El legado de la Antigua Grecia a la libertad: el desafio de los sofistas

 

 Roderick T. Long

Artículo publicado originalmente en Libertarianism.org con el título Ancient Greece’s Legacy for Liberty: The Challenge of the Sophist. Traducido al español por Josué Contreras, miembro del Equipo de Traductores de Estudiantes por la Libertad Latinoamérica.
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La mayor parte de lo que conocemos acerca de los sofistas proviene de sus enemigos. ¿Quiénes fueron realmente los sofistas?

   El conflicto filosófico más importante del período clásico griego (siglos V-IV a. C.) ocurrió entre, por un lado, Sócrates y aquellos a los que influenció (incluidos Platón, Jenofonte y Aristóteles) y, por el otro, aquellos a los que conocemos como “sofistas”.

   ¿Quiénes fueron los sofistas?

   En la actualidad, los términos “sofista” y “sofistería” tienen una connotación negativa, sugiriendo la práctica de un razonamiento astuto y deshonesto. Esto se debe en gran medida a la influencia de sus oponentes socráticos, quienes dominaron el ámbito filosófico en Occidente por los siguientes 2.000 años (hasta que la parte sofista del debate fue resucitada por Hobbes). Desde luego, como todos sabemos, los ganadores siempre suelen escribir la historia. Jenofonte, quien habla desde la parte socrática, de manera eficiente sintetiza el tipo de juicio de los sofistas:

Ahora, lo que me asombra de los “sofistas”, como son llamados, es que aunque ellos profesan, la mayoría, guiar a los jóvenes a la virtud, realmente los llevan a la dirección opuesta…, no es que sus escritos tengan un contenido calculado para hacer hombres de bien, pero ellos han escrito volúmenes con temas frívolos y banales… La sabiduría que el sofista profesa consiste en sutilezas, no en ideas… Sus palabras van en beneficio de la decepción, escritas para beneficio personal… Entonces, mi consejo es desconfiar de los resonantes clichés del sofista y no despreciar las conclusiones razonadas del filósofo; porque el sofista es un cazador que anda tras los ricos y jóvenes, el filósofo es amigo de todos; él no honra ni desprecia las fortunas de los hombres. [1]

   Sin embargo, estrictamente hablando, “sofista” se refiere a una profesión, no a un estilo argumentativo particular o contenido doctrinal y, originalmente, la palabra no contrastaba con “filósofo”.[2] Los sofistas fueron, ante todo, maestros del arte de la persuasión – una habilidad muy valorada en una sociedad sin abogados litigantes o representantes electos, donde el éxito dependía de la autodefensa en los tribunales o en la asamblea democrática. Pero, aparte de los casos legales, los intereses de los sofistas abordaban una amplia gama de temas, tales como ética, política, sociología, matemática, física, metafísica, filosofía de la mente, filosofía del lenguaje y filosofía de la acción. Tal fue el impacto de estos pensadores talentosa y brillantemente seculares, escépticos, retóricamente ingeniosos y mentalmente pragmáticos que muchos eruditos modernos se refieren al período clásico como la “Ilustración Sofistica”. Y Sócrates, debido a su oposición a los sofistas, puede ser visto de muchas formas como un producto de su ámbito intelectual.

   A pesar de que algunos sofistas eran atenienses de nacimiento (siendo Antífona el caso más notable), la mayoría de los sofistas más conocidos (como Gorgias, Protágoras, Pródico, Hipias, Trasímaco) eran extranjeros, provenientes de colonias griegas tan extensas como Sicilia, en el oeste, y Calcedonia, en el este, quienes viajaron a través del mundo griego y llegaron a Atenas atraídos especialmente por su posición como centro intelectual del mundo. Los sofistas fundamentalmente fueron pioneros en la provisión de educación superior entre los griegos; sus tarifas pudieron ser caras; pero los mecenas ricos, como vemos en el Protágoras de Platón, a veces organizaban veladas en las que los invitados podían escuchar a los sofistas sin tener que pagar.

   ¿Los sofistas como charlatanes?

   Muchos de los prejuicios en contra de los sofistas se parecen a los prejuicios modernos en contra de los abogados. Un contexto legal incentiva los argumentos que se centran más en la victoria que en la verdad. Por ejemplo, Protágoras y Gorgias anunciaban al público que eran capaces de discutir sobre cualquier asunto de manera convincente, ya sea a favor o en contra (incluso asuntos de los que no sabían nada) y podían enseñar esta habilidad a otros. En los discursos que sobreviven de los tribunales atenienses, vemos a los mismos defensores  a favor de un caso en un determinado momento y en contra del mismo caso en otro momento. Por ejemplo, era habitual que los esclavos dieran su testimonio bajo tortura y encontramos a la misma defensa discutiendo ese testimonio, para que una vez sonsacado, fuera fiable, y otras veces tal discusión era poco fiable, dependiendo del argumento que respaldara de mejor forma el caso. (¡Incluso el orador Lisias sabía cómo realizar ambos alegatos en el mismo discurso!)[3] La idea de que los sofistas eran educadores deshonestos y embaucadores solamente habría sido reforzada por el alarde de  Gorgias de que el efecto del discurso sobre la condición del alma es comparable al poder de las drogas sobre la naturaleza del cuerpo”, y “las drogas pueden cautivar el alma con un tipo de persuasión perversa”.[4] Este es el origen del cargo común de que los sofistas “hacen del más débil de los argumentos el más fuerte”, esto es, permitir que el caso basado en una falsa proposición ganara sobre el caso basado en la verdad.

