Miembro del equipo de bloggers de Estudiantes por la Libertad Latinoamérica.
El individualismo es el factor que nos infunde la necesidad de libertad. La posibilidad de deliberación viene después del requerimiento a esta y es inspirada por los diferentes pensamientos, idiosincrasias, contextos, identidades y culturas que nos conforman.
Políticamente, el objetivo de los Estados y movimientos totalitarios siempre ha sido fundamentalmente suprimir gradualmente el individualismo, dado a que ejercer el control sobre una sociedad tiene que ser un proceso colectivo, que eventualmente lleve a la sumisión generalizada.
Un ejemplo representativo de ello aparte de la historia y que evidencia esta táctica de manera explícita y detallada, son las obras de Aldous Huxley y George Orwell, donde nos exponen sus visiones de las posibles distopías a las que podía llegar la humanidad, a través de “Un Mundo Feliz” y el icónico “1984” respectivamente. Ambas obras relatan contextos completamente contradictorios, pero se desarrollaron en un mismo escenario: el gobierno autoritario, tiránico y tecnócrata que como herramienta principal utiliza la represión del individualismo.
En Un Mundo Feliz, Huxley constituye el control a través del placer, nos presenta literalmente una sociedad donde todos gozan, no hay dolor ni tristeza, cada ciudadano es condicionado a través de medios químicos y psicológicos desde que nace a una mentalidad concreta, a un puesto laboral específico y a un estatus social y no les es posible concebir nada más allá de eso. Se promueve la promiscuidad así como múltiples actividades de ocio, las relaciones familiares y sentimentales no existen, todos se profesan unidad por igual.
Es un poco paradójico, ya que se promueve una sociedad libertina pero restringida. Donde se aprueban prácticas superfluas para “pasar el rato” y mantener a los individuos en una distracción permanente mientras cumplen con su rol en la sociedad.
El statu quo es sumamente exitoso, pero debido a un detalle que conforma la clave de su éxito: todos los ciudadanos son suministrados con una droga especial, soma, que mantiene a la gente jovial y alegre, sin problemas de salud y en un estado de complacencia la cual les evita la tarea de pensar y los mantiene sumisos, es como la píldora mágica que hace que todos los problemas desaparezcan.
Pero el precio a pagar no se limita al fármaco futurista, sino al hecho de que la cultura fue prácticamente erradicada de la sociedad “civilizada”, no hay religiones o creencias, nacionalismos, literatura, música. Nada. Únicamente los retazos de estos hechos por el Estado para fortalecer el condicionamiento.
Estos factores promueven que esencialmente, todos sean iguales, inclusive dentro de sus propias castas. No hay diferencias de pensamiento y nadie cuestiona ya que su mentalidad está predeterminada.
Por otra parte, 1984 presenta el control a través del miedo y muestra una estrategia sumamente interesante para la represión del individualismo, mientras que los anteriores no piensan porque no lo necesitan, los presentes no piensan porque no tienen las palabras para formar sus pensamientos. Esto se debe a que una de las estrategias principales se basa en la premisa de Orwell de que el lenguaje limita al pensamiento y el pensamiento es dependiente del lenguaje, así que ningún pensamiento se puede tener de manera concreta sin las palabras indicadas para pensarlo. De esta manera se conforma una lengua nueva con un léxico sumamente restringido y simplificado cuyo único propósito es resaltar las necesidades del Estado y suavizar los acontecimientos violentos y represivos que ocurren.
Esto demuestra los extremos de la vigilancia del Estado sobre los ciudadanos, que no se circunscribe a las cámaras y tele pantallas en todos los rincones, sino que llega hasta la supervisión de la mente. Ningún lugar es seguro. Al igual que Huxley, Orwell establece en la novela un sistema de colectivización a base de castas y de unificación segregada entre grupos.
Para poder escapar del régimen por los menos psicológicamente, el héroe de la historia empieza un diario para mantener su humanidad e individualismo, un acto que acontecía la pena de muerte. Pero el final muestra una consecuencia peor, el castigo en realidad es otro, el héroe es torturado hasta que pierde sus últimos vestigios de humanidad e identidad y lo sublevan a convertirse como los demás, esa es la gran derrota a la dignidad, al espíritu y la libertad que se aplica, y muestra ser completamente efectiva.
Ambos protagonistas caen de la misma manera, de una forma u otra se dan cuenta de que terminaron siendo iguales a quienes los rodean, que se convirtieron en un peón más de la sociedad y de las prácticas que tanto despreciaban silenciosamente, y terminan rompiéndose de manera simbólica.
Estas distopías fueron escritas con varios propósitos, ser una referencia y una advertencia, pero más importante es inculcar a las generaciones la importancia del individualismo como elemento democrático y herramienta de libertad que nos permite actuar conforme nuestra voluntad como gente independiente.
Estamos en una sociedad que aunque lejos de caer en distopía, presenta una amenaza al individualismo, ya que constantemente está bombardeando a las personas con instrucciones de que deberían hacer, cómo deberían hacerlo, e inclusive que pensar al respecto.
La gente se subleva a lo que se le ha condicionado a pensar que es la autoridad, se les infunde de manera indirecta que no son dueños de sus propias vidas, sino que dependen del gobierno, del dinero o de la voluntad ajena, ignorando que el primero se creó para ellos, el segundo para liberarlos y el tercero no es relevante más allá de lo que se le quiera considerar.
Estos hechos no hay que sobreestimarlos, además de ser culpables de la superficialidad, alienación y la generalización del pensamiento, también son los responsables de injusticias, prejuicios y desigualdades sociales que perturban tanto el bienestar y progreso de otros.
En un mundo ideal, si cada persona se empoderara para lograr sus propios objetivos, independientemente del status quo o de las reglas del “sistema”, el progreso y la prosperidad no tendrían límites. Algunos ejemplos de ello se manifiestan en varias figuras que a lo largo de la historia han hecho exactamente en eso y han mejorado en diferentes campos la perspectiva establecida y la forma de hacer las cosas.
Así entonces, llegando a ésta concientización que fue la misma a la de nuestros héroes ficticios, se debe tomar una posición confrontativa con causa concreta, la de romper con los medios con los que se medra el ser, y defender la causa del liberalismo individualista en una sociedad acostumbrada a aguantar las consecuencias de los colectivismos políticos y sociales.
Esta postura, a mí parecer, ha sido mejor retratada de la siguiente manera,
“La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.”
Albert Camus
Referencias:
Indigo, Ethan. “Lessons from George Orwell’s 1984.” Waking Times, 27 Feb. 2017, www.wakingtimes.com/2017/02/27/lessons-george-orwells-1984/.
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