he hecho…

 Cometí un error al obedecerte a ti y los griegos.

¿Qué te hicimos hacer que haya sido indigno?

Puse en práctica y con éxito el arte de la traición, …

No querrás decir que vas a devolverlo.

Así es. Para mi vergüenza, injustamente lo obtuve. …

¿Acaso no temes a los griegos por hacer esto?

No temo a nada de lo puedas hacer. Cuando

uno actúa con justicia, no cede ante la fuerza. [5]  

   Así como Antígona presenta de manera favorable el desafío de una mujer ante la doble superioridad de Creón, quien era a la vez su rey y tío, Filoctetes también presenta de manera favorable la desobediencia de un soldado ante la orden directa de su comandante en tiempo de guerra. En ambas obras, la autoridad de un superior es sobrepasada por una  autoridad más elevada: la de la ley moral.


Referencias:

[1] Euripides, Suppliant Women 404-408; Frank William Jones translation, in David Grene   and Richmond Latimore, eds., Euripides IV (University of Chicago Press, 1958), p. 73.

[2] Suppliant Women 428-451; Jones translation, p. 74.

[3] In Sophocles’ Oedipus at Colonus, written nearly two decades after Euripides’ Suppliant Women, an asylum-seeker arriving in Colonus, a suburb of Athens, asks whether it is “[r]uled by a king?  Or do the people rule?” and receives the chronologically appropriate answer “The land is governed from Athens by Athens’ king,” namely Theseus again.  (Sophocles, Oedipus at Colonus 66-67; Robert Fitzgerald translation, in David Grene, ed., Sophocles I (University of Chicago Press, 1954), p. 82.)  This may be a deliberate “correction” on Sophocles’ part of the passage in Euripides’ play – just as Euripides in his version of the Electra story (Electra 513-537) pokes fun at Aeschylus’s previously having Electra implausibly recognize her long-lost brother Orestes’ footprint and a lock of his hair by their likeness to her own (Libation Bearers 167-230).

[4] Sophocles, Antigone 447-456; Elizabeth Wyckoff translation, in David Grene, ed., Sophocles I (University of Chicago Press, 1954), pp. 173-174.

[5] Sophocles, Philoctetes 1224-1252; David Grene translation, in Richmond Lattimore and David Grene, eds., Sophocles II (University of Chicago Press, 1957), pp. 242-244.

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