   Pero por supuesto, la habilidad de argumentar a favor de una falsa proposición no es necesariamente útil solo en un caso injusto. Si uno es juzgado por quebrantar una ley injusta (y uno en efecto la quebrantó), y no cree poder convencer a la corte de que la ley es injusta, uno podría hacerse justicia convenciendo a la corte – falsamente – de que no quebrantó la ley. (Sócrates podría no estar de acuerdo – pero incluso él admite[5] que la mentira puede justificarse en ciertos casos). Los argumentos tramposos de los abogados son a menudo nuestra primera línea de defensa contra la opresión injusta. ¡Mejor preguntémosle a Gorgias!

   Para estar seguros, es cierto que los complicados argumentos legales también pueden ser usados injustamente, y de hecho a menudo ocurre, y los sofistas tenían la reputación de ser defensores de la injusticia. La relevancia de esta reputación es difícil de medir. Las pocas obras de los sofistas, que han sobrevivido hasta la fecha, son fragmentos y no siempre podemos afirmar si una posición de dudoso aspecto está siendo presentada de manera sincera como la opinión del propio autor o solo como demostración del arte de la argumentación.[6]

   La mayor parte de la información sobre los sofistas proviene de fuentes hostiles – tales como los diálogos de Platón, en los que destacados sofistas a menudo figuraban como adversarios de Sócrates. (¡Imagínate cómo hubiera sido nuestra imagen de Sócrates si la única fuente disponible para hacernos una imagen de él fueran Las Nubes de Aristófanes!).

   La información que encontramos en los escritos de los sofistas es con frecuencia razonable y valiosa – incluida una de las primeras declaraciones del principio de que a uno no se le puede pedir que demuestre lo contrario.[7]

   Sofistas vs. Socráticos: ¿El amanecer de la injusticia?

   De todos modos, hay evidencia considerable, como veremos, de que algunos sofistas defendieron un tipo de autoafirmación amoral que podría justificar el atropello a los derechos e intereses de los otros. Tal posición puede haber sido suscitada desde una creencia extendida de que los intereses humanos están, en definitiva, en conflicto mutuo. El anónimo tratado sofístico titulado Dissoi Logoi (“Argumentos opuestos”), por ejemplo, menciona que “la enfermedad es mala para los enfermos, pero buena para los doctores”, que “en una carrera en el estadio, la victoria es buena para los ganadores, pero mala para los perdedores” y que “la victoria de los espartanos sobre los atenienses, fue buena para los espartanos, pero mala para los atenienses”.[8] Después de todo, según la conclusión a la que llegaron algunos sofistas, si uno tiene que elegir entre sus propios intereses y los intereses del otro, ¿No tiene más sentido elegir los propios? Tal es la visión que vemos reflejada en los argumentos de la ley del más fuerte de los embajadores atenienses en la descripción de Tucídides sobre la masacre de Melos.[9] Incluso aquellos sofistas que no llegaron a esta conclusión a menudo sostuvieron puntos de vista que hacen que tal inferencia sea difícil de resistir.

   Sócrates y sus discípulos, así como veremos, rechazan la premisa central de un modelo conflictivo de intereses humanos, sosteniendo en cambio una tesis de armonía de intereses que, mientras se anticipa en parte a la tesis de armonía de intereses de los liberales clásicos modernos, es relevante , e incluso, radicalmente diferente.


Referencias:

[1] Xenophon, On Hunting With Dogs 13.1-8; in H. G. Dakyns, trans., The Works of Xenophon (Macmillan, 1897).

[2] For examples of early uses of “sophist” as non-pejorative, and as more or less equivalent to “philosopher,” see Rosamond Kent Sprague, ed., The Older Sophists (Indianapolis: Hackett, 2001), p. 1.

[3] When his opponent refuses to allow one of his slaves to be interrogated under torture, Lysias accuses him of “evading this sure test.”  Then only a few sentences later he dismisses his opponent’s offer to have his other slaves tortured by saying that “if we had taken his slaves … and had put them to the torture, they would, in an unreasoning attempt to oblige their master, have given me the lie in contradiction to the truth.”  The “sure test” seems to have become rather less sure rather quickly.  (Lysias, “Wounding With Intent to Kill:  Quarrel Over a Slave-girl,” p. 110; in Kathleen Freeman, ed., The Murder of Herodes; and Other Trials From the Athenian Law Courts (Indianapolis: Hackett, 1991), pp. 107-113.)

[4] Gorgias, Encomium of Helen, p. 53; in Sprague, op. cit., pp. 50-54.

[5] Plato, Republic I, 351b-d.

[6] Gorgias famously argued that nothing exists; but his arguments are easily, if not obligatorily, read as a reductio ad absurdum of Eleatic philosophers like Parmenides, Zeno, and Melissus rather than as an assertion of metaphysical nihilism in propria voce.

[7] “You will say perhaps that it is equitable for you not to furnish witnesses of what you allege to have happened, but that I should furnish witnesses of what has not happened.  But this is not equitable.  For it is quite impossible for what has not happened to be testified to by witnesses, but on the subject of what has happened, not only is it not impossible, but it is even easy ….”  (Gorgias, Defense on Behalf of Palamedes, p. 59; in Sprague, op. cit., pp. 54-63.)

[8] Dissoi Logoi 1, pp. 279-280; in Sprague, op. cit., pp. 279-293.

[9] See part 23 of this series.

 Anteriormente: 


Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. Si eres un estudiante interesado en presentar tu perspectiva en este blog, escríbele a la Editora en Jefe, de EsLibertad, Alejandra González, a [email protected].

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