Es común escuchar que el mercado es excluyente, inmoral, “salvaje”, y que la defensa del mercado es la defensa de los ricos, de las grandes corporaciones y de los bancos.
Aunque en el sentido común, eso simplemente no corresponde a los hechos.
Pensemos en dos clases de bienes y servicios, aquellos que son suministrados por el Estado o por sus concesionarios, con monopolio, y otro grupo de bienes y servicios que son libremente suministrados por el mercado. Usted, no necesita de mucho esfuerzo para darse cuenta de que los pobres tienen más y mejor acceso a los productos del segundo grupo que del primero.
Así lo informó la Folha, (periódico brasileño) en 2013:
Casas con TV, DVD, ordenador, coche y moto, pero sin desagüe y recolección de basura. En el país avanza la presencia en las residencias de bienes duraderos, como electrónicos, buena parte de los estados queda paralizada, o hasta retrocede, en servicios como el agua, alcantarillado y recolección de basura. De 2011 a 2012, 14 de estos Estados obtuvieron una reducción en el porcentaje de viviendas con esos servicios (en 11, la red no tuvo ningún avance); sólo dos retrocedieron en bienes duraderos. En el promedio nacional, se reportó un crecimiento o estabilidad, dependiendo del objeto. (Folha de 05/10/2013)
Pero ¿Por qué los pobres tienen más acceso a las mercancías suministradas por la lógica “salvaje” del mercado, que a los derechos garantizados por el Estado?
Un empresario trabaja y busca su propio beneficio, eso es cierto. Pero, para conseguir el mayor beneficio posible, necesita satisfacer al mayor número de clientes posible por el precio más bajo posible, y eso en un entorno en el que otros empresarios quieren lo mismo. Esta competencia entre empresas hace que suministren productos cada vez superiores por precios menores. Como resultado, la búsqueda de ganancias y la competencia hace que los bienes y servicios se vuelvan cada vez más accesibles a aquellos que menos pueden pagar por ellos.
Como indica Mises:
El capitalismo no es simplemente producción en masa, sino producción en masa para satisfacer las necesidades de las masas. Las artes y los trabajos manuales de los viejos tiempos se dirigían casi exclusivamente a los deseos de los ricos. Y entonces surgieron las fábricas y se comenzó a producir bienes baratos para la multitud. Todas las fábricas primitivas fueron diseñadas para servir a las masas, la misma capa social que trabajaba en las fábricas. Ellas servían a las masas tanto de forma directa e indirecta; de forma directa cuando se reemplazan los productos directamente, y de forma indirecta cuando exportaban sus productos, lo que posibilitaba que bienes y materias primas extranjeras pudieran ser importados. Este principio de distribución y comercialización de mercancías fue la característica inconfundible del capitalismo primitivo, así como del capitalismo moderno.
Los empleados son ellos mismos los consumidores de la mayor parte de todos los bienes producidos en una economía. Ellos son los consumidores soberanos que “siempre tienen razón”. Su decisión de consumir o de abstenerse a consumir determina lo que debe ser producido, en qué cantidad, y con qué calidad. Al consumir lo que más le conviene, determinan qué empresas obtienen ganancias y cuáles sufren perjuicios. Aquellas que lucran expanden sus actividades y aquellas que sufren perjuicios contraen sus actividades. De esta forma, las masas, a condición de consumidores en el mercado, están continuamente retirando el control de los factores de producción de las manos de los emprendedores menos capaces y transfiriéndolo a las manos de aquellos emprendedores que son más exitosos en satisfacer sus deseos.
Los gobernantes no necesitan preocuparse por la satisfacción del contribuyente, excepto en época de elección, pues su permanencia en el gobierno no depende de cumplir promesas de campaña. La financiación del Estado no depende de la satisfacción de las necesidades de la población, pues los impuestos se toman de ella para sostenerlo. Con el agua y este agotamiento llegando o no, el dinero entra en la caja fuerte estatal.
Una empresa depende de la satisfacción de sus clientes para continuar existiendo; un Estado, no. Las empresas necesitan convencer a sus clientes para que le den dinero; un Estado, no. Una empresa puede perder un cliente si no ofrece su producto con precio y calidad que lo satisfagan; un estado, no. Los empresarios tienen muchas razones para satisfacer las necesidades de sus clientes; los gobernantes, no.
Por eso, cuando los liberales defienden el libre mercado, no están actuando en defensa de ricos y poderosos, sino de las clases media y baja, ya que el mercado es la forma más eficiente de acceso a servicios y productos para la satisfacción de las necesidades de las personas, incluido el abastecimiento del Estado.
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